Con un discurso largo y bastante emotivo, el embajador de Estados Unidos en Argentina comenzó sus despedidas del cargo. Earl Wayne reunió ayer a periodistas, columnistas y empresarios de medios en el Palacio Bosch, su residencia diplomática, para hacer un balance muy positivo de su paso por el país, que deja el 4 de junio. Wayne pasa a Kabul, Afganistán, como encargado de un programa de desarrollo de la sociedad civil, un puesto de alto peso político en el contexto de la presencia militar de EE.UU. Más tarde, se hizo una corrida hasta la Casa Rosada para despedirse personalmente de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Wayne evitó cuidadosamente cualquier comentario sobre la relación política entre ambos países y resumió sus casi tres años en Buenos Aires como un momento en que “se establecieron bases fuertes de cooperación” y “se trabajó mucho para mejorar el entendimiento mutuo, con éxito”. El embajador destacó que “hay una nueva administración en Washington que se interesa por tener un nuevo capítulo en las relaciones con América latina”.

El embajador también señaló como un triunfo que se haya reactivado el mecanismo de consulta mutua creado a principios de los años noventa, que describió como “una muy buena forma para charlar sobre las áreas de cooperación e identificar las áreas donde se puede colaborar. En el último año hemos trabajado mucho en nuevas áreas, como nanotecnología y lucha contra el cáncer, por ejemplo”. Wayne también destacó proyectos como “la inversión a futuro para las relaciones bilaterales que fue la expansión de las becas para estudiar inglés”, que pasaron de 60 a 600, destinadas a estudiantes secundarios.

Wayne no ocultó que, más allá de sus deberes, disfrutó de vivir en Argentina. “Para mí, las cosas más valiosas fueron mis contactos con la sociedad civil argentina, y especialmente con las personas que son héroes que trabajan por los que necesitan ayuda, como chicos, adictos, víctimas de la trata de personas, de violencia doméstica. Mi recuerdo de trabajo con ellos es maravilloso”, dijo. Por eso subrayó momentos como su visita a la Villa 31 y a Ciudad Oculta, donde encontró “chicos completamente abiertos para ser cariñosos con el visitante, y con tanto potencial, independientemente de su situación humilde”. También de anécdotas como aprovechar la visita de músicos americanos para hacer trabajo social. “Por ejemplo cuando vinieron los Black Eyed Peas, era la primera vez que esos chicos asistían a un concierto en sus vidas, y las estrellas del grupo fueron muy amables y charlaron con ellos.”

En el encuentro de ayer se comentaba que el embajador ciertamente extrañará Buenos Aires, una ciudad donde se lo veía frecuentemente haciendo vida porteña, visitando restaurantes y haciendo ejercicio regularmente en el Club de Amigos. El embajador, según se comentaba, cambiará el magnífico Palacio Bosch –uno de los grandes palacios de la ciudad, en estilo francés y restaurado impecablemente hace pocos años– por un mínimo departamento en la capital afgana.

Un momento de humor fue la referencia de Wayne a la agregada de prensa de su embajada, Mara Tekach, que también deja Argentina para tomar un puesto en la legación norteamericana ante las Naciones Unidas. “La única razón por la que dejo que Mara se vaya es porque me voy yo también”, bromeó el embajador. Wayne parte el 4 de junio por dos semanas a Estados Unidos y antes de fines de ese mes tomará su puesto en Kabul.

La hispana Vilma Socorro Martínez está en línea para suceder a Wayne en Buenos Aires. Descendiente de inmigrantes mexicanos a Estados Unidos, Martínez será un nombramiento político, ya que no es diplomática de carrera. Su vínculo con el Partido Demócrata y el presidente Barack Obama surge de su militancia en el campo de los derechos civiles de la comunidad hispana en EE.UU. Su nominación todavía no fue oficializada por la Casa Blanca y su puesto será efectivo sólo tras la aprobación del Senado, después de las audiencias específicas en la Comisión de Relaciones Exteriores.