Lunes, 7 de diciembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Mario Toer *
El pueblo boliviano acaba de plebiscitar largamente a Evo Morales y Alvaro García Linera obteniendo una ventaja sin precedentes sobre quienes entran en segundo lugar, una fórmula poco menos que impresentable que queda a casi cuarenta puntos de distancia. ¿Qué es lo que medió desde los difíciles momentos en que Bolivia se encontraba al borde de la escisión y la guerra civil hace no muchos meses y este presente arrollador? La realidad boliviana es suficientemente particular como para que no sean aconsejables las generalizaciones rápidas ni las moralejas exportables.
Por sobre todo vale destacar la singular fortaleza de los pueblos y culturas emergentes con quienes no es tan sencillo aplicar las recetas del aturdimiento mediático, tan fértiles en otras latitudes. Pero aún así hay mucho que aprender de la gesta que el pueblo boliviano viene protagonizando. De allí que sea fructífero reparar en esa inmensa sabiduría que evitó una y otra vez la provocación y el sometimiento al terreno beligerante que las huestes escisionistas pretendieron imponer.
Una y otra vez, en la mesa de negociaciones se hicieron las suficientes concesiones como para poner en evidencia quiénes eran los verdaderos enemigos de la unidad nacional. Y entonces fue decisiva, en el peor momento, la concluyente manifestación de los países de la región reunidos en Santiago de Chile: los vecinos no iban a permanecer de brazos cruzados ante la desestabilización o el desmembramiento. Los hombres de negocios de la Media Luna tomaron nota. Las fuerzas armadas dejaron de cultivar la ambigüedad y se definieron por la unidad nacional. Y entonces fueron quedando en evidencia los más aventureros. Era el contexto justo para que sucesos como la masacre de Pando mostraran quién es quién ante los indecisos. Incluso los cuestionadores por “izquierda”, esos que se amuchan con la derecha sin medir las consecuencias, fueron quedando a la intemperie. Y aunque algunos párrafos de la Constitución no quedaran en los términos que el MAS había pretendido, la resultante bien valdría la pena. La confianza en la conducción del proceso se consolidó. Y los resultados se encuentran hoy a la vista, con la clara primacía del MAS y sus aliados en casi todos los cuerpos colegiados decisivos del país. Ya fue dicho y repetido más de una vez: hay que saber dar un paso atrás para poder dar dos adelante. Hay muchas cosas pendientes. Pero los caminantes parecen saber cómo marchar. La lección boliviana es irrefutable. Algo podemos aprender.
* Profesor Titular de Política Latinoamericana, UBA.
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