EL PAíS › OPINION

Los garantes de siempre

Por Irma Parentella (*)

Si hubiera que evaluar a los políticos argentinos en base a los resultados logrados, sin duda que la calificación, en su mayoría, sería entre regular e insuficiente. Especialmente si se tratara de la calidad de las gestiones de quienes desempeñaron los cargos más importantes en las provincias y la Nación. El país, que salió de la dictadura militar con la esperanza puesta en una democracia que mejorara su calidad de vida, se encuentra, veinte años después, en una situación que muestra más desocupación, más pobreza, más delitos, más violencia social y, sobre todo, muchísima más desesperanza. ¿Quiénes gobernaron durante esos veinte años? Los partidos llamados tradicionales, con millones de afiliados. Con una excepción, el breve período en el que la Alianza Radicalismo-Frepaso tuvo algún grado de existencia real, hasta la renuncia de Carlos Alvarez a la vicepresidencia por incompatibilidad con las metodologías implementadas, precisamente, por radicales y peronistas en el Senado de la Nación.
Los conocidos de siempre, con algún mínimo cambio de discurso, se ofrecen nuevamente a la ciudadanía como garantía de “gobernabilidad”, concepto muy en boga que significa que si no se “arregla” con ciertos grupos, las autoridades legítimas, elegidas por el pueblo, serán paralizadas en su accionar. Estos conocidos argumentan: “Nosotros somos los únicos que sabemos hacer”. Observemos los resultados: la convertibilidad arrasó con las fuentes de trabajo, la devaluación multiplicó la pobreza y la indigencia y decenas de miles de millones de dólares incrementaron la deuda pública. Hoy nuestro país debe al exterior 190.000 millones de dólares, es decir, la producción de un año y medio de todos los argentinos. No hay otro país en el mundo con una deuda de esta magnitud. Este “logro” debe adjudicarse a los conocidos que saben hacer.
La provincia de Buenos Aires, gobernada por el mismo partido desde 1987, concentra todos los males mencionados, además de contar con la policía más cuestionada, inmune a las propuestas reformistas que los funcionarios de turno hacen públicas.
Evaluar el estado de las demás provincias e informarse respecto a sus gobernantes es un ejercicio que permitirá obtener interesantes conclusiones.
Ante el reclamo indignado pidiendo “que se vayan todos”, los conocidos de siempre dejaron pasar el tiempo sin implementar ninguna reforma institucional ni producir mejora alguna en la calidad ética de las prácticas políticas. A medida que se desactivaban las rebeldías populares, los “usos y costumbres” de los conocidos salieron de las sombras para mostrarse otra vez sin pudor alguno. En este contexto y con estos antecedentes, los viejos políticos de la vieja política se ofrecen a sí mismos como garantía de gobernabilidad y “saber hacer”, ahora con la palabra “renovación” nuevamente activada, pero ya sin contenido alguno.
Ante el fracaso inapelable de los conocidos, la sociedad argentina deberá decidir si corre el riesgo de confiar en los “desconocidos”, que han resistido la “aplanadora” destructiva con trabajo y conductas éticas, o vuelve a optar por la ilusoria seguridad que le ofrecen los conocidos, responsables de la decadencia.

* Diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Interbloque-ARI

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