Lunes, 11 de octubre de 2010 | Hoy
EL PAíS › PROBLEMAS DE EQUIPAMIENTO Y CAPACITACION ENTRE LOS AGENTES DE LA CIUDAD
Bajo la dirección de un ex comisario relevado por la fuga de un narco, el Cuerpo de Agentes de Control de Tránsito porteño tiene móviles sin frenos ni cinturones de seguridad y los agentes carecen de uniformes adecuados.
Por Gustavo Veiga
Se visten como policías pero son civiles, ganan dos mil pesos en promedio, se capacitaron a las apuradas y los dirige un ex comisario santafesino relevado por la fuga de un narco. El Cuerpo de Agentes de Control de Tránsito porteño, además, se mueve en móviles con problemas de frenos, sin cinturones de seguridad y puertas que cierran a medias. Creado por una ley del 30 de enero de 2008, recicló al personal que antes funcionaba como Guardia Urbana y en sucesivas camadas completó los 1060 efectivos con que cuenta hoy. La mayoría pagan el monotributo, disponen de escaso uniforme y cuando cortan calles en emergencias como inundaciones, ni botas les dan. Su actual director general, Víctor José Sarnaglia (ver aparte), es uno más en la cuestionada cúpula de policías que dependen del ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro.
“Cuando estaban Ibarra y Telerman nuestra función era mucho más preventiva. Se bajaba una línea para que el ciudadano evitara cruzar la calle cuando no correspondía o que se pusiera el cinturón de seguridad. Ahora, la orden es retengan registros, hagan multas en cantidad, compitan entre ustedes, si hacen más multas tienen una semana más de vacaciones”, describe una agente que pide reserva por temor a perder el trabajo. El gobierno de Mauricio Macri les delegó a estos empleados municipales funciones específicas del tránsito hasta diluir casi por completo aquellas que cumplía la Guardia Urbana. Y aunque la ley que dio vida al cuerpo contempla en su artículo 3º “la difusión entre la población de los principios de prevención, seguridad vial y movilidad sustentable y la asistencia y participación en los programas de educación vial que se establezcan”, reforzó su perfil represivo.
La capacitación acelerada de los agentes consistió en hacerles sonar un silbato que, en ocasiones, les entregan o se ven obligados a comprar. Los lanzaron a la calle con una vestimenta muy semejante a la utilizada por la Policía Metropolitana y que confunde a la gente. “Te paran para pedirte que agarremos al ladrón que pasó por la esquina”, cuenta otro agente, cuando la norma dice que deben “dar aviso a la autoridad que ejerza las funciones de policía de seguridad en casos de delitos y contravenciones que no sean de tránsito”. Operan desde tres bases ubicadas en Constitución, el interior del Parque Chacabuco y Villa Crespo, pero su radio de acción se va corriendo hacia los barrios del norte de la ciudad, en consonancia con el despliegue de la Metropolitana hacia esas zonas.
Sus móviles son camionetas Partner Peugeot o Iveco, con deficiente mantenimiento. “Yo le digo a un automovilista que no lleva puesto el cinturón y cuando voy en la camioneta no tengo uno para ponerme. Los asientos se mueven como el juego del Samba, las puertas cuesta cerrarlas, a riesgo de caernos y los choferes te dicen ‘no tengo frenos’ para llegar hasta la base”, denuncia una de las fuentes. Entre sus funciones, el Cuerpo de Agentes de Tránsito labra actas por contravenciones e infracciones, procede a la detención de vehículos, penaliza el mal estacionamiento y realiza controles de alcoholemia. Hace un par de semanas, unos doscientos integrantes de las tres sedes del cuerpo le elevaron una nota con reclamos a Sarnaglia. Todavía no recibieron la respuesta. En su mayoría son jóvenes que estudian y en promedio tienen 25 años. Trabajan entre siete y ocho horas y cobran más si lo hacen de noche o a bordo de una grúa.
La dotación mínima en que se mueven es de dos efectivos, pero cuando hacen el acarreo de vehículos va uno solo junto al chofer y un empleado de las empresas concesionarias del estacionamiento, cuyos contratos están vencidos y sin licitación que los prorrogue. Muchos agentes quieren trabajar en las grúas porque reciben un viático adicional de 20 pesos diarios que pagan las compañías Dakota y BRD. Su magro salario lo abona el Estado, aun cuando cumplen una función sin la cual esas empresas no podrían hacer caja por sumas millonarias. Para fin de año hay una promesa del subsecretario de Seguridad, Matías Molinero, de que les aumentarían en 400 pesos el sueldo. Todos los contratados están encuadrados en el gremio Sutecba, cuyos delegados les bajan el mensaje de que “en las paritarias el salario lo arregla Genta”. Hasta hoy, nunca hubo una medida de fuerza en el cuerpo. Al contrario, ciertas prácticas intimidatorias a que los sometía su primer director los disuadieron de hacerlas.
El ex policía Norberto Hugo Rabioglio los citó un día en la base de Virrey Cevallos y Cochabamba para recriminarles: “A mí me dijeron que ustedes están haciendo asambleas. Les quiero indicar que son funcionarios públicos y, si no les gusta lo que hacen, se van, porque atrás de ustedes hay otros que esperan por este trabajo. La próxima vez que se hagan los revolucionarios acá adentro los echo a uno por uno”. Una de las agentes que estuvieron en ese encuentro y evocó la arenga con puntillosa precisión se paralizó del miedo. Rabioglio había sido designado en la dirección a instancias de Montenegro el 7 de febrero de 2008, cuando comenzó a funcionar el Cuerpo de Agentes. Como él, también pasó por la fuerza otro policía de Santa Fe, Claudio Esteban Marcelo Zapata, que ocupó el cargo de director desde agosto de 2009 hasta la llegada de Sarnaglia.
Zapata continúa concurriendo a la base de Constitución aunque abandonó el trabajo el 30 de abril pasado. “Cuando los directores se van, están siempre volviendo. Conviven el nuevo y el antiguo”, dice el agente.
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