Sábado, 26 de septiembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA ECONóMICO
Por Alfredo Zaiat
Un nuevo encuentro de los países integrantes del G-20 terminó en Pittsburgh, Estados Unidos, con discursos y documentos que invitan a la expectativa de cambios. Se insistió con la regulación y control de calificadoras de riesgo y bancos, con la revisión de la actuación de los organismos financieros internacionales ampliando la influencia a potencias emergentes, se incorporaron a la discusión instituciones multilaterales vinculadas con la realidad sociolaboral (OIT) y se ratificó la necesidad de continuar con las políticas de estímulo fiscal y monetaria de la economía global para superar la recesión. La caída del Muro de Wall Street ha provocado un fuerte cuestionamiento a las bases del funcionamiento del capitalismo subordinado a la lógica financiera. Pero éstas siguen siendo dominantes. Si bien ha habido iniciativas políticas que inducen a evaluar la posibilidad de su alteración para orientar hacia otra forma del desarrollo de las fuerzas productivas en un proceso adaptativo, la resistencia del lobby financiero junto a su entramado industrial plantea interrogantes acerca de su viabilidad. Esas dudas no aparecen solamente porque el origen de la crisis hayan sido las políticas de desregulación y ortodoxas, que hoy están firmes pese a estar observadas críticamente, sino en que la mayoría de los líderes políticos de las potencias, las tecnoburocracias de las instituciones internacionales y el mundo académico predominante han sido educados y condicionados durante varias décadas por el pensamiento y accionar conservador. Además, si las vías de divulgación masivas amplifican esa corriente, el horizonte no se presenta despejado para alumbrar una nueva era como ciertos sectores suponían hace un año por el desmoronamiento de Wall Street. Tres señales contundentes advierten en ese sentido:
1. La relegitimación del FMI como responsable de la estabilidad financiera internacional.
2. Los millonarios planes de rescate fueron a salvar bancos y grandes empresas, en una peculiar estrategia donde las pérdidas se socializan y las ganancias se privatizan.
3. El análisis que se extiende acerca de que la crisis se está superando porque los activos financieros dejaron de caer y se recuperaron a niveles previos al crac, mientras la tasa de desempleo sigue subiendo.
En una definición contundente sobre el actual estado de situación, Alejandro Vanoli y Augusto Magliano (h) señalan que “la presencia del lobby financiero en las altas esferas gubernamentales (de Estados Unidos) es un hecho que viene ocurriendo desde la administración Clinton”. En un documento presentado en el primer Congreso de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA), esos dos economistas señalan que “hacia el final del gobierno de Bush y con el desarrollo de la crisis financiera, hombres claves de Wall Street ocuparon cargos clave en el gobierno. Bajo Obama, la situación descripta se ha agravado”. Precisan que “dentro de los principales donantes a su campaña política, cinco han sido bancos”. Asimismo, puestos políticos clave como la Secretaría del Tesoro, la presidencia de la FED de Nueva York, asesores del presidente, la CFTC (Commodities and Futures Trading Commission), entre otros, son ocupados por ejecutivos provenientes de Wall Street. Resulta una comprobación impactante la presencia de figuras de Wall Street, en especial del Banco Goldman Sachs, en los cargos más importantes del manejo de la economía de Estados Unidos en forma continua durante las administraciones Clinton, Bush y Obama. Vanoli y Magliano (h) realizaron un ilustrativo relevamiento:
- Con Clinton: Roberto Rubin, secretario del Tesoro, y Larry Summers y Gary Gensler, que fueron funcionarios de esa dependencia clave.
- Con Bush: Henry Paulson, secretario del Tesoro, Ken Wilson, como uno de sus asesores, Tim Geithner, titular de la Reserva Federal de Nueva York, y Robert Zoellick, número uno del Banco Mundial.
- Con Obama: Tim Geithner, secretario del Tesoro, Mark Patterson, jefe del staff del Tesoro, Larry Summers, asesor de Obama, Hill Dudley, de la Reserva Federal de Nueva York, y Gary Gensler (CFTC).
Todos ellos tienen la particularidad de que su origen laboral ha sido Goldman Sachs, con la excepción de Summers, aunque éste ha sido el protegido de Rubin. O sea, los mismos que han sido responsables de exacerbar la burbuja financiera que provocó la peor crisis desde la depresión del ‘30 del siglo pasado son los que lideran la estrategia para superar la actual debacle. No hay que ser desconfiado para dudar acerca de que ese equipo con la casaca de Wall Street vaya a realizar transformaciones profundas en el funcionamiento del capitalismo global. Vanoli y Magliano (h) concluyen que “el neoliberalismo ha acumulado demasiado poder y recursos desde los ’80, que le permiten asegurar su existencia y reproducción tal como se observa en la actualidad, donde hay mayor concentración del capital y ganancias record luego de la crisis más importante desde la década del ’30”.
En ese mismo sentido, un reciente documento de Enrique Arceo, Claudio Golonbek y Romina Kupelian, Crisis mundial: elementos para su análisis, publicado por el Cefid-Ar, destaca que “nada indica que la dinámica global que ha otorgado un rol central a las finanzas tienda a desaparecer y su recuperación, al parecer, tendrá lugar sin cambios demasiado significativos en su regulación”. Para agregar que el sistema financiero ha experimentado un notorio proceso de concentración y centralización que tenderá a permanecer. Esos especialistas explican que “la autorregulación de los mercados se ha revelado una falacia; pero los cambios en la regulación que se van esbozando están diseñados por los mismos banqueros que dieron lugar a la parálisis y hundimiento de los mercados. Son, por lo tanto, cambios en los márgenes, de improbable efectividad”.
Uno de los aspectos mencionados en esa investigación refiere a que lo que está en crisis es el modo de acumulación dominante de la economía estadounidense. Y, por lo tanto, está en crisis también el régimen global de acumulación sustentado en ese modelo. Esta descripción apunta a entender el punto central de la actual etapa del capitalismo global, en especial para prever su evolución. “Crisis para la cual las fuerzas sociales que han sustentado su expansión no tienen, como es lógico, otra respuesta que la búsqueda de los errores que habrían impedido el correcto funcionamiento de los mercados y de los instrumentos que posibilitarían el rápido restablecimiento de la situación anterior”, explican Arceo, Golonbek y Kupelian.
Distinguir las características de esta debacle, la actuación de sus protagonistas y las medidas que ellos proponen permitiría a los países periféricos, entre ellos Argentina, estar atentos y prevenidos ante la eventualidad de una segunda vuelta de esta crisis. La fuerte mejora de las cotizaciones de acciones y títulos públicos o la lenta recuperación de la economía no debería ocultar las profundas debilidades de un sistema que reproduce burbujas especulativas. Las amenazas están latentes, como la fascinación que el establishment local expresa para regresar a la subordinación del FMI o el compendio del recetario neoliberal que las cámaras empresarias exponen como si no hubiera existido la década pasada. Países periféricos, reconociendo las restricciones a la autonomía que implica ser parte de una economía globalizada, tienen la oportunidad de transitar ese período turbulento con menos costos privilegiando un modelo de acumulación hacia el mercado interno y regional. Ese camino ha demostrado que posee mejores amortiguadores frente a los shocks externos en comparación con los efectos adversos padecidos durante las sucesivas crisis de los noventa.
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