EL PAíS › OPINION

Bajo el signo del sismo

 Por Mario Wainfeld

La presidenta argentina y su par chileno Sebastián Piñera se habían encontrado ya varias veces. La primera fue durante la campaña electoral del país trasandino, cuando Cristina Fernández de Kirchner tuvo el tino de reunirse, por separado, con los candidatos más taquilleros. Contertulios de esa presentación comentan que pegaron una buena onda inesperada. Tanta que Piñera le preguntó a Cristina Fernández si podía sumar un ratito a su esposa, Cecilia. Ayer, en la Casa Rosada, fue su primera tenida cabal como presidentes. Dos calificados asistentes argentinos describen la reunión como “muy buena”. El almuerzo en el Palacio San Martín reprodujo esa visión.

El protocolo de esos ágapes estipula dos discursos que rematan en sendos brindis. El invitado habla primero, cierra la anfitriona. Ambos repitieron gestualidades y usos del vocativo. En la era de la diplomacia presidencial, donde prima el entendimiento directo y el “cara a cara”, los líderes se frecuentan, se re-conocen, se tutean como mortales que son. Piñera se dirigió a “Cristina” tuteándola y agradeciéndole la presencia física y la ayuda tras el terremoto. Y le espetó “señora presidenta” y el condigno “usted” para hablar de las tareas y compromisos por venir. Las réplicas fueron similares. Piñera se valió de la estrofa del himno (“al gran pueblo argentino, salud”) para esbozar su brindis. Primaron las sonrisas, el tono decontracté y las bromas. El chileno hasta se permitió poner a su hermano bajo la tutela de Cristina Fernández, ya que viene a radicarse acá.

Corbata roja restallante, sonrisa perenne, Piñera habla a toda velocidad, es ostensible que lo fascina su rol. Se esmera por ser coloquial, entrador, llano. Más parecido al francés Nicolas Sarkozy que al uruguayo Julio María Sanguinetti, clasifica el cronista. Y con un vocabulario flagrantemente más rico que el de Francisco de Narváez o Mauricio Macri.

Los oradores repasaron los avances de la relación entre sus países en las dos últimas décadas. Como es tradición, el primer viaje del trasandino tras su asunción es a la Argentina. En la misma tarde rumbearía hacia Brasil, un signo de la época: el peso de la potencia regional.

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Invitados: Piñera recordó que Argentina es el mayor receptor de las inversiones chilenas. Convocó a la reciprocidad y pasó un aviso neoliberal, exaltando la cantidad de tratados de libre comercio que suscribió Chile. Una pléyade de empresarios trasandinos afincados en estas pampas pobló muchas mesas y batió palmas con euforia.

Los emprendedores locales también honraron el convite, incluida la plana mayor de la UIA, desde su titular Héctor Méndez hasta el disidente José Ignacio de Mendiguren. Nadie lo dijo a gritos, pero en los últimos días la corporación atravesó una bruta interna. Derivó en el fracaso de un documento concebido por el obispo Jorge Casaretto y el ruralista Hugo Biolcati que Méndez quería firmar. Entusiastas episcopales y mediáticos auguraron el parto de un texto multisectorial muy crítico respecto del oficialismo, una suerte de cruzada corporativa contra la pobreza. Mucha advertencia, nula propuesta, lo suscribirían los principales grandes emprendedores industriales y agropecuarios, la Jerarquía y hasta la CGT. Pero, a medida que rodó la bola, se borraron tantas firmas que el manifiesto quedó reducido casi a un anónimo lo que determinó su archivo.

La solidaridad de artistas argentinos con las víctimas del terremoto fue exaltada en los discursos y acogida de cuerpo presente, por Cecilia Roth y Adriana Varela entre muchos otros. Los ágapes kirchneristas tienen, amén de esos invitados de cajón, un elenco propio, inédito hasta el 2003. Estela de Carlotto presidía una de las mesas principales, dirigentes de movimientos sociales departían como en su casa. El banquero Jorge Brito, también.

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El sino del sismo: Piñera hizo carrera hasta el Palacio de la Moneda, un derrotero que absorbió una derrota electoral ante Michelle Bachelet. Se trata del primer presidente de derecha votado por el pueblo chileno después de más de cincuenta años, el precedente fue Jorge Alessandri en 1958. Un reingreso ni impensado ni nimio. Pero la realidad intrusó al cálculo político. El mandato estará signado por el terremoto que se le anticipó unos pocos días. La reconstrucción será clave para el devenir de Piñera, máxime porque las secuelas de la tragedia se reparten con inequidad, los pobres sufren el mayor daño. Hiperquinético y demostrativo, Piñera afincó en la propia Casa de la Moneda a los funcionarios encargados de la “reconstrucción” (que durará todo su período) y de la “emergencia”, coyuntural. El responsable de ésta, Cristóbal Lira, explicó en una conferencia que su misión es lograr que todos los desamparados tengan techo, comida y agua caliente antes del 11 de junio, cuando empiece el Mundial de Fútbol. Marcelo Bielsa es más valorado fuera de Argentina que en su terruño. El cronista supone que al general San Martín le ocurrió algo similar, en vida.

Una pregunta de cajón es cuánto cambiará el terremoto las previsiones y los planes imaginados por Piñera. Por parafrasear un dicho argentino, estará condenado en cierta medida a la obra pública y a la intervención estatal. La mano invisible no se hace cargo de restañar los daños de una catástrofe natural, la presencia pública se torna insustituible, más allá de los credos. Pero ha de haber, sin duda, modos progresistas o neocon de abordar la catástrofe. Y un detalle más, para institucionalistas y economistas: la administración post sísmica dispondrá de (o al menos procurará) prerrogativas inusuales: leyes de emergencia, normas que saltean licitaciones y controles varios. El decisionismo viene acollarado con las crisis, sean éstas consecuencias de la acción devastadora de natura o de los seres humanos. Piñera dispondrá de recursos económicos importantes y tendrá manos más libres que en otro escenario, el que lo esperaba digamos en diciembre de 2009.

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Cortesías y raíces: Piñera enalteció la inmediata ayuda argentina, tanto como la presencia, activa y “cariñosa”, de Cristina Fernández. Galanteó diciendo que la Presidenta mostró más temple ante los temblores que muchos de sus colegas en el mismo trance. La anfitriona se permitió su única incursión en la política doméstica, adujo que está habituada a que le muevan el piso.

Un rato antes se había saldado el otorgamiento del plácet al flamante embajador chileno, un hombre formateado en la cantera pinochetista. Es un gesto, un mal trago de acogida, también un dato: nada será igual a los buenos tiempos de la Concertación. La dirigencia kirchnerista desarrolló especial empatía con esa fuerza política, de cuño bien distinto al suyo. Seguramente no tuvo con ningún otro partido de gobierno vecino tantos encuentros de intercambio político, más allá de la gestión.

Un nuevo paradigma ideológico no será neutral en el vecindario, aunque no se pueda saber aún cuál será el impacto.

Pero es claro que en poco más de veinte años la integración, cooperación y convivencia con Chile accedió a un estadio cualitativamente impensable en el pasado. Las migraciones, las inversiones, la sumatoria cultural, la existencia de misiones militares de paz conjuntas, la dilución de las fronteras. Está muy en boga indignarse por las carencias del sistema democrático, vale la pena subrayar de vez en cuando sus méritos que en este rubro son formidables.

También queda bien exaltar las políticas de Estado y compungirse por su ausencia. En la mitología dominante, serían una suerte de mausoleo de mármol acuñado por estadistas de bronce: frío y eterno, entre otras variables. A los ojos del cronista, ya que de arquitectura hablamos, más valdría compararlas con casas familiares construidas por arquitectos batalladores o aun por maestros mayores de obra. Edificaciones sólidas, sencillas, pensadas para perdurar. Obras de artesanos, más que de orfebres, requirentes de mantenimiento y redecoración permanente. También de acomodamientos, como una nueva piecita al fondo para un hijo que crece. O la transformación de una habitación en escritorio para trabajar con la computadora que no existía cuando se edificó la casa. En fin, que las políticas de Estado se erigen burla burlando, en etapas diferentes, con objetivos e ideas-fuerza comunes. Lo acumulado por Chile y Argentina es imperfecto, pero trasciende todo lo precedente, máxime si se piensa en las hipótesis de conflicto que animaban el pensamiento militar y el político apenas ayer.

La coexistencia de paradigmas ideológicos distintos puede obrar una regresión, pero seguramente no arrancará todo lo arraigado. Dependerá, claro, de la aptitud de los líderes. También de los pueblos, de los actores económicos y de todas sus dirigencias.

Los invitados dieron buena cuenta del Rutini y el Barón B. Apuraron una entrada con queso brie y un inefable lomo. El postre, volcán de chocolate con helado y salsa dulce de leche, llegaba cuando los protagonistas partieron. Piñera enfiló hacia San Pablo y Brasilia, para ver a un metalúrgico que llegó a ser líder de masas y estadista, una fantasía peronista que se hizo carne en Brasil. Cristina Fernández se fue por una semana a Estados Unidos, por lo visto despreocupada acerca de lo que pueda hacer Julio Cobos mientras la releva.

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