EL MUNDO › OPINION

Un escándalo vacío

En realidad, las revelaciones de que George W. Bush “sabía” con antelación de los ataques terroristas del 11 de setiembre y no hizo nada para prevenirlos son una tormenta en un vaso de agua, como puede confirmarlo cualquiera que sepa un poco del modo en que funciona la inteligencia antiterrorista de Estados Unidos: un presidente recibe en su escritorio docenas de ese tipo de advertencias por semana y, salvo que conozca los blancos y la fecha de las operaciones, es poco lo que puede hacer, salvo militarizar la vida nacional y aterrorizar a decenas de millones de habitantes en previsión de un ataque que puede no llegar nunca. Porque la alerta misma puede ser contrainteligencia enemiga. Un terrorista que se precie no se limita a tratar de mantener sus planes bajo el máximo secreto; por el contrario, y como sabe que a la larga algún tipo de filtración es inevitable, lo que trata de hacer es cegar al enemigo echándole a los ojos tanta arena de planes falsos como sea posible, para enmascarar el verdadero. Agréguese a esto la difícil selección de material de inteligencia y la multiplicidad de agencias encargadas de hacerlo (Agencia de Seguridad Nacional, Departamento de Defensa, Agencia de Inteligencia de Defensa, Administración Federal de Aviación, Departamento de Justicia, FBI, CIA, INS, etc., etc.) y los problemas aumentan de modo exponencial.
Nadie duda de que la prevención en Estados Unidos era laxa, e incluso después de los atentados las medidas para reforzarla causaron un considerable nivel de críticas por parte de los grupos de derechos civiles preocupados de que el gobierno pudiera usar los hechos para inmiscuirse en la vida privada de los ciudadanos; una movilización total como la exigida hoy retrospectivamente hubiera sido imposible fuera de tiempos de guerra. Por eso, gran parte del escándalo parece políticamente motivado por los rivales de Bush fuera y dentro de su partido con vistas a las elecciones de renovación del Congreso. Pero incluso en esto la trama de los opositores de Bush sigue siendo débil. De acuerdo a las encuestadoras de Bush, el público norteamericano, cuya capacidad de atención se mide famosamente por nanosegundos, ha perdido todo interés en la guerra contra el terrorismo. Antes de las revelaciones del miércoles, esto estaba preocupando a los estados mayores del presidente, que estaban buscando desesperadamente nuevas causas para sostener la extraordinaria popularidad de Bush de aquí a noviembre. Y las encuestas de ayer (ver nota principal) no muestran ninguna verdadera luz roja.

Compartir: 

Twitter

 
EL MUNDO
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.