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Evo arrasador
El lento escrutinio de los comicios presidenciales bolivianos del 30 de junio entregó una sorpresa: el líder cocalero del MAS, Evo Mora-les, cuarto en las encuestas y denostado por Estados Unidos, salió segundo y disputará la presidencia con Gonzalo Sánchez de Lozada, del MNR. Este, a su vez, no consiguió las alianzas necesarias para ganar, por lo que la elección es una incógnita.
La Razón
Situados ambos partidos en posiciones claramente diferentes, el MNR y el MAS pueden, empero, encontrar espacios de a-cuerdo, que de ninguna manera impliquen arriar banderas. El país tiene tantas necesidades que no hay diferencias político-ideológicas que impidan satisfacerlas: soluciones equitativas a la crisis económica; ampliación de la participación ciudadana; lucha contra la corrupción, etcétera. El reto –y la grandeza– radica en que ambos puedan generar nuevos estilos de hacer política. Los cambios que se necesitan deben dirigirse a reponer el sentido de la política como el arte no sólo de lo posible sino de agregar demandas y ofrecer visiones de país por las cuales la gente pueda recuperar la esperanza y movilizarse.
(Editorial)
El Deber
La ausencia de coaliciones en el Palacio Quemado genera una especie de sentimiento de orfandad entre los que temen una oposición congresal intransigente, rebelde, provocadora. Decía un dirigente del MAS al hacer una lectura de la posición mirista: “Han advertido que podrían conformar una bancada opositora poderosa de modo que Goñi tendría que pedir permiso al Congreso hasta para ir al baño”. Cierto; si la oposición se propone hacerle la vida imposible al futuro presidente, seguro que lo consigue. Sin embargo, la presente coyuntura puede también ser aprovechada para poner a prueba la madurez política de nuestros representantes y para echar a andar un plan de gobierno libre de componendas.
(Editorial)
La Prensa
Quienes alguna vez pensaron que la emergencia campesina e indígena, representada ahora por sí misma en más de 40 escaños del Congreso Nacional, es el resultado de la intromisión de algún embajador, de la capacidad de encantamiento de viejos líderes izquierdistas, de un renovado corporativismo sindical o, para no ser menos, de alguna oscura y perturbadora acción de ONG, están totalmente equivocados. Deberíamos aceptar, de una buena vez, que esta emergencia no es de ahora. Y que por primera vez en nuestra historia estos señores, que también son dueños de esta tierra, han llegado a su Parlamento para quedarse.
(Hugo Fernández Aráoz)