Desde Brasilia

Policías armados invaden el Sindicato de metalúrgicos, desconocidos hostilizan a la sede de la Unión Nacional de Estudiantes, ataque cibernético contra el sitio Carta Maior y vivas a la dictadura militar. El movimiento por el golpe blando (¿blando?) contra Dilma Rousseff y la prisión de Luiz Inácio Lula da Silva apenas disimula su vocación totalitaria. Advertida del espiral fascistoide en curso desde hace días que tuvo su cima en los actos destituyentes del domingo la presidenta Dilma Rousseff divulgó un comunicado en el que requirió explicaciones sobre la coacción de la Policía Militarizada de San Pablo contra gremialistas y militantes del Partido de los Trabajadores reunidos en respaldo de Lula. Dilma exigió “al gobierno de San Pablo que investigue con rigor el accionar de los policías armados... por el episodio ocurrido en el Sindicato de Metalúrgicos del ABC (cordón industrial paulista) durante un plenario en apoyo de Lula”. No es la primera vez que la policía militarizada de San Pablo exhibe su hostilidad hacia el PT: la semana pasada el jefe de la seguridad de ese estado, gobernado por el opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña, anunció que no iba a permitir que militantes petistas marchen por la Avenida Paulista, la principal de la capital, donde ayer se manifestaron 450 mil defensores de la caída del gobierno, que según la encuestadora Datafolha sería la mayor concentración desde 1984. El sábado por la noche, en vísperas de los actos destituyentes, desconocidos escribieron consignas intimidatorias en la sede de la Unión Nacional de Estudiantes en San Pablo. “Es intolerable la violencia cometida por los vándalos que atacaron a la UNE, se trata de una acción violenta que confunde el debate democrático con la diseminación del odio”, dijo Dilma. “Luchamos muchos años para el pleno ejercicio de las instituciones y el derecho a las manifestaciones políticas y lo que se vio en la UNE fue una afronta a la democracia”.