Martes, 6 de mayo de 2008 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Adolfo Pérez Esquivel *
Bolivia hoy se debate entre dos proyectos de país. Uno que busca, a través de la participación social, recuperar los recursos y la soberanía nacional para atender a los derechos y necesidades del pueblo, como personas y como comunidades. Son significativos los avances que se van logrando, reflejados en los propios anuncios hechos el 1º de mayo de nuevas nacionalizaciones de las empresas hidrocarburíficas y de telecomunicaciones; dispositivos legales que mejoran la seguridad laboral y las jubilaciones y el llamado a todos los gobiernos del mundo, y especialmente los del Sur, a asumir la lucha por superar al sistema capitalista y defender los servicios básicos como derechos humanos –entre ellos el agua y el reconocimiento de los territorios indígenas y de la necesidad de respetar la tierra, la pachamama–.
El otro proyecto, conservador, quiere mantener sus privilegios sobre la tierra y los recursos naturales y económicos a costa de la mayoría del pueblo boliviano. Es un proyecto marcado por el racismo y la discriminación, como el estado de esclavitud a que someten a las comunidades indígenas guaraníes y campesinos. Sus protagonistas no toleran a los collas, y menos aún tener como presidente de la Nación a un indígena.
El referéndum ilegal y anticonstitucional del día 4 de mayo puso a votación un proyecto de Estatuto Autonómico Departamental que más del 80% de la población cruceña admitía no conocer. Fue la expresión más osada hasta ahora de este proyecto conservador y excluyente que, desconociendo las leyes y la institucionalidad del país, plantea una real posibilidad de dividir Bolivia. Respaldados por la Embajada de Estados Unidos, la presencia cada día más fuerte de paramilitares y narcotraficantes colombianos y un control férreo sobre los medios masivos, son unas pocas familias empresarias y terratenientes que han sabido escudar sus intereses egoístas detrás de un sentimiento autonómico históricamente enraizado. El fraude en el referéndum, la amenaza de expulsar de Santa Cruz a los collas y el abuso permanente contra la población marcan el grado de deterioro a que han sometido a sectores del pueblo que no comparten su política. Es volver al feudalismo.
Una y otra vez en las conversaciones sostenidas en Bolivia la semana pasada, con el presidente Evo Morales, diversos funcionarios de su gobierno y representantes de los movimientos y organizaciones sociales, constatamos la convicción, la visión y la esperanza de una nueva Bolivia posible.
Es necesario evitar que el conflicto se agudice y lleve al pueblo boliviano a un enfrentamiento de consecuencias imprevisibles, que afectaría a todo el continente. Es tarea de todos, pueblos y gobiernos de nuestra América, sumar esfuerzos hacia el diálogo y la construcción del marco de justicia y convivencia necesario para cimentar la paz.
* Premio Nobel de la Paz.
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