EL MUNDO › LO QUE ESPERA EE.UU. CON NETANYAHU

Un socio que pone trabas

 Por Rupert Cornwell *

Desde Washington

Si alguna vez hubo un líder de una nación amiga que Estados Unidos y sus principales aliados occidentales querían que perdiera una elección, ése era Benjamin Netanyahu. Eso no sucedió. En cambio, él está en la mejor posición para liderar el próximo gobierno israelí, y su victoria dificulta la resolución de algunos de los problemas más acuciantes de un Medio Oriente en caos.

Una razón es que mucho antes de su inesperado triunfo del martes, sus relaciones personales con muchos de sus pares extranjeros ya estaban mal, especialmente con el presidente Obama, el líder de la potencia protectora de Israel, a quien Netanyahu desairó cuando pronunció su discurso ante el Congreso el mes pasado, condenando de antemano cualquier acuerdo que Obama pudiera hacer con Teherán sobre el programa nuclear iraní.

Otra es la serie de promesas que el primer ministro hizo en el tramo final de la campaña, complaciendo a los partidos de extrema derecha religiosa y nacionalistas que necesitará para formar una coalición de gobierno.

Su promesa de que no habrá un Estado palestino en su agenda, y su apoyo a aún más asentamientos en la Cisjordania ocupada, seguramente hacen inútil cualquier intento de revivir las negociaciones de un acuerdo con los palestinos. No es un cambio sorprendente dado que, desde que fracasaron los intentos de diálogo del secretario de Estado, John Kerry, el llamado “proceso de paz” ha estado en cuidado intensivo de todos modos.

El lenguaje intransigente de Netanyahu molestará tanto a Estados Unidos como a sus aliados europeos. Ayer Federica Mogherini, jefe de política exterior de la Unión Europea, dijo que la UE quería trabajar con cualquier gobierno israelí entrante para relanzar los esfuerzos para un acuerdo de paz.

La realidad es que más países europeos, exasperados por la expansión de los asentamientos, se verán tentados a respaldar el impulso unilateral de los palestinos por obtener la categoría de Estado –en las Naciones Unidas, y en otros lugares–. Netanyahu, por supuesto, puede revertir sus posiciones. Siempre fue pragmático con su fino olfato por los aires dominantes: sus promesas “son como algo escrito en el hielo en un día muy caluroso”, declaró un comentarista israelí.

En Estados Unidos, las repercusiones de su victoria podrían ser aún más serias. El discurso de Netanyahu ante el Congreso dio a entender que Obama era un ingenuo incompetente en sus relaciones con Irán. Lo alinearon con los republicanos que controlan la Cámara de Representantes y el Senado. Para los demócratas, y los demócratas judíos en particular, la ocasión los obligó a elegir entre su tradicional apoyo a Israel y al presidente de su propio partido.

La victoria del primer ministro llegó mientras Estados Unidos y los negociadores iraníes estaban luchando por llegar a un acuerdo disminuyendo el progreso de Teherán hacia una capacidad para fabricar armas nucleares antes de la fecha límite de la próxima semana.

En los próximos días habrá, sin duda, señales de Jerusalén de que Netanyahu quiere emparchar los lazos con Washington. A pesar de las actuales y apenas precedentes tensiones, la arraigada relación entre Estados Unidos e Israel sobrevivirá. Todo pasa, incluso Netanyahu.

El hecho, sin embargo, es que su reelección podría dificultarle más a Obama bloquear la legislación del Congreso que someta cualquier acuerdo nuclear con Irán a la aprobación previa del Senado.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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