EL PAíS › MAÑANA SERA EMITIDO EL ULTIMO PROGRAMA DE “TODO X 2 PESOS”
Ultimas imágenes del gran delirio argentino
Hubo alegría, emoción, ovaciones y el desfile de todos los personajes que convirtieron al ciclo humorístico conducido por Diego Capusotto y Fabio Alberti, en un objeto de culto televisivo para miles de espectadores. Y Vox Dei cerró el programa tocando “El momento en que estás (presente)”.
Por Mariano Blejman
Como si fuera la despedida de un viaje de egresados, con esa sensación de tristeza y alegría contenida por lo que se vivió y por lo que nunca volverá a ser, el veterano grupo Vox Dei cerró los cuatro años de “Todo x 2 pesos”, el programa de Mario y Marcelo (conducido por Fabio Alberti y Diego Capusotto, con guiones de Pedro Saborido). A partir de ahora, el ciclo formará parte de la estrecha lista de programas de culto de la televisión argentina. La banda cerró –no podía ser de otro modo– con la única canción posible para el momento: “Presente”. Todo tiene un final, todo termina, cantó una pequeña multitud de adolescentes, productores, iluminadores, conductores, además del infaltable y particular grupo de extras que acompañaron durante estos años, con esas lágrimas incómodas que despintan el maquillaje o corren debajo de las caretas mal puestas. Soledad Silveyra, Víctor Laplace, Silvio Soldán, Juan Carlos Mesa, Maximiliano Guerra, Antonio Cafiero, Raúl Porchetto y Cesar “Banana” Pueyrredón también hicieron lo suyo en el estudio. Estuvieron todos menos Larry, claro, que estaba en cualquiera.
Resultaba al menos curioso que en un país donde los negocios de “Todo x 2 pesos” ya habían cerrado después de la devaluación, el programa –cuya última emisión será este lunes a las 23, por Canal 7– haya resistido tanto tiempo bajo el slogan duhaldista “Y que sea lo que Dios quiera”. Hace poco, cumplieron 100 programas y festejaron con ese pum para arriba tan común en Marcelo Tinelli, dueño de Ideas del Sur, quien apostó por el proyecto todo este tiempo con un presupuesto de... dos pesos. “Fue un ciclo cumplido”, dijo a Página/12 Alejandro Dombroski, productor general del programa, con una copa de champagne en la mano. La crónica de esta última grabación es meterse en lo más hondo del descuido mejor guardado de la televisión argentina. Del error televisado que alguien descubrió después de tres meses en Azul en 1999 y alguien olvidó tres años en la fría pantalla del 7.
“Vengan, pasen”, dice Fabio Alberti durante la tarde del miércoles, en el Estudio 1 de Canal 7. Alberti ingresa a su camarín, donde tiene escondida una copa de champagne y ofrece. Sirve en tres vasitos y se produce un brindis plástico, sin ruido. “Hoy no quiero hacerme cargo de nada”, dice Fabio. “¡Hoy: fiesta!”. Afuera lo están buscando, pero el actor intenta recluirse ante tanto pedido de autógrafo que se viene sucediendo en cada corte, cada vez con más insistencia. Diego Capusotto está en el escenario esperando para grabar la canción de Sushi –”que se tendrá que volver a China”, gritará Alberti más tarde–. En una esquina del estudio, debajo de uno de los monitores, está el grupo de extras que todo junto parece sacado de la película Freaks: el negro Mel Daniels que hacía de Mel en “Boluda Way”; Germán Naveta, más conocido como “Tito Cossa el superagente de la SIDE”; Juan Carlos Velázquez que hacía de “Juan Carlos Banfield (Duhalde) y su noticiero de las buenas noticias”; “Manotazo Fernández” o el boxeador Oscar Alegre y Maira, la travesti. El que todavía no aparece por el piso es Larry, que debe estar en cualquiera.
Los Carlos Balás cantan en el escenario “Pintarse la cara, y dar alegría.../ Nosotros los balas, con culos y tetas...”, acompañando sus gestos amanerados por última vez. El doctor Dyango recibe en la tarima un “Obsequio al buen sapero” y muestra a cámara fotos –reales– de su infancia y de sus compañeritos de la primaria. “¿Qué van a hacer estos tipos?”, se pregunta una productora por lo bajo. “¿De qué van a trabajar ahora que se acaba el programa?”. La gente está desparramada por el piso y sentada en los asientos derruidos de las gradas. En uno de los primeros peldaños está alguien que dice llamarse Pablo, un punk adolescente de cresta sostenida que dice: “Yo peino”. Se dedica a ir a los programas de televisión (“También fui al de Horcado Cabal”, dice) y ha realizadopeinados extraños para la gente de la tele. Pero su corazoncito, asegura, está en “Todo x 2 pesos”. En un costado, está también Sebastián Ortega, productor general de Ideas de Sur.
“Hicimos el programa que queríamos. Marcelo Tinelli jamás se metió. Nos dijo ‘yo de este humor no entiendo nada’ y nos dejó hacer. Nos dimos el gusto de traer a Ulises Dumont, a Germán Palacios, a decenas de personas que se sumaron al juego y vinieron bandas como La Renga y Los Piojos que nunca habían hecho televisión”, dice Dombroski mientras la hinchada del programa se amontona frente al escenario. La pantalla de video muestra el clip de Larry que dice “Llamen a Moe, que Larry está en cualquiera. Anda con gatos y le da a la ginebra”. El público se enardece y comienza a gritar “¡Argentina, Argentina!”. En otra esquina alguien grita “¡Viva Perón!” y Capusotto responde “Esta es una canción montonera”. La línea entre el aire y el fuera de aire se ha desvanecido como puede hacerlo la arena entre las manos. Ya nadie sabe si se graba o no, pero poco importa para el caso. De pronto, la teleplebe abruma al grito de “Dos pesos no se va, dos pesos no se va...”.
Pero se está yendo, como un tren que ya pasó. El final es inevitable y el público parece consciente de esa fatalidad filosófica de Vox Dei quienes dirán, tarde o temprano, que todo termina. Entonces aparece Alberti para hacer el cierre, pero esta vez la reflexión será reemplazada por los saludos: “A Pancho Dotto por su bajo perfil de este año, a Soledad Silveyra por sus aportes a la cultura, a las Trillizas de Oro por ser tres y no cuatro, a Susana Giménez por quedarse en Miami”, entre otros. Y al final, el agradecimiento a Laura, su mujer, que fue la guionista de Marcelo (Alberti) para el cierre de programa: “¿Qué nos pasa a los argentinos?”. Los Carlos Balás se retirarán del escenario con sus valijas de cotillón; Sushi también obtendrá la suya que usará para volver a la China; Dyango levantará una valija también y recibirá de mano de los conductores una copia de la peluca de Pedemonti: la original fue robada durante la tarde en las instalaciones del 7. “Esta es la original, la otra es copia”, intenta calmar los ánimos Alberti, sin poder frenar el nuevo mito que acaba de nacer: ¿dónde está la peluca de Flavio Pedemonti?
En el brindis sobre el escenario, todos levantan sus copas al aire, se abrazan y se besan. Saborido le da un piquito a Néstor Montalbano; Mario (Diego) se abraza con Marcelo (Fabio) y los extras hacen de corte entusiasmada. Y como si hubieran salido campeones, la tribuna invade la cancha para saludar. En ese momento irrumpe Vox Dei para tocar, en vivo, su tema esperado. El público salta en pose nostálgica, no sabe si festejar o llorar. Algunos se abrazan; otros piden que sus remeras sean autografiadas, se sacan fotos, con la lúcida percepción colectiva de que todo terminó, de que nada puede escapar, de que quienes crean que el amor no tiene medida están equivocados.
Alberti y Capusotto bajan del escenario hacia los camarines y en el camino se cruzan con fans y algunos periodistas que quieren sus últimas palabras. “Ahora no tenemos idea de qué vamos a hacer”, dicen. Y cuando las luces ya están apagadas llega por fin Larry (Alberto Chafatelli) que ya consiguió un papel en “Tumberos”, la otra producción de Ideas del Sur. Los extras le preguntan que dónde estuvo: “Te estábamos buscando para brindar... Te perdiste el final del programa”. Larry despereza su modorra, se encoge de hombros, pregunta si pasaron su videoclip y luego confiesa que estaba en cualquiera. “Me quedé por ahí, tomando una cerveza...”