Sábado, 19 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › REFLEXIONES SOBRE LAS CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA DERROTA DEL KIRCHNERISMO EN EL SENADO
Las diputadas kirchneristas critican la actitud del vicepresidente Julio Cobos y reivindican el rol redistribuidor del Estado. El analista Ricardo Sidicaro advierte sobre categorías perimidas para analizar la actualidad y propone aprovechar el revés.
Por Ricardo Sidicaro *
Una de las mayores dificultades que tuvo el Gobierno para enfrentar el conflicto con los sectores rurales que se movilizaron contra las retenciones a las exportaciones surgió del empleo de lo que, con Ulrich Beck, me gusta definir como categorías zombies, imágenes, ideas y conceptos que pudieron ser útiles para entender las sociedades y sus actores en otros momentos históricos, pero que hoy ocultan más que lo que aclaran y, lo que es peor, conducen a la adopción de discursos y prácticas ineficaces para operar en el cambio progresista de la realidad. El error tiene, sin embargo, sus explicaciones. Las mutaciones de época no siempre son fáciles de percibir por los actores políticos ni, tampoco, por quienes piensan sobre ellos. A los primeros, la eficacia de las grillas de comprensión de los hechos del pasado les puede parecer que, como los vinos, cuanto más añejos mejores son. Para los segundos, el trabajo de adoptar nuevos paradigmas se hace difícil por la resistencia misma que oponen las ideas establecidas y quienes se benefician con su permanencia. Pocas veces como en estos prolongados idus de marzo, el costo de las ideas viejas habrá sido tan alto para todos. Las preguntas sobre lo nuevo se hacen más fácilmente cuando aparecen las crisis políticas cuya observación invita a cuestionar certezas. Las crisis, como los terremotos, introducen verdaderas fisuras que revelan las estructuras y capas geológicas que antes no se veían, por falta de aparatos técnicos para la indagación o por la voluntaria decisión de no escarbar en terrenos supuestamente conocidos. Con cuatro meses de movimientos sísmicos podemos hacer hoy un balance provisorio, y lo que nos interesa considerar son los efectos negativos de las categorías zombies que enturbiaron los razonamientos y las acciones de quienes se enfrentaron con las reivindicaciones agraristas. En el fragor de la crisis, los peronistas parecieron creer que luchaban contra la oligarquía de otras épocas. Las transformaciones de los actores del mundo rural, así como la naturaleza de sus continuidades, fueron, prácticamente, ignoradas como si el tiempo se hubiese detenido a mediados de los años ’40. El beneficio del error podía encontrarse en la ilusión: si el enemigo era la oligarquía entonces los peronistas eran el peronismo. Así, como una pesadilla que se disipaba por ese acto de enunciación, debían desaparecer los tiempos aciagos en que los hombres de sus filas habían privatizado las empresas estatales, se subordinaron a los dictados del capital financiero internacional e hicieron añicos lo que quedaba de justicia social.
Las categorías zombie llevaron a los peronistas a ignorar las debilidades políticas propias y, además, invitaron a los ricos del campo a inflarse creyéndose herederos del poderoso actor político y económico de comienzos del siglo XX. Eso suponía ignorar que al llegar los años ’40, eran pocos los “oligarcas” capaces de sacrificarse por el honor social y apenas conservaban las apariencias de un estrato aristocratizante, por eso sus integrantes no hicieron mayores muestras de resistencia cuando el Estado fuerte les quitó ingresos vía el IAPI y la Sociedad Rural Argentina dio oficialmente su adhesión pública a la reelección de Perón en 1952 y se incorporó a la CGE peronista. Los actores más ricos del agro actual son hombres de negocios, que mal podrían paralizarse ante los aparatos estatales desacreditados desde hace mucho tiempo ante la opinión pública, no tienen inhibiciones para hacer alianzas hacia abajo, y se confunden con las clases medias sin hacer mayores gestos de riqueza ociosa.
Los que cortaban rutas no eran los grandes ricos del agro, sino los pequeños y medianos productores que sentían el riesgo de perder ingresos o las posibilidades de mantenerlos a costa de tener que abandonar sus comunidades en las que conservaban sus modos de vida. A todos los había alcanzado la actual etapa de la modernidad: la globalización los amenazaba, pero sabían nombrar sus derechos con palabras que nada tenían en común con los irritantes discursos reaccionarios; 25 años de democracia no habían pasado en vano. Es más, la Federación Agraria Argentina es, probablemente, una de las entidades del mundo político corporativo nacional que mejor puede exhibir una historia democrática. En fin, como si viviésemos en una realidad anterior a la TV, las seguras imágenes de gente de aspecto y habla popular, no fueron tenidas en cuenta por quienes enfrentaban el reclamo agrario.
Hay muchos modos distintos de narrar lo que sucedió en los últimos cuatro meses. La peor contribución que se puede hacer al presente y al futuro de las visiones progresistas puede ser construir un relato que insista en afirmar que la “oligarquía” venció al “pueblo” en una lucha por la distribución de los ingresos. Esa sería una construcción ideológica negativa para los intereses de los sectores populares y para el indispensable proceso de afianzar la democracia en nombre del mejor patriotismo de esta etapa de la modernidad: el patriotismo de la Constitución. Por eso, el funcionamiento de la división de poderes y de los debates parlamentarios se puede pensar como un aporte a la edificación de un país institucionalmente normal.
* Investigador principal del Conicet, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Errores, oportunismos y coherencias
Por Victoria Donda y Cecilia Merchán *
Hace unos días hacíamos simples cálculos para conocer realmente a qué renta “extraordinaria” nos referíamos cuando hablábamos de exportación de soja. Comparábamos los alcances de la Resolución 125 el 26 de marzo (fecha en que la Cámara baja rechazó un proyecto presentado por Adrián Pérez y otros diputados opositores, que proponía la derogación de dicha resolución) con la que finalmente fue aprobada con media sanción por dicha Cámara el 2 de julio. Iniciativa que el jueves a la madrugada fue rechazada por el Senado con los votos de oscuros personajes de la política argentina como Carlos Menem, Juan Carlos Romero, Adolfo Rodríguez Saá e Hilda “Chiche” Duhalde, entre otros.
De este simple cálculo, que consiste en saber a cuánto cotiza la soja en el mercado de Chicago y cuánto le correspondía por retenciones móviles en cada una de las fechas que mencionamos (38% el 26 de marzo y 30% para los pequeños, 35% para los medianos y 48% para los grandes el 2 de julio), restando la proporción de retenciones y de gastos de producción reconocidos por las propias entidades, con excepción de aquellos que alquilan campos para producir. El resultado arrojaba que el ingreso mensual de un pequeño productor que exportaba 200 toneladas el 26 de marzo pasaba de 21.175 pesos a 29.280 pesos mensuales el 2 de julio. Para un mediano productor que produce 500 toneladas para exportar: 53.475 pesos por mes a fines de marzo contra 68.005 a principios de julio. Y para un gran productor o pool de siembra que exporta 5000 toneladas de soja, la ganancia neta arrojaba 534.750 pesos el 26/03 contra 554.460 el 02/07. Estamos hablando de ganancias netas mensuales y queremos remarcarlo porque para saber cuánto ganan anualmente hay que multiplicar estas cifras por doce.
Hoy, ante la derogación de la Resolución 125 (con retenciones que vuelven al 35 por ciento fijas) y calculando el precio de la tonelada de soja en 580 dólares, los ingresos mensuales para un productor exportador de 200 toneladas serán de 26.830 pesos; para uno de 500 tn, de 67.074 pesos y para un gran productor que exporta 5000 tn, de 670.740 pesos. Todos son, obviamente, montos aproximados, pero con ellos se responde a la pregunta de por qué no es una preocupación para un productor sojero cuánto cuesta un kilo de carne.
Esta aburrida introducción para los lectores es necesaria para entender cuáles fueron las diversas razones que llevaron a que la Resolución 125 estuviera cerca de fracasar en la Cámara de Diputados y cayera en el Senado, con el tan sorpresivo como indigno papel del doctor Julio Cobos, quien no pudo con las presiones de los grandes factores de poder.
Queremos decir que hay unos pocos, por suerte, que se opusieron a la medida por “izquierda”, argumentando que el gobierno nacional malgasta los fondos que retiene por tributos a la renta extraordinaria y los distribuye mal y poco. Allí están los votos del diputado Claudio Lozano y de casi todo el bloque SI (ex ARI) encabezado por el legislador Eduardo Macaluse (con la honrosa excepción del diputado Gorbacz, quien se abstuvo). Detrás de sus planteos autojustificantes, aportaron a que una resolución que apuntaba a fortalecer el rol regulador del Estado nacional en la economía cayera, contradiciendo sus propias premisas y las de cualquier proyecto nacional y popular. Parecen pasar por alto estos dirigentes la heterogeneidad histórica y actual de nuestra nación, tanto en términos de sectores económicos y sociales que la componen, como en la correlación de fuerzas que hoy están establecidas. Sin olvidar las consecuencias de la reciente herencia neoliberal para nuestro Estado. Entonces decidieron mostrarse “diferenciados” y oponerse al igual que Bullrich (Patricia y Esteban), Pinedo, Barrionuevo, etc. Tal vez no pasen por alto estos factores, sino que en el fondo se hayan opuesto por temor a una ofensiva de la derecha o por mera especulación u oportunismo político.
Desde otro lugar, la vieja y la nueva derecha argentina impulsaron la derrota de las retenciones móviles. Esta derecha, compuesta actualmente por integrantes del PJ “pragmáticos” que añoran los ’90, radicales conservadores de todo pelaje y empresarios exitosos o profetas temerarias, devenidos políticos modernos, fueron pasando uno a uno por una limpieza reparadora de cutis en las aguas de la corporación mediática nacional. El resto de los actores están deslegitimados para la sociedad. Vale aclarar que, desde nuestro punto de vista, todos ellos han sido perfectamente coherentes con los intereses que realmente representan.
Entendemos que sobre este aspecto debemos reflexionar. Hoy es más evidente que nunca que la alianza política que garantizará un modelo de país con justicia y equidad social es aquella que privilegie a organizaciones y dirigentes consecuentes con estos objetivos y no la que reserve espacios de decisión a representantes de la vieja política responsables de buena parte de las condiciones que arrojaron a la Argentina al infierno.
* Diputadas nacionales del Movimiento Libres del Sur.
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