EL MUNDO › FUJIMORI, EL ICONO DEL NEOLIBERALISMO DE PERU

Sushi y champagne por diez años

Alberto Fujimori, el símbolo del neoliberalismo peruano, se caracterizó por su política confrontacional, su hermetismo, su frialdad y ... por haber sido el primer presidente del país en renunciar por fax. Después de diez años de gobierno signados por la corrupción y el autoritarismo, Fujimori vio frustradas sus intenciones de volver a ser reelegido en el 2000 y aprovechó su visita oficial al pequeño país asiático de Brenei para enviar un fax con su renuncia y exiliarse en la tierra de sus antepasados, Japón, durante los últimos cinco años.
Como la mayoría de sus acciones, la entrada a la política del Chino –como se lo conoce en Perú– fue sorpresiva. Aunque era rector de una universidad estatal y tenía un programa de televisión de baja audiencia en el que daba consejos sobre agricultura, Fujimori era un desconocido en la política nacional. Hasta esta época se lo conocía como un aficionado al ajedrez e ingeniero agrónomo con especialidad en matemáticas, con un pasar económico ajustado. Sin embargo, una suma de factores, que incluyeron la resistencia al candidato derechista, el escritor Mario Vargas Llosa, el desprestigio del Partido Aprista y la división de la izquierda le abrieron el camino para ganar las elecciones.
Una vez en el poder, tras una campaña en la que presentó ofertas populistas y ambiguas, Fujimori sorprendió –de nuevo– al adoptar el programa económico liberal de Vargas Llosa. En el terreno político, el giro hacia la extrema derecha también fue inesperado. Dos años después, en 1992, el Chino asumió sin tapujos su tinte autoritario, que más tarde lo caracterizaría, al disolver el Poder Legislativo y el Judicial y asumir todo el poder de la mano de su alianza con las fuerzas armadas. Este autogolpe gozó de un apoyo popular cercano al 80 por ciento.
Su centralismo a la hora de la toma de decisiones también caracterizó su gobierno. Dentro de su pequeño círculo de asesores se destacaba Vladimiro Montesinos, la figura macabra del régimen y la cabeza de los servicios secretos, que actualmente está preso por haber montado una red de corrupción durante la década fujimorista. Desde su exilio en Japón Fujimori se desentendió de su antiguo asesor, al que consideró un “cáncer” que erosionó su gobierno.
Uno de los “logros” que destacan sus seguidores fue la victoria sobre los grupos armados, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). El episodio más significativo fue la toma de la residencia del embajador japonés en Lima en 1996. Durante los 126 días que el MRTA mantuvo a los 72 rehenes, Fujimori se negó tajantemente a cualquier negociación o concesión. Esta “victoria sobre el terrorismo” le costó caro. Hoy afronta dos procesos por cargos de violación de derechos humanos, masacres y desapariciones forzadas, ejecutadas por los escuadrones de la muerte que creó, el más conocido, el Grupo Colina.
El otro gran “éxito” del fujimorismo fue estabilizar la economía, que en 1990 sufría una inflación del 7 mil por ciento anual. En este aspecto las similitudes con su par argentino de aquel momento, Carlos Menem, no son pocas. Por un lado, su adhesión al neoliberalismo fue total e incuestionable y, por otro, logró capitalizar el éxito económico y transformarlo en capital político. Ambos comparten una sed de poder y, en consecuencia, una obsesión por las reelecciones, un gran número de procesos judiciales en sus haberes, un liderazgo carismático ... y la lista continúa.

Perfil: Laura Carpineta.

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