EL MUNDO • SUBNOTA › RADIOGRAFíA DE LA ELECCIóN
› Por Oscar Guisoni
La arriesgada apuesta de Walter Veltroni de concurrir a las elecciones en soledad con su recientemente fundado Partido Democrático tuvo ayer efectos devastadores en el panorama político italiano. Por un lado, le regaló en bandeja a Silvio Berlusconi la mayoría absoluta en las dos cámaras; por el otro, borró de un plumazo a la izquierda más radical, que no tendrá representantes en el Senado y es dudoso que llegue a colar algún diputado en el Congreso. El tercer efecto, tal vez el más importante y duradero en el tiempo, es que logró instalar el bipartidismo con fuerza, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, en un país acostumbrado a que partidos con menos del 2 por ciento de los votos hagan caer gobiernos como si fueran muñecos de circo. El extraordinario crecimiento en el norte rico de la ultraderechista Liga Norte de Umberto Bossi, que sin embargo concurría bajo la coalición berlusconiana, es la única excepción en ese sentido y marca un giro preocupante hacia la profundización de las tensiones regionales, con un sur cada vez más prisionero de la mafia, la pobreza y la corrupción política y un norte cada día más deseoso de abandonar ese barco a la deriva en el que se ha convertido Italia en los últimos años.
A pesar de todo, Veltroni se mostraba ayer satisfecho de su decisión. No es para menos, ya que su partido, una coalición construida con fórceps entre lo que quedaba del antiguo Partido Democrático de Izquierda (heredero histórico del otrora poderoso Partido Comunista Italiano) y los progresistas católicos de La Margherita, se transforma en la segunda fuerza nacional y gracias a la extravagante ley electoral dictada por Berlusconi al final de su segundo gobierno tendrá más diputados y senadores que antes. Veltroni logra además que su propuesta de izquierda light, en la que anidan muchos viejos dinosaurios de la desaparecida Democracia Cristiana, deje fuera del tablero político a los incómodos representantes de la izquierda dura, que concurrían bajo el sello de la Izquierda Arcoiris. El golpe es duro para las huestes del líder de Rifundazione Comunista, Fausto Bertinotti –que ayer anunció su abandono de la política– y para sus aliados del Partido Verde y otras fuerzas de la coalición, ya que pasarán de tener 38 senadores y 72 diputados, a no tener ninguno, porque la ley exige a las coaliciones un mínimo de 8 por ciento de los votos en el Senado y un 4 por ciento en la Cámara de Diputados.
El ascenso extraordinario, no detectado siquiera por las encuestas previas, de los ultraderechistas xenófobos de la Liga Norte es, sin embargo, el dato más preocupante que deja el nuevo tablero político surgido ayer de las urnas. Basta mirar un poco con detenimiento los resultados de las regiones en las que se divide el país para descubrir hasta qué punto Italia se encuentra atravesada por tendencias centrífugas que pueden llegar a poner seriamente en peligro su propia unidad como nación a mediano plazo.
Las regiones más prósperas del norte no sólo le dieron ayer una mayoría abrumadora a Silvio Berlusconi, sino que dentro de su propia coalición premiaron como nunca a los separatistas dirigidos por Umberto Bossi. En Lombardía, la región cuya capital es Milán, la coalición berlusconiana obtiene el 55 por ciento frente al 31,6 de Veltroni. No es novedad que esta rica provincia vote así, lo nuevo es que de ese 55 el 21 por ciento lo aporten los separatistas de la Liga. Peor aún lo que ocurre en el Veneto. Berlusconi obtiene el 54,4 frente al 31,6 de Walter Veltroni. La Liga en esta ocasión aporta el 26,1 por ciento frente al 28,3 que obtiene el partido personal del futuro primer ministro. Por si fuera poco, las tropas de Bossi logran instalarse por primera vez con fuerza en otras regiones del centro-norte, como la Liguria, en la que obtienen el 6 por ciento o en la roja Emilia Romagna, una de las pocas zonas en las que Veltroni consigue ganar, donde la Liga obtiene el sorprendente 7,1 por ciento. Para mayor humillación, Berlusconi gana también la región del Lazio, cuya capital, Roma, era gobernada hasta ahora por el mismísimo Veltroni.
Por su parte, el sur pobre y atrapado por las redes sociales y económicas de la mafia vota también a la derecha, confirmando una vez más que Berlusconi y el crimen organizado mantienen excelentes relaciones de conveniencia. En Sicilia, donde también se realizaban elecciones a gobernador, la derecha obtiene el 53,8 por ciento frente al 29,4 de Veltroni, mientras que Campania, una región tradicionalmente de izquierdas cuya capital, Nápoles, se ha visto sacudida en los últimos meses por la crisis de la basura amontonada en las calles, gira también violentamente a la derecha y le otorga el 50,9 por ciento a Berlusconi contra el paupérrimo 34,2 que obtiene Veltroni, cuyos hombres manejan el gobierno regional y la alcaldía de la capital desde hace décadas.
¿Cómo hará ahora Silvio Berlusconi para conciliar a esas dos Italias tan disímiles que lo han votado? Anoche, en su cuartel general en Milán, todos cruzaban los dedos para que Umberto Bossi no lograra la cantidad suficiente de senadores y diputados como para condicionar al gobierno. Si lo logra, la Liga Norte volverá a insistir con su reforma federal, para separar virtualmente el país en dos y pedirá ministerios importantes para comenzar a poner en práctica las políticas xenófobas y ultraderechistas que caracterizan las municipalidades que gobiernan en el norte rico.
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