Jueves, 28 de mayo de 2009 | Hoy
EL PAíS › EL GOBERNADOR SCIOLI CON MIRTHA LEGRAND
Por Luis Bruschtein
Por lo menos tres veces lo amenazó con lo que dice la gente: “¿Querés que te diga lo que dice la gente?”. Y rebuscaba con ademán de discutidor callejero en una pila de papeles donde supuestamente estaba la gente. “Yo soy gobernador y sé lo que dice la gente”, le retrucaba Scioli. “Qué van a saber, a ustedes y al Gobierno les hacen el diario de Yrigoyen” insistía la anfitriona neutral y equidistante, objetiva, como siempre.
Mirtha se sacó, la escenografía de cortinados y columnas neoclásicas y la elegante mesa de los almuerzos de la farándula podía haber sido una cancha de fútbol o un café de barrio. La conversación tenía el atractivo de la caza del zorro. De ver qué hacía el zorro encajonado entre tres cazadores. Un oficialista y tres supuestamente neutrales o no opositores. Una emboscada desigual. Ninguno de los tres decía que era opositor. El vicepresidente Julio Cobos, que hace campaña para la oposición, Nelson Castro, que estuvo obsesionado por la gravedad de las testimoniales pero sin ninguna pregunta republicana para Cobos, y Mirtha Legrand, que hacía pesar su calidad de anfitriona y amiga personal de Scioli para bombardearlo con el ABC primitivo de la señora de Barrio Norte movilizada por el campo. Ni se le ocurre que pueda haber alguna idea interesante del otro lado.
Encima los que se dicen neutrales también se dicen dueños de la gente. Y esa gente es el universo que tiene la razón. Entonces, los que se dicen neutrales, no opositores, tienen la razón, porque dicen lo mismo que la gente y la oposición. A Cobos le preguntó una sola vez si le parecía bien ser vicepresidente y hacer campaña con la oposición. Y cuando el vice respondió siempre “no positivo” nunca repreguntó.
Después de amenazar a Scioli con lo que dice la gente, le preguntó por lo menos tres veces más qué iba a hacer si perdía. Ninguna encuesta lo da como perdedor, en todas gana, en algunas con más diferencia que en otras, pero en todas gana. Pero lo presentaba como inminente derrotado.
“A mí me parece que vos le hacés caso a todo lo que dicen los Kirchner”, descerrajó la anfitriona neutral. “¡Qué no va a haber doble comando!”, le retrucó, editorializando, cuando Scioli afirmó que nunca habló con Néstor Kirchner temas de gobierno desde que es presidenta Cristina Fernández.
En semejante embestida, Scioli demostró habilidades desconocidas. Era evidente que no se lo esperaba. Nelson Castro aclaró que una cosa es el periodismo crítico y otra ser opositor. Pero en un almuerzo como el de ayer los límites no quedan claros. Es como el relator que se transforma en hincha en medio del partido. Scioli respondió con la performance de su gestión. Fue el único que hizo lo que se esperaba de su lugar y puso un entusiasmo que no se le conocía. El saldo fue positivo para él, pero los demás estaban fuera de caja, como si el efecto de la polarización política en los medios hubiera naturalizado actitudes que en otros tiempos no eran aceptadas, con reglas de juego muy desparejas, claramente favorables para unos y muy desfavorables para otros.
El almuerzo transcurrió con Scioli, a quien le habían servido un menú especial, sacando pelotas a cuatro manos y actuando como el comensal correcto que siempre fue de los almuerzos de Mirtha. Pero esta vez, Mirtha, en medio de una campaña electoral, estaba encendida como nunca con el fuego justiciero de las causas sagradas y no perdonó a su amigo.
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