Viernes, 9 de abril de 2010 | Hoy
Por Alberto Kornblihtt
Algunas imágenes alcanzaron al biólogo molecular Alberto Kornblihtt para explicar cuándo se habla de atributos genéticos y cuándo de atributos debidos al ambiente: las similitudes entre distintas plantas, distintos moluscos o vertebrados, por ejemplo, radican en su carga genética. En cambio, entre dos “homo sapiens dubitativus”, como Julio Cobos y Fernando de la Rúa, los parecidos son ambientales, no genéticos. Investigaciones que dieron sustento a explicaciones tan sencillas, y que comenzaron sólo luego de que Watson y Crick fueran capaces de presentar en sociedad la estructura del ADN (“eso que ven ahí –señaló Kornblihtt en la foto de los científicos– es una regla de cálculo, algo que los menores de 40 no deben conocer”), están detrás de las revoluciones: en la medicina, su rol fue fundamental para el desarrollo actual de la medicina forense, que tiene la posibilidad de trabajar sobre la identidad y los lazos familiares. Eso “permitió a Argentina ser un país pionero” a la hora de establecer científicamente los lazos entre personas, entre hijos, nietos, padres, madres. Lo que permite saber el ADN mitocondrial, sostuvo el biólogo, “parece hecho a medida de las Abuelas de Plaza de Mayo”. Debe usarse para establecer la filiación de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, señaló, porque “la biología puede distinguir entre un hijo adoptado y un hijo apropiado. Es algo que Argentina no puede ocultar nunca”. La platea estalló en un aplauso, y el científico debió esperar un poco.
Luego siguió enumerando las “revoluciones” que inauguró el conocimiento de la estructura del ADN. La de la industria farmacéutica, por ejemplo, que “produce enzimas de uso industrial” con las que, entre otras cosas, se trata el denim para producir jeans con efecto gastado; “vean hasta qué punto la revolución afecta nuestra vida cotidiana... todo el mundo compra esos vaqueros gastados”, indicó, despertando risas, y aprovechando la distensión para explicar procesos de copiado de material genético y proteínas, algo que marca las diferencias fundamentales entre seres como un gusanito y Madonna, presentes ambos en la pantalla a espaldas del científico. La chanza (que no era tal) dio paso a la foto del pabellón que ocupa Ciencias Exactas y Naturales en Ciudad Universitaria, donde, entre otras cosas, se encuentra el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias del Conicet, donde él reviste. “Si TED es sobre ideas, tengo una contraidea: en los ’90, se hablaba de educación privada, elitista. Yo defiendo la universidad pública. La experiencia cotidiana demuestra que es el lugar natural donde se genera el conocimiento. La universidad privada puede aspirar a eso, pero no lo logra, porque le faltan estas cosas”, remató, señalando una lista sobreimpresa en la foto: “pública, estatal, gratuita, autónoma, cogobernada, laica, masiva, científica, tecnológica y de excelencia”.
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