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El arrepentido testigo C
Por Raúl Kollmann
El testigo C, Abolghasem Mesbahi, es un arrepentido de la inteligencia iraní que ya declaró tres veces:
- En 1998 dijo que el atentado contra la AMIA fue decidido por Irán y no mencionó para nada que Carlos Menem haya cobrado diez millones de dólares por tapar las acusaciones contra el régimen de Teherán. El riojano estaba entonces en la Casa Rosada.
- En 2000 volvió a declarar. Ya el presidente era De la Rúa y el testigo insistió con Irán –para algo es un arrepentido– y ahí mencionó que Menem cobró los diez millones, depositados en Ginebra. De los detalles que dio sobre el banco y la cuenta nada se pudo comprobar. El banco que mencionó no existe.
- En 2002, ahora en diciembre pasado, insistió en que Menem cobró los diez millones, siguió sin dar precisiones y tampoco reconoció a ninguno de los funcionarios menemistas cuyos retratos le acercó el juez Galeano. A propósito: ¿Quién hizo la selección de las fotos que llevó Galeano?, ¿quién controló que estuvieran todos los que debían estar?
Pero ahora, tres semanas después de su última declaración, el 20 de diciembre, le hizo llegar a la SIDE una carta diciendo que –según publicó el diario Clarín– es mentira que Menem haya cobrado diez millones de dólares por amortiguar las acusaciones contra Irán.
El método es simpático y original para un superespía, supuesto número 3 en la jerarquía de la inteligencia iraní, y además recontra-custodiado por Alemania: mandó una carta, escrita en letra de alumno de segundo grado, por correo y a nombre del titular de la SIDE, Miguel Angel Toma. No recurrió al gobierno alemán ni a un juez ni a vías oficiales. Mandó una cartita que la SIDE dice que cotejó con otros escritos y sería auténtica.
Uno se queda con la duda: ¿Cuánto habrá cobrado por no imputar a Menem la primera vez?, ¿Cuánto por imputarlo la segunda? ¿Cuánto por ratificar la acusación y lograr la tapa del New York Times en el que se decía que Menem cobró por tapar el atentado? ¿Y cuánto por dejarlo mejor parado ahora?
De semejante comedia sólo se puede sacar la conclusión que Página/12 sacó desde el principio: el arrepentido trabaja de arrepentido, cobra por decir lo que esperan que diga los que le pagan y cuanto más acusa, más cobra. Sus datos son poco confiables y hasta el momento no aportó ni una sola información que pudiera ser esclarecedora del ataque contra la AMIA. Aseguró que el atentado lo decidieron varios ministros iraníes, pero no hay forma de probarlo. En cambio sobre los elementos que sí se podrían corroborar –dónde se armó la Trafic con los explosivos, cómo se llamaban y con qué nombre entraron a la Argentina los terroristas, cuáles fueron los argentinos que colaboraron–, el testigo C no aportó ni siquiera una pista, mucho menos una evidencia.
Pero si alguien vende espejitos de colores a precios increíbles, el problema no es de quien los vende sino de quien los compra. Y aquí los principales compradores fueron el juez Galeano, los fiscales y todos los que gastaron fortunas en viajes y en hoteles de lujo para ir a entrevistar tres veces al arrepentido. Siempre se prefirió ir a verlo afuera y con la sola presencia de Galeano, los fiscales y, curiosamente, la abogada de la DAIA. O sea todas las partes que defienden la investigación y la historia oficial del atentado. Nunca se permitió que el arrepentido fuera testeado, evaluado, por quienes consideran que la pesquisa del gobierno menemista, del juez Galeano y sus adláteres estuvo y está llena de irregularidades.
En el juicio oral se están viendo esas irregularidades y se vieron otra vez con esta parodia del testigo C.