EL PAíS
Sin atisbos de juntarse en un frente
El centroizquierda sigue fragmentado, con varios proyectos electorales.
Por José Natanson
La CTA busca traducir su potencia social y sindical en un proyecto político a través de un ensayo de mediano plazo, que implicaría dejar pasar las presidenciales de abril para probar suerte recién después, en aquellos distritos más favorables. El ARI de Elisa Carrió optó por un camino más clásico, presentó un programa de gobierno y en enero realizará una gira por la Costa y el Sur para instalar su candidatura. Los socialistas, contentos con la novedad de su reciente unificación, recuperaron el gusto de los candidatos propios y el once de enero definirán si la fórmula es Hermes Binner-Alfredo Bravo o Alfredo BravoRubén Giustiniani. Así se prepara el centroizquierda para el futuro: cada una por su lado, aunque insistiendo –eso sí– con una unidad que siempre se proclama, pero al final nunca llega.
Aunque su imagen subió y bajó en más de una oportunidad, Carrió sigue asomando en el escenario electoral como el referente mejor posicionado del espacio progresista. Luego de una serie de derrapes estratégicos, que incluyeron la frustrada reunión con Luis Zamora y los coqueteos con el abstencionismo, la chaqueña finalmente optó por una estrategia electoral más tradicional: elaboró las bases para su plan de gobierno, presentó a sus equipos técnicos y está a punto de comenzar una gira de campaña. “Nosotros decidimos plantear una opción de poder real, lo que no excluye compromisos o articulaciones de otro tipo. Los problemas para confluir con otras alternativas tienen más que ver con los tiempos o la metodología que con el proyecto de país que queremos”, resume el diputado del ARI Mario Cafiero.
A pesar de la intención, proclamada una y otra vez, de confluir con el resto de los sectores progresistas, lo cierto es que Carrió se prepara para pelear las elecciones casi en soledad, sin estructura ni recursos y acompañada apenas por un puñado de dirigentes.
En la decisión influyó, desde luego, el estilo de conducción de la chaqueña, que hasta sus más íntimos definen como ultrapersonalista. Pero habría otras razones: para el consultor Enrique Zuleta Puceiro, las dificultades del ARI para articular alianzas con otras fuerzas políticas no sólo es una cuestión de voluntad. “Con la izquierda no hay ninguna posibilidad: la izquierda tiene ideas, nuevos líderes, adquirió visibilidad, tiene mártires, un imaginario, y no se plantea llegar al gobierno. Entonces ¿para qué necesita al ARI? En cuanto al socialismo, el ARI tiene un fuerte componente de peronismo en su dirigencia, y los socialistas vienen votando en contra del peronismo desde hace cincuenta años. El resultado es que, como no ha logrado armar coaliciones con otros partidos, Carrió optó por construir su propia fuerza”, concluye.
Si la chaqueña es la alternativa electoral del espacio progresista, no hay dudas de que la CTA de Víctor de Gennaro es la referencia sindical y social del centroizquierda. Una encuesta de la consultora Equis, que evaluó el nivel de representatividad de los tres centrales gremiales, confirma el dato: un 15 por ciento de los consultados respondió que se siente representado por la central de De Gennaro, mientras que un 5 mencionó a la CGT de Hugo Moyano y apenas un 3,5 a la de Rodolfo Daer. “El quince por ciento no es poco: es el mismo nivel de aceptación que los candidatos presidenciales mejor posicionados”, compara Artemio López, titular de Equis.
En el congreso de Mar del Plata, la CTA decidió lanzar un movimiento político social. “La confluencia no puede ser en función de un candidato sino de un programa definido en base a una asamblea nacional. Nosotros planteamos: primero, construir un programa; segundo, que ese programa sea discutido y asumido por la sociedad, plebiscitándolo de alguna forma; y tercero, que los candidatos deben ser elegidos popularmente, por ejemplo a través de una interna abierta”, explica Claudio Lozano, secretario de Formación de la CTA.
El camino es novedoso, pero plantea algunos inconvenientes. En la CTA hay expresiones ideológicas muy diversas –peronistas, centrozquierdistas, sectores de izquierda más tradicional– que hoy conviven civilizadamente, pero que podrían entrar en colisión si avanza el proyecto. Por otro lado, la política electoral supone una serie de novedades –desde recursos para pelear una campaña hasta el complejo armado de candidaturas y listas– que también podrían poner en riesgo la unidad de la central.
Consciente de estos límites, De Gennaro ha privilegiado una construcción cuidadosa y astuta. La intervención política de la CTA se dará recién después de los comicios del 27 de abril y sólo en aquellos distritos más favorables: el primero sería la Capital, cuyas elecciones se realizarían en junio. El objetivo es llegar al próximo turno presidencial con experiencia y, en el mejor de los casos, gobernando algún distrito.
El tercer foco de análisis es el Partido Socialista, que decidió presentar fórmula propia para las presidenciales de abril. El diez de enero, la mesa ejecutiva de la fuerza decidirá si la fórmula será encabezada por Binner, que se resiste con la mirada puesta en la gobernación de Santa Fe, o por Bravo. Al día siguiente, el congreso que sesionará en el Club Armenio proclamará las candidaturas.
Hay, desde luego, otros referentes del centroizquierda: Aníbal Ibarra gestiona el segundo distrito del país, pero ha optado por un proyecto político estrictamente distrital; Néstor Kirchner tiene un discurso que no es muy diferente al de Carrió o al de De Gennaro, aunque finalmente no se lanzaría por fuera del PJ. Hay, también, cruces entre los diferentes espacios: en el ARI algunos fantasean con la idea de articular una alianza para que De Gennaro se convierta en el candidato a gobernador bonaerense.
En cualquier caso, es innegable que en un panorama político atomizado las diferentes alternativas tienen dificultades serias para articularse detrás de un proyecto en común. La pregunta de si la unidad garantizaría el triunfo es fascinante. Rosendo Fraga, que no es un consultor de centroizquierda, cree que sí. “Se dan tres condiciones inéditas, que harían posible una victoria del arco progresista: la crisis del bipartidismo, la confusión ideológica producto del derrumbe económico y social y el triunfo de Lula. Sin embargo, para ganar se necesita dos cosas que, por ahora, el centroizquierda no tiene: un candidato con experiencia de gestión, y unidad.”