Sábado, 27 de julio de 2013 | Hoy
EL MUNDO › TESTIMONIO DE UN CURA VILLERO
Por Fernando Cibeira
Desde Río de Janeiro
El padre Hernán tiene 31 años y es uno de los cinco curas villeros que viajaron a Río de Janeiro al frente de un grupo de chicos de las villas porteñas que están participando de la Jornada Mundial de la Juventud. Ellos fueron los que colgaron en la entrada de la favela Varginha un cartel de bienvenida al “Papa de los villeros” y tanto antes como después de la recorrida que hizo allí Francisco el jueves estuvieron visitando casas y conversando con la gente. “Fue una experiencia hermosa, para nosotros y para los chicos”, cuenta.
–¿Cuántos chicos de las villas viajaron a Río?
–Yo vine con 16 chicos de la villa del Bajo Flores, hay otros 20 chicos de la villa de Barracas. Nos estamos alojando en unas parroquias y colegios de Río. Para ellos es la primera experiencia de este tipo, de participar en un encuentro internacional. Cuando habló en la canchita de la favela, el Papa dijo que hubiera querido tocar todas las puertas y nos dijo que lo hiciéramos nosotros. Así que tratamos de cumplir y estuvimos visitando la favela por nuestra cuenta.
–¿Cómo interpreta el gesto del Papa de ir ahí?
–Para el interior de la Iglesia es un gesto muy fuerte, es un gran cambio. Pero hay que pensar que la Iglesia eligió ese cambio, porque los cardenales votaron a Bergoglio para que sea papa. Sabían que él haría este tipo de cosas y que tocaría cuestiones que son dolorosas para la vida interna de la Iglesia. También el mensaje que transmitió ayer durante el encuentro con los jóvenes argentinos, al hablar de la promoción social y de la necesidad de una cultura del trabajo, es un mensaje muy claro para la situación que está viviendo el mundo hoy.
–De su experiencia como cura villero, ¿diría que Bergoglio fue siempre así o hay un cambio a partir de su elección como papa?
–Siempre fue así. Desde que asumió como obispo puedo contar de cómo favoreció el trabajo en la villa del Bajo Flores, en Ciudad Oculta, ayudando para la construcción de escuelas y capillas. Siempre tuvo un trabajo muy comprometido con lo social y en apoyo a los derechos humanos. Por eso, no sé cómo se verá desde afuera, pero para la vida interna de la Iglesia es muy importante todo lo que hace como papa. Lo que él quiere es lo mismo que nosotros queremos. Acá los autos de los encargados de la seguridad son más llamativos que los autos en los que anda él. Son gestos, pero sirven. La gente está muy entusiasmada. Se puede ver también acá en Brasil.
–A propósito de su posición respecto de los derechos humanos, es cuestionada su actuación durante la dictadura en la desaparición de los curas Ioro y Jalics. ¿Qué opinión tiene sobre este caso?
–Conozco los testimonios. Es un tema que me toca de cerca porque esos curas trabajaban en el Bajo Flores, la misma villa en que ahora trabajo yo. Yo conozco a Bergoglio desde chico, porque nací en Mataderos y él iba mucho a mi barrio, así que tengo una relación de confianza y pude charlar varias veces de este tema con él. El me contó todo lo que hizo por ellos, no lo que no hizo. Me aseguró que hizo todo lo que estaba a su alcance. Hay que entender que si no era un obispo castrense no era tan fácil acceder a los lugares de poder de los militares. Conozco a otros obispos que pasaron en aquel tiempo por lo mismo que él, que sufrieron la desaparición de sacerdotes de su congregación y no pudieron hacer nada, nada más que como después no fueron elegidos papas, sus casos no fueron conocidos.
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