Jueves, 10 de enero de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Modesto Emilio Guerrero *
Por una carambola de la política venezolana y la biología presidencial, Hugo Chávez ha sido colocado, sin habérselo propuesto, ante lo más parecido a su quinto mandato presidencial.
A escasos tres meses de haber ganado el cuarto, este hecho se vuelve insólito y es comprensible porque a sus enemigos políticos se les ocurrió que si hoy, 10 de enero, no asumía su cuarta investidura, se convertía en ausente absoluto y se abriría un vacío de poder, sólo llenable por la presidencia de la Asamblea Nacional hasta que en 30 días se llame a nuevas elecciones.
Este inédito modo institucional de darlo por muerto antes de tiempo, fue disipado por la Sala Constitucional en pleno del Tribunal Supremo de Justicia, con el voto, incluso, de dos jueces opositores.
La figura de continuidad del mandato presidencial, reforzada con un permiso transitorio otorgado por el Parlamento que lo habilita a volver a Miraflores cuando se cure, o decretar por sí mismo su alejamiento completo si no se cura, tendió un previsible puente legal entre el casi bíblico 10 de enero y la fecha en que la vida o la muerte defina la distancia entre un punto y otro.
Pero la escala del alboroto armado en el país sobre el inocuo día de su última asunción, sólo es comparable, por su intensidad, campañas de prensa, debates parlamentarios, rumores conspirativos, movilizaciones de calle, con la más feroz disputa política por el sillón presidencial.
El líder bolivariano fue convertido de la noche a la mañana en motivo de un extraño referéndum, pero esta vez sin él presente y con seguridad sin que se haya enterado. Se realizaron cinco encuestas para testear si el 10 era el día o no era el día límite del presidente, la prensa se llenó con su nombre y lo convirtió en la presencia más ausente del mundo de los vivos. En el país, las miradas de chavistas y antichavistas se volvieron recelosas y los políticos llegaron a extremos verbales sólo escuchados en comicios muy reñidos como los de tres meses atrás.
A última hora, antes de que los jueces dijeran su verdad, se escucharon en Caracas invocaciones a las fuerzas armadas, se supo de “consultas” a generales de la aviación en Maracay, a mayores y almirantes en Caracas y Zulia, se blandieron amenazas mutuas ya olvidadas y, como nunca en 13 años de chavismo, los opositores levantaron el librito de la Constitución como si fuera la última espada de una guerra imaginaria.
La dimensión política del enfrentamiento volvió a ganar los titulares internacionales, partiendo la opinión pública en muchos rincones del planeta, entre quienes creen una cosa y los que piensan lo contrario.
Hugo Chávez Frías ha ganado cuatro veces seguidas la Presidencia de Venezuela. Primero en 1998, luego en 2000 sobre los escombros de la IV República, seis años después en diciembre de 2006 y finalmente el 7 de octubre de 2012, la más compleja de sus batallas, porque lo encontró con el cuerpo exhausto y el movimiento en mengua.
Lo que nunca previeron los redactores de la Constitución en 1999 es que doce años después de regir la agitada vida social de la República Bolivariana, un presidente saliente sería el mismo que el entrante, pero enfermo como nunca, fuera del país sin saber cuándo volver, sin un vice electo que complete el mandato, como en Brasil o Argentina, y con una fecha atravesada para tomar posesión sin que pueda hacerlo.
Como suele ocurrir en la vida de Hugo Chávez, la realidad se mezcló con algo de magia y lo menos pensado apareció como una revelación.
El sujeto de la cosa, el motivo de tamaña disputa, no fue parte ni podía serlo, y sin emitir una sola palabra ni acusar de majunche a nadie, salió triunfante por quinta vez, como si se tratara de un sillón que no logra despegarse de su existencia.
* Escritor venezolano.
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