EL MUNDO
La inteligencia fue sorprendida con
“bombas salidas de la nada”
Los organismos de inteligencia británicos reconocieron que fueron tomados por sorpresa por los atentados. Sus dispositivos y sus bases de datos estaban más preparados para afrontar un ataque de terroristas del extranjero que de británicos islámicos.
Por Kim Sengupta *
Finalmente se planteó el escenario de pesadilla que las autoridades británicas más temían: ataques suicidas efectuados por ciudadanos británicos que llevaban vidas aparentemente normales, indetectables para las agencias de seguridad. Los datos que arrojó ayer la investigación de los ataques obligan a un giro de 180 grados. Han sido los primeros ataques suicidas en Gran Bretaña y dejan la desagradable sensación de que la primera línea del frente de batalla se trasladó a esta nación. Hasta ahora, las imágenes de militantes inmolándose con explosivos se referían a escenas de Palestina e Israel, Irak o Chechenia. Ahora están en Londres y las agencias de seguridad deberán descubrir cómo se realizó y diseñar una estrategia para impedir nuevos ataques.
La tarea que enfrentan es abrumadora porque no estaban preparadas para este escenario. Al final de un dramático día de allanamientos y arrestos han surgido algunas evidencias, como que los terroristas eran personas “nacidas en Gran Bretaña”, que viajaron a Londres en la línea principal de la costa este para matar y mutilar a sus compatriotas y morir en el proceso. En los últimos cuatro días, sin embargo, se especuló con que habían sido insurgentes extranjeros.
Scotland Yard ayudó a aumentar esta impresión al requerir con urgencia información de las agencias de seguridad europeas sobre sospechosos norafricanos. Y al mismo tiempo, para evitar el pánico, retuvo todo lo que pudo los informes sobre la participación de terroristas suicidas. Las mismas fuentes de inteligencia reconocieron que hubiera sido más fácil lidiar con un ataque de islamistas extranjeros. Había bases de datos disponibles, sospechosos reconocibles, y cierta información de los servicios aliados en Europa y Medio Oriente.
En cambio, lo que va apareciendo es una pequeña célula de británicos, hasta ahora desconocidos por las autoridades, que realizaron una operación no sofisticada: simplemente subieron a los trenes y a un ómnibus con sus paquetes mortales. Es improbable que este tipo de operaciones sea afectado por las medidas que anunció el ministro de Hacienda, Gordon Brown, para rastrear y confiscar los fondos internacionales de los terroristas. Toda la operación de Londres costó menos de 1800 dólares.
Las pruebas forenses dieron una idea bastante acertada del tipo de bombas usadas y las investigaciones buscan saber si los atacantes tuvieron contacto con grupos terroristas extranjeros para contrabandear explosivos y fabricar los dispositivos. Pero Robert Emerson, analista de seguridad, señaló que “estos dispositivos parecen ser bastante simples, fáciles de ensamblar con manuales o por Internet, bastante baratos. Lo que vimos el jueves fue una operación de nivel básico. La ventaja enorme de los terroristas fue que eran desconocidos. Con seguridad hay otros grupos similares. Entonces nos encontramos con otro problema: qué sanción se puede aplicar a alguien que está dispuesto a dar su vida”.
El peor dolor de cabeza ha sido la falta de inteligencia. El ministro de Interior, Charles Clarke, admitió que las bombas salieron de la nada, y que la policía y el MI5 fueron tomados por sorpresa.
Contra esa falta, ayer se vio que la investigación se movía con rapidez. La principal razón, sin embargo, fue el descubrimiento de elementos que pertenecían a los atacantes en los lugares de las explosiones, así como los videos de CCTV en la estación King’s Cross. Fueron estos rastros los que permitieron a las agencias de seguridad seleccionar la información que entraba en cantidades enormes. Este banco de información y las incursiones, allanamientos y arrestos de ayer formarán la base de la investigación de aquí en más. La policía y las agencias de seguridad podrán establecer contacto con los atacantes suicidas, las mezquitas a las que asisten, al igual que el círculo más amplio de simpatizantes.
Pero quitarle una pocas cabezas a la Hidra no garantiza seguridad futura. John Stevens, el ex comisionado de Scotland Yard, dijo el fin de semana que durante su gestión hubo ocho complots serios de “terroristas nacidos en Gran Bretaña” y cada complot involucraba a un grupo distinto. Según el MI5, unos 3000 musulmanes británicos han pasado por campos de entrenamiento paramilitares en Afganistán y en Pakistán. Se pensó en un primer momento que la gran mayoría se había desvinculado de las actividades extremistas tras regresar a este país. La policía ahora cree que hay un grupo de reclutas alimentado por la rabia por la invasión de Irak, mucho mayor de lo que se creyó.
Mucho se habló de las similitudes entre las bombas de Londres y Madrid. Los trenes suburbanos en la capital española no fueron volados en ataques suicidas, sino que, como aquí, sucedieron simultáneamente en la cúspide de la hora pico de la mañana, sin aviso. Al final de una investigación de 14 meses, Jorge Dezcallar, el ex jefe de CNI, el servicio de seguridad español, dijo: “Esto era una célula local dormida. Puede haber estado inspirada por Al Qaida, pero no tenía relación con Osama bin Laden. Algunos de los terroristas eran ladrones y criminales menores. Ni siquiera tenían un pasado islámico. Era casi imposible detectarlos”.
La investigación española tuvo el beneficio de la suerte. Una camioneta con grabaciones islámicas y rastros de explosivos fue encontrada en el estacionamiento de una estación. Luego una bolsa encontrada en un tren, que inicialmente se pensó que pertenecía a una de las víctimas, contenía una bomba sin explotar. Con estas evidencias, la policía española logró capturar a los terroristas y enviar información vital al sistema de seguridad internacional. A las autoridades británicas les queda la esperanza de tener la misma suerte.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.