Martes, 18 de septiembre de 2007 | Hoy
EL MUNDO › EL CANCILLER PIDIO PREPARARSE PARA “UNA GUERRA” POR EL PLAN ATOMICO IRANI
El gobierno de Sarkozy da más muestras del cambio en política exterior. Primero fue el viaje a Irak y ahora el canciller Kouchner pide al mundo “prepararse para lo peor” ante el desarrollo nuclear de Teherán. El premier Fillon reforzó esa posición.
Por Eduardo Febbro
desde París
Irak, la OTAN, Turquía y ahora Irán. En cuatro pasos bien definidos París terminó por dar sobradas pruebas del cambio de rumbo de su política exterior. El gesto más espectacular de la nueva política del presidente conservador Nicolas Sarkozy lo protagonizó un... socialista, es decir, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Bernard Kouchner, uno de los antaño líderes de la izquierda que aceptó integrar el gobierno de derecha. Kouchner puso sobre la mesa una piedra nuclear cuando aseguró el domingo que, con respecto a la crisis derivada del programa nuclear iraní, había que “prepararse para lo peor”. ¿Qué es lo peor?: “la guerra”, respondió el jefe de la diplomacia francesa.
Ayer, las declaraciones de Bernard Kouchner fueron seguidas por otras del mismo tono, esta vez a cargo del primer ministro francés, François Fillon. El jefe del gabinete declaró: “Los iraníes deben entender que la tensión es extrema, en particular en la región, en la relación entre Irán y sus vecinos, en la relación con Israel (...). Estamos en una situación de tensión muy grande”. Ambas intervenciones, sumadas a iniciativas concretas adelantadas por París, suscitaron una encendida polémica con Irán y también con algunos países de la Unión Europea y la misma AIEA, Agencia Internacional de la Energía Atómica. El director de la AIEA, Mohamed el Baradei, refutó la eventualidad de un conflicto armado tal como lo planteó Kouchner. “Tenemos que recordar siempre que sólo se puede recurrir a la fuerza cuando se han agotado todas las otras opciones. No creo que estemos para nada en ese punto”, dijo El Baradei. A su vez, Austria y Alemania deploraron con elegancia el empleo de la palabra “guerra” por parte de Kouchner.
El ministro, es cierto, emprende a finales de esta semana su primer viaje oficial a los Estados Unidos desde que asumió los destinos de la política exterior francesa. Sin lugar a dudas, nada puede ser más elogioso para Washington como escuchar ese vocablo de “guerra” pronunciado por el ministro de una república europea que ha hecho historia con su cultura de diálogo y diplomacia y que, además, fue el país que lideró la corriente que se opuso a la segunda guerra del golfo y a su legitimación por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ayer, en Washington, el portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, observó que la intervención del ministro francés “resaltaba la seriedad de la posición francesa”. Teherán no comparte desde luego ese entusiasmo. Ayer, Mohammad Alí Hosseini, portavoz de la diplomacia iraní, salió al paso de las declaraciones de Kouchner. Hosseini resaltó que “el hecho de que las declaraciones de los dirigentes franceses coincida con la posición de la potencia dominante (Estados Unidos) afecta la credibilidad de Francia ante las opiniones públicas mundiales”.
El cambio de orientación es tanto más brusco cuanto que Francia solicitó también a sus socios europeos la adopción de sanciones contra Irán. Si ello se produjese implicaría una ruptura, ahora en el bloque europeo. Los 27 miembros de la UE aplican con Irán una doble política: apoyo al proceso de sanciones ascendentes en el seno de la ONU y, simultáneamente, diálogo con Irán. Bernard Kouchner confirmó ahora que París impulsa a los 27 estados de la Unión a que sancionen a Irán fuera del recinto de las Naciones Unidas. Allí, la batalla es más incierta dado que tanto Rusia como China –ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad– dudan en aprobar un nuevo ciclo de sanciones contra Teherán. La oposición socialista de Francia exigió un debate en el Parlamento a propósito del tema iraní. Pero el dispositivo mano dura con Teherán ha sido activado. Kouchner reveló además que el Ejecutivo francés había interpelado a las grandes empresas del país para que no invirtieran más en Irán hasta que no se resuelva la crisis del programa nuclear iraní. Ahora bien, el poder político y la voluntad diplomática pueden chocar aquí con la frontera empresarial. En los últimos 15 años, las inversiones francesas en Irán conocieron un constante incremento. El vespertino liberal Le Monde estimó en 30 mil millones de dólares el monto de esas inversiones. Las empresas norteamericanas están ausentes de Irán y las multinacionales europeas, en particular las francesas, se llevaron los mejores contratos sin que ello implique violación alguna de los estatutos internacionales. Telefonía, Internet, bancos, petróleo, gas, industria automotriz, los sectores en los que se desarrollan los inversionistas franceses son fructíferos. Le Monde revela, por ejemplo, que según el Bank for International Settlements, los bancos franceses pesan una cuarta parte de los créditos otorgados a Teherán (6 mil millones de dólares hasta marzo del añoo pasado, de un total de casi 30 mil millones). Fuentes del exilio iraní denunciaron que la BNP francesa le prestó al régimen iraní casi seis mil millones de dólares. Otra institución bancaria muy presente es la Société Générale. NIOC, la compañía iraní de petróleo, y la Société Générale firmaron un acuerdo –casi 3 mil millones de dólares– para desarrollar una planta de gas conocida como South Pars, situada entre Irán y Qatar. El grupo petrolero francés Total participa en ese mismo contrato. En los últimos 10 años, Total invirtió más de dos mil millones de dólares en cuatro proyectos de explotación de energías fósiles en Irán.
BNP, Total, Alcatel, GDF, Peugeot, Citroën, Renault, larga es la lista de grandes multinacionales o pequeños grupos subsidiarios que trabajan en territorio iraní. Peugeot, por ejemplo, le suministra al primer constructor de autos de Irán, Khodro, las piezas de los modelos Peugeot 206 y 405. El fabricante iraní produjo 270.500 vehículos en 2005. Los iraníes ya parecen haber pasado al contraataque en un terreno real. Citado ayer por el diario Financial Times, el ministro iraní del Petróleo, Gholam Hossein Nozari, indicó que Teherán quiere estudiar nuevamente el proyecto pactado con el grupo petrolero francés Total en la planta de gas licuado de South Pars. Según ese diario, el responsable iraní puso en tela de juicio un capítulo del acuerdo con Total que le permitía a la petrolera francesa quedarse con 5 millones de toneladas de gas licuado. Esa cantidad “debe ser puesta en el mercado” y no ir a manos de Total, dijo el ministro. La prensa económica europea calcula que, para funcionar, la industria energética iraní necesita 15 mil millones de dólares a corto plazo y 70 mil millones a largo plazo. Si las palabras de Bernard Kouchner se vuelven realidad, entiéndase, “la guerra”, todos esos negocios quedarían sepultados bajo las armas. Pero éstas son, como se ha constatado, otro gran negocio. En los años de la guerra entre Irán e Irak los mismos fabricantes de armas les vendían a Bagdad y a Teherán los instrumentos con los que se cegaron decenas de miles de vidas.
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