EL PAíS › DUHALDE ACEPTO LA RENUNCIA A PIGNANELLI. ALFONSO PRAT GAY, EL SUCESOR

Del Morgan y Macri a Reconquista 266

El nuevo presidente del Banco Central se llama Alfonso Prat Gay, asesor de Alfredo Atanasof y ex jefe de negocios de la banca Morgan. También preparó junto a Pedro Lacoste, a quien quiere como vice del BC, el plan económico de Mauricio Macri. Pignanelli se fue sin gloria y Lavagna festeja.

 Por David Cufré

En la mañana de ayer Aldo Pignanelli fue a la casa de Eduardo Duhalde en Lomas de Zamora a presentarle formalmente su renuncia. Mientras el Presidente le agradecía a su leal colaborador por los servicios prestados, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, pactaba condiciones con Alfonso Prat Gay para su asunción como presidente del Banco Central. La confirmación del nombramiento llegó por la noche, luego de una reunión a solas de este economista de 36 años con Duhalde en Olivos. Prat Gay salta a la jefatura del Central desde la consultora que montó con Pedro Lacoste, a quien pidió para la vicepresidencia de la entidad.
En su curriculum tiene tanto peso simbólico su último trabajo de asesor de Mauricio Macri como el hecho de haber sido un encumbrado jefe de negocios del banco de inversión JP Morgan, el mismo que mide el riesgo país. Pero establecer su perfil a partir de esos antecedentes es como mirar una foto fuera de foco. En sus declaraciones suele sintonizar con Lavagna e incluso en ocasiones parece más terminante, como cuando acusó a Ricardo López Murphy por querer pagar la deuda a cualquier costo.
La resolución de la crisis del Central fue rápida y sin costos para el Gobierno. La cotización del dólar se mantuvo en los niveles del viernes, a 3,50 en las operaciones por cuenta y orden de la autoridad monetaria y a 3,57 en el mercado libre, en ambos casos en la punta vendedora. El Central incluso se dio el lujo de ganar 30,2 millones de dólares para sus reservas, tras comprar 71 millones y vender 40,8 millones. El resultado debe haberle dolido a Pignanelli, que salió de la función pública sin pena ni gloria y con una crisis de identidad. Había llegado a ese cargo por ser del riñón duhaldista, después tejió alianzas con el establishment financiero y con la línea menemista del Central, y se fue al perder uno tras otro los rounds que cruzó con Lavagna, sin que nadie saliera a defenderlo. El único que protestó por su partida fue Carlos Rodríguez, de la ultraortodoxa universidad CEMA, adonde se refugian Pedro Pou y Roque Fernández.
En el equipo económico la sensación de victoria era total. Pignanelli era visualizado en el Palacio de Hacienda como un enemigo político, capaz de perjudicar la gestión del ministro por no poder imponer sus opiniones. Así lo reconoció el secretario de Programación, Oscar Tangelson, aunque lo dijo con mayor diplomacia. El funcionario justificó el relevo del jefe del Central en la necesidad de establecer una “coherencia política” entre esa entidad y la cartera económica. “Lo que resulta indispensable en cualquier país es el hecho de que las instituciones funcionen a partir de un criterio de políticas homogéneas, consensuadas y compartidas”, manifestó.
Prat Gay cumple con ese requisito. Es un economista devenido heterodoxo al estilo de Lavagna, pero que ofrece garantía de confiabilidad para los sectores liberales. El hecho de haber llegado al cargo de jefe de negocios del JP Morgan tranquiliza a la city. Ese era el puesto que ocupaba en mayo de 2001 cuando Domingo Cavallo lo postuló para la vicepresidencia del Banco Central, tras el desplazamiento de Pou y Martín Lagos de la conducción de la entidad. Su pliego fue rechazado por el Senado a raíz de ese trabajo. Los legisladores argumentaron que Prat Gay no cumplía con el requisito de la Ley de Etica Pública de realizar una actividad distinta en el sector privado a la que se le ofrecía en el Estado. Había conflicto de intereses, afirmaron, dada la activa participación del JP Morgan en el negocio de colocación de deuda.
Fuentes parlamentarias del radicalismo recordaron, sin embargo, que era demasiado arriesgado políticamente poner en el Central a un hombre proveniente del banco que tenía al Gobierno con los nervios de punta, por su medición del riesgo país. Meses más tarde Cavallo convocó a Prat Gay para sumarlo a su equipo, pero mientras éste terminaba de meditar si quería venir al incendio de Argentina o quedarse en la oficina de Londres del JP Morgan, dedicado a armar el portafolio de inversiones en monedas dela entidad, llegó el colapso final de la economía, el corralito y la caída del Gobierno.
Cuando volvió al país el escenario ya era otro. Con su reputación intacta, Prat Gay se asoció a otro consultor muy activo: Lacoste. Macri los sumó a sus equipos de asesores cuando pensaba postularse para la presidencia. Ahora el designado titular del Central reclama que Lacoste asuma como su vicepresidente, aprovechando que Pignanelli deja dos cargos vacantes, porque además de presidente seguía ostentando su puesto de vice. El Senado, al no aprobar su pliego, nunca corrigió esa cuestión.
A Prat Gay y Lacoste se les conoce un proyecto para compensar a las empresas endeudadas en dólares con el exterior, que elevaron al Gobierno a mitad de año, pero que nunca prosperó. Lavagna rechazó con firmeza las presiones por un seguro de cambio. La cuestión ahora parece saldada y en Economía ayer nadie parecía preocupado porque se convierta en un nuevo foco de conflicto entre el ministro y otro presidente del Central. Es más, Lavagna aceptó la postulación de Prat Gay, especialmente para neutralizar el ascenso de Jorge Levy desde la Superintendencia del Central a la jefatura.
Levy parecía el candidato más firme, pero el hecho de haber sido el contador de Alberto Pierri causó reparos en el duhaldismo –se sabe que Pierre pasó a filas menemistas– y Lavagna quería a alguien de mayor confianza. Propuso a Jorge Sarghini (secretario de Hacienda) y estaba conforme si se elegía al senador Oscar Lamberto. Ambos daban con el perfil que pretendía el ministro, el de alguien que no pudiera hacerle sombra y presentarse como un sucesor en potencia. Prat Gay estuvo en la consultora de Javier González Fraga entre 1989 y 1992, fue elegido el mejor economista argentino en Wall Street en 1994 y con apenas 36 años demostró su capacidad para ascender. Entre sus múltiples actividades también era asesor de Alfredo Atanasof. A Lavagna le gusta como técnico, aunque hubiera preferido a un economista menos pujante. Más allá de los detalles igual festeja: su enemigo Pignanelli ya es pasado.

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Alfonso Prat Gay, economista de 36 años, que mudó sus ideas hacia la heterodoxia de la mano de Lacoste.
Pignanelli se fue con un dólar estable, ganando el Banco Central 30 millones de reservas.
 
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