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Las tropas norteamericanas están por ganar la segunda batalla simbólica de la conquista de Irak. Ayer, los militares de la administración Bush comenzaron a tomar Tikrit, el feudo del ex presidente Saddam Hussein situado a 180 kilómetros de Bagdad. La caída de la ciudad es una cuestión de horas. Militarmente, los norteamericanos tienen medios más que suficientes para tomarla, y sólo los demoró un intento de evitar que ocurra lo mismo que en Bagdad y Basora, que una vez en manos de las tropas estadounidenses, la ciudad escape al control.
Los combates más intensos se produjeron en los suburbios y no afectaron el centro, donde, según varios testimonios del comando norteamericano instalado en la capital iraquí, no se registraron enfrentamientos. La rendición de Tikrit dependía de una negociación entre los jefes de unas 20 tribus locales y los militares. Los jefes tribales pidieron el fin de los bombardeos y la apertura de una negociación a fin de que los combatientes depusieran las armas. El problema era que los focos de resistencia sólo aceptaban dejar de combatir si los norteamericanos tomaban a su cargo la situación y no los kurdos o los chiítas. Los resistentes y los jefes tribales exigían que los militares se comprometieran a mantener el orden para que no ocurra lo mismo que en Bagdad.
El ejército norteamericano encontró poca resistencia en su avance hacia Tikrit y pareció beneficiarse con la colaboración de una parte de la población.Al despuntar el alba en Irak, y con las negociaciones suspendidas, 250 blindados norteamericanos penetraron en la ciudad. Según la CNN, la resistencia era mínima pero el avance hacia el centro de la ciudad era lento y cauteloso. Desde el inicio de la ofensiva estadounidense se especuló con que Saddam Hussein, su familia y los miembros más cercanos de su aparato se esconderían en Tikrit para librar el último combate. El avance veloz de los marines y la aparente disposición de la población dan indicios de que Tikrit se entregará tan rápidamente como lo hizo Bagdad.