Domingo, 7 de noviembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › PABLO FERREYRA, EL HERMANO DEL JOVEN ASESINADO EN BARRACAS, HABLA POR PRIMERA VEZ
Dice que “hay responsables materiales y políticos, intereses empresariales y de la Unión Ferroviaria”. Plantea la necesidad de reformular los modelos sindicales.
Por Laura Vales e Irina Hauser
Pablo es ocho años mayor. Cumplió 31, mientras que Mariano tenía 23. Crecieron juntos; en la casa paterna compartieron el cuarto hasta la adolescencia, y fue él, como el mayor, el que acercó a su hermano a la militancia política, en el Partido Obrero. Cuando Pablo se fue a vivir solo, Mariano empezó a visitarlo los fines de semana. Se juntaban a tocar la guitarra o ver películas. “Camino al hospital, iba pensando en algo mucho más liviano. Ni se me ocurrió que lo habían matado, era inimaginable... todavía no lo puedo creer”, dice Pablo Ferreyra en el primer reportaje que da tras el asesinato de Mariano. “Francamente no me importa quién accionó el gatillo”, dirá más tarde. “En un primer momento sentí mucha bronca, bronca vengativa. Yo no suelo ser así. Después apareció (Cristian) Favale y no sentí nada. Es raro. No sé, no me importa. Me importa el paquete. Quién reclutó, quién organizó, si la intencionalidad era disparar”.
Aquel día, el 20 de octubre, cuando todavía no se habían ido del hospital, la familia tomó la decisión de no hablar con los medios y hacer su duelo en la intimidad. Pablo, en particular, dice que quería esperar a tener el panorama más claro: no había estado ese día en Barracas. Evitó mirar la tele, y buscó conocer lo que había pasado a través de los compañeros de militancia de su hermano a medida que fueron perdiendo el miedo a hablar. Casi naturalmente fue asumiendo dentro de su familia el rol de impulsar la causa judicial. Se presentó para ser querellante (lo asisten el CELS y el abogado Alberto Bovino) y se contactó con la fiscal Cristina Caamaño. Pronto estuvo ayudando a que se acercaran a declarar algunos testigos. Finalmente, decidió que era tiempo de salir a hablar y compartir sus primeras reflexiones.
Lo cuenta en la mesa de un bar sobre Corrientes, sin que le tiemble la voz, aunque no oculta el dolor. Suspendió transitoriamente sus trabajos como fotógrafo, aunque en estos días está tratando de retomar su rutina laboral. Dice que hace un esfuerzo para no obsesionarse con una muerte que le parece absurda. Cuenta también cosas de su hermano: que Mariano había empezado a estudiar historia, aunque después dejó, que lo había visto entusiasmado con su primer trabajo, como tornero, y que tenía el proyecto de ir a la universidad para hacer cine o retomar el profesorado de historia.
Pablo viene de una familia de clase media, “de laburantes”. Su papá trabaja en un supermercado y la mamá es docente. ¿En su familia hay historia de militancia?
–No es una familia politizada. Yo me contacté con el Partido Obrero a través del Centro de Estudiantes de la Casa de la Cultura, donde estudié fotografía, en Avellaneda. Mi vieja nunca se opuso a nuestra militancia, aunque no es una militante, sólo tuvo una pequeña participación en la CTA. Mi viejo tampoco. Viven en Sarandí, son laburantes. Yo empecé a militar en el ’99, y Mariano empezó a participar por la época del corte del Puente Pueyrredón. En realidad, ya venía de intentar formar el centro de estudiantes en su escuela, pero no lo logró. Militó a la par mío dos o tres años.
–¿Qué actividades compartían?
–Fue donde yo estudiaba, lo mandaba a volantear, esas cosas típicas que sólo hacen los que recién empiezan. Pero él después tuvo una militancia mucho más dura. Igual como cualquier militante, tuvo períodos. A veces se habla de los militantes en tono heroico, pero uno tiene altos y bajos: conocés una chica y militás menos, lo mismo cuando trabajás. En los últimos tiempos, Mariano hizo dos cursos de tornería en la UOM y empezó a trabajar. La verdad lo vi muy contento, le gustaba trabajar con las manos. Después creo que se le terminó el contrato y ahora tenía la esperanza de que lo volvieran a llamar. Fue un buen período para él. Y además, tenía la idea de volver a estudiar.
Mariano empezó a militar siendo muy chico, pero Pablo no cree que haya ido, como se dijo en los medios, al Puente Pueyrredón el día que mataron a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. “Yo creo que le aconsejé que no fuera porque sabía que podía haber una represión fuerte. El era muy chico, tenía 14 años. Donde sí estuvimos juntos fue en la toma de la fábrica Sasetru. Yo ya tenía una responsabilidad política en el partido, tenía que hacer volantes y esas cosas, él se quedó una noche medio densa”. Con el tiempo Pablo se alejó del PO. “Ya no milito, aunque me relaciono con gente de todas las tendencia. Pero con Mariano ya no hablábamos de política”.
–¿Por qué?
–Teníamos diferentes miradas sobre la realidad política. Muchos militantes de izquierda, a partir del kirchnerismo, empiezan a replantearse cosas. El era muy crítico del Gobierno, no tenía ninguna expectativa, pero yo sí, así que nos empezamos a distanciar políticamente. Pero nunca tuvimos una discusión.
–¿Sabías que Mariano había ido a la protesta de los tercerizados?
–No sabía dónde estaba ese día, aunque estaba al tanto de lo que hacía, y de su trabajo con los ferroviarios. El recorría uno de los ramales para sumar gente a la lucha de los tercerizados.
–¿En algún momento te dijo que el clima estuviera demasiado denso, tenía miedo?
–No, la verdad que no. Ni mi vieja, ni yo, ni ninguno de nosotros pensamos que podía para lo que pasó. Yo no lo puedo creer, lo analizo y no puedo entender que en el clima político actual haya pasado esto.
La investigación
–Sabemos que la Unión Ferroviaria reclutó barrabravas y que no era la primera vez. Uno puede pensar que el que disparó lo hizo porque era un marginal. O que hubo una intención política de matar, una orden desde arriba.
–Me inclino por lo segundo, aunque obviamente eso lo dirá la Justicia. Hay muchos indicios de que hubo algo organizado. Pareciera que hubo una zona liberada, o una especie de incompetencia policial. Mucha gente declara que se abrieron los patrulleros (como para abrir paso a los matones). La amenaza a los periodistas muestra que había una conciencia de que se iba a hacer algo que no querían que saliera en los medios. Después se suma la aparición de Favale mostrándose como un perejil y las declaraciones de otros imputados embarrando la cancha, culpándose entre sí. Creo que hay una intencionalidad política, pero que aún no la logro entender. Y no sólo es la muerte de Mariano. Hay una mujer herida muy grave. Nelson Aguirre también está herido. Tiraron al cuerpo, no al aire ni al piso. No sé, me parece tan absurdo que maten a una persona en una situación así. Es patético que se recluten barrabravas para romper una protesta social, pero de ahí a matar a un militante y herir a otros. Mucho exceso. Creo que hay responsables materiales y políticos, así como intereses empresariales y de la Unión Ferroviaria.
–¿Creés que tu hermano estaba marcado?
–No creo, me parece demasiado conspirativo.
–¿Estás conforme con la investigación judicial?
–Estoy conforme con el avance de la causa, con la fiscal y con la jueza. Fue muy acertado que la fiscal le quitara la investigación a la Policía Federal. En lo personal, me generó mucha confianza que me recibiera. Se acercó el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales).
–¿Hiciste tu propia reconstrucción de los hechos?
–Lo estoy haciendo, con mi mujer. La verdad es que con mi familia al principio no queríamos ver nada. Después yo decidí participar porque es lo único que me queda. Me involucré mucho y quiero que se resuelva. Decidí hablar porque no quiero que se deje de nombrar. Quiero que al menos esto que sea una bisagra. Que haya una reformulación de los modelos sindicales.
–¿Qué cambio imaginás?
–Tendría que haber libertad sindical. No deberían existir tercerizados, trabajadores de primera y de segunda. Ojalá esto dé a futuro una nueva perspectiva a los sindicatos. Hay una limitación, que es que los sindicatos, la CGT, arrastran vicios de los noventa. Se tienen que aggiornar.
–¿Qué te pareció la reacción del Gobierno?
–Me pareció buena y no. Esperaba un repudio más enérgico. Con algún tipo de sanción o algo hacia la Unión Ferroviaria, más allá de despegarse. Eso es algo que no vi. La respuesta de (Hugo) Moyano fue muy tibia. Pero insisto en que el Gobierno debería replantearse el modelo sindical.
–¿Cómo evaluaste la reacción de las agrupaciones que participaban de la protesta en las vías y su participación en la causa?
–Al principio fue todo un poco desprolijo. Y había muchos chicos con miedo. Pero después fueron yendo todos a declarar. Mi hermano como responsable de la juventud tenía a cargo chicos de dieciocho años. Los compañeros de él que me vieron en la fiscalía se pusieron a llorar. El entierro de mi hermano fue algo muy grande, había como doscientos compañeros de él. Todos muy conmovidos. Lo que le pasó a Mariano le podía haber pasado a cualquiera de ellos. Al hablar con ellos me di cuenta de que el asesinato de Mariano era algo que no entraba en los cálculos de nadie. Ni del partido, ni del Gobierno, ni de nadie.
–¿Te planteás, te inquieta, quién fue la persona que le disparó a Mariano?
–Francamente no me importa quién accionó el gatillo. En un primer momento sentí mucha bronca, bronca vengativa. Yo no suelo ser así. Después apareció Favale y no sentí nada. Es raro. No sé, no me importa. Me importa el paquete. Quién reclutó, quién organizó, si la intencionalidad era disparar. Favale o el Payaso Sánchez... es lamentable que se recluten barrabravas. Pero quizá ya no me importa quién fue porque veo a la Justicia bastante comprometida. Pienso que si sólo se castigara al autor material no me quedaría conforme.
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