EL PAíS › ENTREVISTA CON EL ESPECIALISTA JAMES SHEPHERD
“Las enfermedades cardiovasculares aumentan en países en crisis social”
El escocés James Shepherd es uno de los principales expertos mundiales en epidemiología cardiovascular. En esta entrevista, explica cómo la aterosclerosis se extiende en los países del tercer mundo. Y define esa enfermedad como la “epidemia del siglo XXI”.
Por P. L.
“La aterosclerosis es la epidemia del siglo XXI”, sostiene el escocés James Shepherd, uno de los principales expertos mundiales en epidemiología cardiovascular, quien visita la Argentina para participar en el actual Congreso de Cardiología. Es que, en esta centuria, esa enfermedad –que es como la madre de las principales afecciones cardiovasculares– ha dejado de ser “privilegio” de los países desarrollados para extenderse, al ritmo del sedentarismo y la comida basura, por el mundo entero. Unas 58 millones de personas fallecen cada año por afecciones cardiovasculares, y tres de cada cuatro de estas muertes se producen en el Tercer Mundo. En diálogo con Página/12, Shepherd comentó las particularidades de la nueva pandemia y explicó las teorías actuales sobre las causas de esta enfermedad que, al fin y al cabo, resulta tener su origen en el hígado: “El corazón es una víctima inocente”.
“En el siglo XIX, muy poca gente moría por enfermedades cardíacas: empezaron a aumentar cuando fueron cambiando los hábitos de las poblaciones: la gente empezó a fumar más, a incrementar su consumo de alimentos grasos, a incorporar demasiadas calorías con poco ejercicio”, historiza Shepherd, cuyo propio país, Escocia, “hasta hace diez años tenía la mayor tasa de mortalidad del mundo por enfermedades cardíacas. Esta cifra cayó desde que se lograron cambios en aquellas conductas de riesgo”.
Además, hay que decir que los escoceses participan del sistema de salud británico, donde el Estado ofrece cobertura de salud a toda la población, incluyendo los medicamentos. Para poder hacerlo, y distribuir recursos necesariamente limitados, cuentan con scores que establecen cuál es el coeficiente de riesgo de enfermedad para cada persona, según sus niveles de hipertensión, colesterol en sangre y enfermedades asociadas como la diabetes: cuando el coeficiente de riesgo supera cierta cifra, el paciente empieza a ser tratado con la medicación correspondiente.
En cambio, “en los últimos diez años, las enfermedades cardiovasculares se han incrementado mucho en países en crisis social como los de Europa oriental –señala el epidemiólogo–, pero también en Japón, China, Singapur, India, donde el aumento del riesgo va ligado con problemas como el ‘síndrome metabólico’, donde se conjugan: obesidad, hipertensión aumento de la glucosa en sangre”.
Ello se debe a que “el fast-food aterrizó en el Lejano Oriente”, contesta Shepherd. “La comida japonesa tradicional es fantástica: pescado, arroz, vegetales, sin carnes grasas ni lácteos, pero los japonesas se están transformando en occidentales, cambian sus hábitos y la consecuencia es un riesgo epidémico de enfermedades cardíacas.”
Así, el mundo subdesarrollado se parte a su vez en dos: “Algunos países, al mejorar su situación económica, mejoran sus niveles en enfermedades infecciosas como la diarrea infantil o problemas respiratorios; la expectativa de vida aumenta, los hábitos cambian y se da la oportunidad para las enfermedades cardiovasculares, a menudo sin suficiente infraestructura para su adecuado tratamiento”, señala Shepherd, y admite que “en el Africa subsahariana enfermedades como el sida evitan las cardiovasculares, simplemente porque la gente muere muy joven”.
Pero, con la aterosclerosis, no sólo se trata de la muerte: “Esta enfermedad afecta la calidad de vida de la humanidad. Trae consecuencias como la invalidez y la demencia; ataca a personas que, a los 50 años, están en plena actividad. Causa males como el ataque cardíaco, el accidente cerebrovascular y daños en los vasos de las piernas”.
Actualmente, “nos acercamos a la noción de que, en realidad, esta enfermedad se origina en el hígado”, explica Shepherd. Es que ese órgano es el encargado de producir y de eliminar de la sangre el colesterol. “Si el hígado produce de más o elimina de menos, el nivel de colesterol en la sangre aumenta y la consecuencia son cambios en las arterias, cuyas paredes internas se tornan irregulares y permeables, de modo que el colesterol se filtra hacia el interior de la pared arterial.” Cuando las partículas de colesterol se han metido, como quien dice, entre los ladrillos de las paredes arteriales, el organismo las toma como extrañas “y las células defensivas llamadas macrófagos se meten a su vez en la pared para devorar el colesterol; pero sucede que, cuando se llenan de colesterol, mueren a su vez, estallan y liberan lo que han ingerido, en lo que se torna un círculo vicioso”, explica Shepherd.
Ese revoltijo de colesterol y células defensivas “produce una inflamación en la pared de la arteria, como si fuera un grano en la piel. Eventualmente ese ‘grano’ estalla en el interior de la arteria y en la lesión se forma un coágulo que se agranda, se agranda. Cuando la arteria se obstruya, según su lugar en el organismo, podrá producirse un ataque cerebral o cardíaco”, concluye el especialista, y destaca que “todo empezó en el hígado: el corazón es en todo caso una víctima inocente”.
En cuanto al tratamiento, “no se prevé para los próximos tiempos ninguna droga milagrosa que pueda reemplazar los cambios en el estilo de vida de cada persona. En todo caso, se mantienen dos abordajes distintos: para las personas con riesgo bajo, modificaciones en el estilo de vida: comer poca grasa, hacer ejercicio, dejar de fumar; para las personas en alto riesgo, utilización de medicamentos, con estrategias adecuadas al riesgo de cada uno: colesterol alto, obesidad u otros factores”, resume Shepherd.