Miércoles, 2 de septiembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Luis Tibiletti *
Una de las premisas que la naciente tendencia hacia la multipolaridad requería para evitar la proliferación de escaladas de conflictos era el fortalecimiento de los sistemas de seguridad regional que la ONU proclamaba pero jamás aceptaba ni en la era bipolar de la Guerra Fría ni en la unipolar que la sucedió.
Lo ocurrido en la reciente Cumbre de Bariloche marca un destino para la Unasur en este preciso sentido. Cuando hace año y medio Brasil lanzó la idea de un Consejo de Defensa Sudamericano, junto a un grupo de colegas que trabajamos los temas de relaciones internacionales, seguridad y defensa, hicimos llegar a los ministros responsables y a los presidentes de comisiones del Congreso un documento en el cual analizábamos los pro y contra de la idea.
En ese documento planteábamos que si el mecanismo pretendía ser una instancia de prevención y resolución de conflictos requería del trabajo coordinado de las cancillerías y los ministerios de Defensa. Incluso algunos sugeríamos que se sumaran los delegados presidenciales al estilo Marco Aurelio García en Brasil. Esto era obvio, pues si bien los militares pueden cumplir un rol para el mantenimiento de la paz –como lo han hecho en la región en casos como el conflicto entre Ecuador y Perú en los ’90 en función de un mecanismo ad hoc o en el caso de Haití bajo mandato de ONU–, la formulación de sus misiones y la búsqueda de los acuerdos de fondo para la resolución de los conflictos es una tarea inherente a las conducciones políticas y las diplomacias.
Lo decidido en Bariloche por los presidentes de Unasur es en realidad un primer paso hacia la institucionalización de un mecanismo de seguridad regional tal como lo preveía la carta de la ONU, al establecer para este mes una reunión conjunta del Consejo de Cancilleres ya establecido en los documentos fundacionales del bloque con el más reciente Consejo Sudamericano de Defensa.
Considero en este sentido que el logro no es menor si lo medimos en los tiempos lógicos de la construcción de una integración que a Europa le lleva más de 50 años y donde todavía su PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) adolece de muchas falencias, como se demostró tanto en el conflicto de Kosovo como en el de Irak, aun cuando ha servido en muchos casos de prevención y resolución de conflictos que siempre son menos conocidos que los fracasos y que convendría analizar a través del nuevo instrumento en etapa de creación en la región: el Centro Suramericano de Estudios Estratégicos.
Finalmente, también creo un éxito que la región se haya negado a entrar en una nueva Guerra Fría que se quiere plantear desde los sectores republicanos en los Estados Unidos –en alianza con todas las oligarquías locales– entre el ALBA versus los Buenos. Por cierto, la decisión del eje histórico y redivivo del ABC –con la suma en esta ocasión de Uruguay– buscará impedir repetir ese error histórico que naciera precisamente hace casi cincuenta años, en la Conferencia de la OEA en ese país.
* Profesor Escuela de Defensa Nacional y Untref.
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