EL MUNDO › QUIEN ES Y COMO OPERA EL POLITICO QUE TOMO LA PRIMERA INTERNA POR ASALTO

Un presidenciable en el estilo Hollywood

Por Rupert Cornwell*
Desde Washington

“Kerry, el que vuelve”, se apodó a sí mismo el lunes a la noche luego de los festejos que siguieron a su aplastante victoria en Iowa, la misma que hizo resurgir una campaña que apenas unas semanas antes parecía a punto de colapsar. Pero a decir verdad, la apuesta de John Kerry por la nominación demócrata del 2004 nunca debería haber llegado a ser tan arriesgada. Las ambiciones presidenciales de Kerry no han sido ningún secreto durante años, incluso décadas. Cuando en 2002 surgieron los primeros candidatos demócratas, Kerry, con sus evocadoras iniciales JFK, parecía el hombre ideal para el puesto.
Por la sangre de John Forbes Kerry circula una mezcla inusual: del lado de su padre tiene antepasados judíos austríacos, y por parte de madre, intelectuales de Boston. Alto y con una mandíbula afilada, Kerry encarna el ideal de un director de casting de Hollywood para el rol de un presidente. Estudió en Yale pero, a diferencia de muchos de sus compañeros –entre ellos George W. Bush– se enroló en las fuerzas armadas para pelear en Vietnam, donde fue herido y condecorado por su valor. Después de dos décadas en el Senado, se ganó una sólida reputación como político progresista, pero también es un peso pesado en seguridad nacional.
Tiene una combinación que ninguno de sus rivales puede igualar, un curriculum vitae que atrae tanto al ala conservadora como a la progresista de su partido. Pero a todos sorprendió que, luego de haber sido considerado el candidato con más chances en la carrera demócrata, su campaña se fuera a pique. Estaba acorralado por las internas, un exceso de asesores y la incertidumbre sobre cómo manejar la creciente popularidad de su coterráneo de Nueva Inglaterra, Howard Dean.
Antes de Navidad, los esfuerzos de Kerry parecían inútiles. A veces, los medios que cubrían su candidatura preferían concentrarse en su esposa Teresa Heinz Kerry, la viuda del senador de Pennsylvania John Heinz, el dueño de una marca de alimentos envasados que al morir le dejó una herencia de 600.000 millones de dólares. Conocida por su trabajo en organizaciones filantrópicas, Teresa es charlatana, lo contrario de su marido, reservado y callado.
Durante la campaña, Kerry se mostró como un hombre presuntuoso. A veces se comportaba como si la nominación demócrata siempre hubiese sido suya por un derecho de nacimiento. Y se mostraba azorado de que en las encuestas los votantes afirmaran lo contrario. En Nueva Inglaterra, donde alguna vez supo liderar la carrera demócrata, en diciembre cayó al tercer lugar. Y en Iowa las cosas tampoco le iban bien. Pero luego hizo una apuesta fuerte: decidió no recibir los fondos federales de campaña, pidió un crédito por 6.4 millones de dólares poniendo sus bienes como garantía y centró todos sus esfuerzos y energía en Iowa, donde Dean y Richard Gephardt peleaban cabeza a cabeza el primer lugar.
Fue una apuesta audaz de un hombre al que le gustan el riesgo y los deportes temerarios como las carreras de moto y el windsurf. Y valió la pena. Pero esto no hubiera sucedido si no hubiera descubierto su propia voz y enviado un mensaje claro sobre los problemas de EE.UU., en vez de insistir con su heroísmo en una guerra que terminó hace 30 años. Sin embargo, fue Vietnam lo que lo catapultó como un héroe devenido en un ferviente opositor de la guerra. En 1971 declaró ante el Congreso: “¿Cómo se le pide a un hombre que sea el primero en morir por un error?”. Sus palabras capturaron el espíritu de la época y lo lanzaron a la fama. Ya entonces, algunos lo veían como un futuro candidato a la presidencia.
Pero el proceso tomó más tiempo de lo esperado. Luego de perder una elección parlamentaria en 1972 –en un distrito de Massachusetts que incluso el desafortunado George McGovern logró ganar– Kerry se convirtió en el vicegobernador de Michael Dukakis, antes de alzarse con una banca en el Senado en 1984. En el Capitolio, pronto se hizo famoso por suimpactante presencia física, su conocimiento de la agenda y su interés por las investigaciones de alto perfil. Algunas fueron triviales, pero otras resultaron ser muy valiosas, como el informe de su comisión sobre el Banco de Crédito y Comercio Internacional.
Hoy día nadie duda de las calificaciones de Kerry para la presidencia. Es muy hábil para polemizar y, si tiene la oportunidad, en un debate frente a Bush podría poner en evidencia la chatura de las credenciales militares del actual presidente. El 1º de mayo pasado, Bush se vistió como un piloto de la Marina. Pero John Kerry fue un verdadero héroe naval.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Milagros Belgrano.

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