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Otro 11 de setiembre
Por Claudio Uriarte
Quiere cajonear un problema? Invente una comisión para resolverlo.” Eso es lo que hizo George W. Bush ayer con la crisis de confianza en las corporaciones empresarias estadounidenses, pero no tuvo éxito: mientras la llamada Business Roundtable (o Mesa Redonda Empresaria, que agrupa a empleadores de unos 10 millones de norteamericanos) aplaudió sus medidas (porque son inocuas), los inversionistas votaron con los pies: el índice industrial Dow Jones cayó un 1,93 por ciento, y el índice compuesto Nasdaq lo hizo en un 1,74, las mayores pérdidas en las últimas cinco semanas. La retrogresión de los mercados a los niveles inmediatamente posteriores al 11 de setiembre ayuda a esclarecer lo que está pasando, porque la cadena de revelaciones sobre fraudes empresarios que empezó en diciembre con la caída de Enron es el equivalente financiero del 11 de setiembre: el terror está instalado sobre todo el mapa de la economía norteamericana, y nadie sabe dónde estallará la próxima bomba.
Bush ha respondido a la crisis de modo característico, como reaccionó a las revelaciones sobre fallos de inteligencia que permitieron el 11 de setiembre. Si en este último caso el presidente decidió crear un nuevo Ministerio de Seguridad Interior, en la crisis de Wall Street anunció ayer la creación de una comisión especial dentro del Departamento de Justicia para examinar los mercados y perseguir a los empresarios deshonestos. En ambos casos, se trata de meras pantallas y de medidas curiosas para un liberal de mercado puro y duro, que reacciona a los problemas aumentando el Estado en lugar de hacer un uso más racional de los instrumentos de que ya se dispone. En el caso del 11 de setiembre, la medida de Bush agregó una nueva instancia burocrática a la decena de agencias de seguridad e inteligencia cuyo mismo empaste produjo las fallas. Eso lo hizo porque no quería pelearse con la CIA y el FBI, que iban a resistir con uñas y dientes todo intento de centralización. En el caso de los escándalos empresarios, Bush tenía una solución más evidente en algo ya existente: reformar y fortalecer la Comisión de Valores (SEC, por sus iniciales en inglés) que después de todo fue creada precisamente para prevenir este tipo de situaciones. Sucede que Bush se encuentra en un dilema: llegó a donde está como portavoz de todos los grupos económicos que quieren la mínima regulación posible (o, mejor aún, ninguna regulación), pero la atadura de las jubilaciones de la mayoría de los norteamericanos a una Wall Street devaluada le complica las elecciones de noviembre.