Miércoles, 23 de septiembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › AL ALOJAR A ZELAYA EN SU EMBAJADA, EL GOBIERNO DE LULA REDOBLó LA APUESTA EN HONDURAS
A partir de la llegada del presidente legítimo a su sede diplomática se convirtió en un actor ineludible en cualquier negociación. Pero Lula aclaró que el actor principal es la OEA. Se nota una sintonía fina con Washington.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se metió ayer de lleno en la crisis política hondureña y le exigió a la dictadura de Tegucigalpa que le entregara el poder a Manuel Zelaya. “Lo que debería suceder es que los golpistas le cedieran el lugar a quien tiene derecho de estar allí, que es el presidente democráticamente electo por el pueblo”, señaló el mandatario desde la sede de la ONU en Nueva York. “Tiene que haber una solución democrática y negociada”, agregó Lula. Con Zelaya alojado en su embajada en la capital del país centroamericano en calidad de “huésped”, Brasil saltó al centro de la escena: si hasta ahora había sido un actor importante en los reclamos de los países de la región que exigían una vuelta al orden constitucional en el país centroamericano, a partir de la llegada del presidente legítimo a su sede diplomática se convirtió en un actor ineludible en cualquier negociación.
Pero si para Lula lo fundamental sigue siendo una solución negociada, su país, tal como se ocupó de dejar en claro, no está llamado a cumplir el papel central. “Brasil no pretende actuar como mediador en la crisis. Ese papel le corresponde a la OEA”, aseguró el jefe de Estado. “Celso Amorim (canciller brasileño) ya habló con el secretario general José Miguel Insulza para ver si va para allá a tratar de ayudar”, agregó. “El negociador es el jefe de la OEA, él se tiene que sentar a la mesa de negociaciones y negociar sobre la base del Acuerdo de San José”, insistió Lula.
Insulza, a su turno, volvió a ratificar su intención de desplazarse a Tegucigalpa. “Vamos a intentar el diálogo y la mediación, porque ésas son las herramientas que tenemos, no tenemos un ejército para ir allá y no lo utilizaríamos”, señaló el diplomático interamericano. “Pero tenemos que tener garantías para poder negociar sobre la base del Acuerdo de San José”, advirtió.
Tanto sobre la necesidad de insistir con el Acuerdo de San José, así como con las negociaciones sobre el terreno y las posibles salidas a la crisis, Brasil no está solo: el país su-damericano coordina sus acciones con Estados Unidos. Tras calificar la situación como “en extremo delicada” e instar a las partes a negociar y hacer “concesiones mutuas”, Ian Kelly, vocero del Departamento de Estado, dejó en claro el peso del eje Washington-Brasilia. “El Departamento de Estado está cumpliendo un rol muy activo para calmar la situación y para ello está en contacto permanente con la embajada brasileña a fin de discutir qué tipo de medidas tomar”, aclaró el funcionario.
Las coincidencias entre ambos países quedaron ayer de manifiesto, a su vez, en la afirmación de Washington acerca del rol fundamental que debe seguir cumpliendo la OEA en tanto principal instancia negociadora con el plan Arias como carta fundamental.
Además, en cuanto se supo ayer que la embajada brasileña estaba empezando a sufrir un desabastecimiento general de alimentos debido a la cantidad de hondureños alojados en su interior –dada la imposibilidad de salir a comprar provisiones debido al toque de queda– rápidamente trascendió que la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa había negociado un salvoconducto con el gobierno de facto para permitir el ingreso de víveres a la legación brasileña.
Con las inmediaciones de la sede diplomática aisladas por las fuerzas de seguridad y frente a la posibilidad de que las autoridades del gobierno de facto violen la extraterritorialidad de la embajada e ingresen para detener a Zelaya, Lula fue claro: “Nosotros esperamos que los golpistas no entren a la embajada brasileña”, enfatizó.
Ayer trascendió que su país había pedido una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para informar al organismo de la situación sobre el terreno. Rápido, el dictador Roberto Micheletti salió al cruce y aseguró que ello no sucedería. “Le digo públicamente al presidente Lula da Silva: nosotros vamos a respetar su sede porque ésa es tierra del Brasil y la vamos a respetar, siempre y cuando ellos contesten a nuestras peticiones”, precisó el gobernante de facto en declaraciones hechas desde la Casa Presidencial.
Las “peticiones” de la dictadura, según el mismo Micheletti detalló, son que Brasil o bien entregue a Zelaya para que éste sea detenido por el régimen de facto y procesado de acuerdo con los cargos que éste le imputa, o bien le otorgue asilo político y lo envíe al país sudamericano.
Pero Brasil se limitó a ratificar su hospitalidad diplomática. “Hicimos lo que cualquier otro país democrático haría al permitir el refugio de Zelaya en nuestra embajada”, zanjó Lula. El propio Zelaya alzó su voz en medio de la disputa entre Brasilia y Tegucigalpa y aseguró que pedir asilo a Itamaraty no estaba en sus planes.
Lula, no obstante, aclaró que ayer había hablado por teléfono con Zelaya y que le había pedido que “tuviese mucho cuidado de no dar pie a pretexto alguno a los golpistas para recurrir a la violencia”. Según el brasileño, Zelaya le dio su palabra.
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