EL MUNDO › 24 ANCIANOS MUERTOS EN UN OMNIBUS DE EVACUACION
Primeras bolsas de cadáveres
Por Rupert Cornwell *
Desde Galveston, Texas
En un trágico prólogo a la desgracia del huracán Rita, por lo menos 24 pacientes ancianos de un geriátrico de Houston murieron ayer en un atroz accidente de ómnibus cuando estaban siendo evacuados del paso de una tormenta que ha provocado un éxodo sin igual en tiempos de paz en la historia de Estados Unidos. El accidente ocurrió a 27 kilómetros al sur de Dallas, bloqueando durante horas la principal autopista que va al norte desde Houston. El ómnibus voló en llamas después de que estallaran varios tubos de oxígeno para tratar a los pacientes. La policía y los equipos de rescate corrieron a la escena, pero sólo 14 personas pudieron salir con vida. Se armaron nuevos y enormes embotellamientos, lo que se añadió a las tribulaciones causadas por la escasez de nafta y la exasperante lentitud del tráfico, mientras un estimado de 2,7 millones de personas abandonaban el área de Houston y el sudeste de Texas al tiempo que Rita caía sobre la costa.
Pero para ayer a la mañana, la evacuación estaba casi terminada. Mientras tanto, la amenaza a Houston mismo disminuyó ligeramente cuando el curso de la tormenta se desvió al este. Los últimos pronósticos de Rita –menos feroz que hace 48 horas, pero todavía de una categoría 3 inmensamente peligrosa, con vientos de 210 kilómetros– decían que tocaría tierra al amanecer de hoy cerca de la frontera de Texas con Louisiana, a unos 128 kilómetros de la ciudad. El giro significa que la cuarta área urbana más grande de Estados Unidos, con una población de 4 millones de habitantes, quedará en el lado oeste, y menos brutal, de la tormenta. Pero la buena noticia para Houston fue desastrosa para Nueva Orleans, que se encontró más cerca del centro de la tormenta sólo cuatro semanas después de ser devastada por las brechas en los diques causadas por el huracán Katrina. Con lo peor todavía a unas horas de distancia, el dique que protegía el noveno distrito de la ciudad se rompió en tres lugares, enviando más agua en cascadas hacia la ciudad que todavía estaba un tercio inundada. El área había sido de las más golpeadas por la inundación del mes pasado, volviendo inhabitable la mayoría de sus hogares. “Nuestros peores temores se han hecho realidad”, dijo el mayor Barry Guidry de la Guardia Nacional de Georgia. “Estas rupturas eran substanciales al amanecer y se han vuelto más grandes.” El riesgo también creció con un oleaje más alto, tensionando aún más las defensas, que habían sido reparadas de apuro. Para el mediodía las olas eran ya entre un metro y metro y medio más altas que lo normal.
Houston, entre tanto, ha sido reducida a una metrópolis fantasma. En lo que generalmente es la hora pico de la mañana de un viernes, las calles en el distrito de rascacielos del centro estaban totalmente vacías aparte de unos pocos automóviles de policía. En una región que es responsable por el 2 por ciento de toda la economía de Estados Unidos, casi todos los negocios habían cerrado, desde enormes refinerías, complejos petroquímicos y el centro espacial de la NASA hasta los restaurantes más pequeños y almacenes de barrio. Galerías, garajes y hogares estaban cerrados, tapiados y reforzados para el ataque climático que se avecinaba. Igualmente desierta estaba la ciudad insular de Galveston, unos 72 kilómetros al sur, que fue destruida totalmente en la legendaria tormenta de 1980, cuando por lo menos 6.000 personas murieron, en el desastre natural más mortífero de Estados Unidos. Esta vez, los 50.000 habitantes no se arriesgaron.
Para ayer a la tarde, sólo unos pocos cientos permanecían, mientras pesadas olas marrones grisáceas con barrosas crestas blancas comenzaban a estallar contra las escolleras de seis metros de alto, aunque Rita todavía estaba a 1200 kilómetros de distancia. Unos pocos valientes se aventuraban a pasear sobre la escollera, mientras se veían ocasionales autos de la policía en búsqueda de saqueadores. Aunque su poder había mermado ligeramente para el mediodía, se preveía que el huracán llegara a tierra durante la noche por lo menos como un huracán de categoría 3, con vientos sostenidos de 190 kilómetros por hora o más, y condiciones de tormenta tropical de una extensión de unos 560 kilómetros.
Para los desafortunados lugares que soportarán el golpe directo, las consecuencias podrían ser catastróficas. Los funcionarios de emergencias advirtieron que toda la ciudad de Port Arthur, cerca de donde pasará el ojo de la tormenta sobre la costa temprano el sábado, será inundada por un oleaje de siete metros. En total, Rita afectará a 5,2 millones de texanos en 1,8 millones de hogares, destruirá 6000 casas y le costará al Estado un precio inicial de 8200 millones de dólares. El daño a las instalaciones de petróleo y otras industrias, sin embargo, podría aumentar la cuenta. “Estén calmos, sean fuertes, digan una oración para Texas”, dijo Rick Perry, el gobernador de Texas.
El impacto económico de la tormenta ya es enorme. En los dos estados, ya se han cerrado 15 refinerías de petróleo, con una pérdida diaria de más de 2 millones de barriles de petróleo diario. Casi un tercio de la capacidad de las refinerías de Estados Unidos está caído, garantizando un gran salto en los precios del petróleo en los próximos días. La amenaza de Rita es cuádruple: no sólo vientos salvajes, tornados y marejadas que pueden arruinar algunas comunidades costeras vulnerables, sino también lluvias torrenciales. Algunos meteorólogos dicen que la tormenta se detendrá en los días posteriores después que toque la tierra. En ese caso, advierten, partes del norte de Texas podrían recibir cinco centímetros de lluvia o más.
No obstante, las lecciones de Katrina se tomaron en serio. A diferencia de la lánguida respuesta a esa tormenta, que por ahora se cobró 1000 vidas, los preparativos para la llegada de Rita no tienen precedentes. El ejército ha sido movilizado; 1000 marines están a bordo de vehículos anfibios, detrás de la tormenta, listos para capitanear las operaciones de emergencia de rescate, y 10.000 Guardias Nacionales de Texas están a la espera. Cuando golpeó Katrina, el presidente Bush siguió de vacaciones en su rancho de Texas, y viajó a eventos políticos en Arizona y California. Ayer, estaba en su estado, monitoreando los preparativos aun antes que golpeara la tormenta.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.