EL PAíS
Trabajo extra para la ministra Graciela Camaño
Cuando Héctor Hugo Mamani decidió subirse a un árbol con una soga alrededor de su cuello para reclamar por un plan social, nunca pensó que sería la ministra de Trabajo, en persona, quien impediría que se ahorque.
Eran las 9.45 de la mañana del martes y Graciela Camaño, como todos los días, se dirigía hacia el edificio del ministerio caminando por la avenida Alem. Unos metros antes de llegar a la entrada, dos patrulleros, un camión de bomberos y un grupo de personas mirando hacia arriba llamaron su atención. Por mera curiosidad, la funcionaria se acercó a la escena cuando, entre las ramas de un árbol, divisó a un hombre que pedía a gritos un plan social para dar de comer a sus dos hijos. Era Héctor Mamani, un desocupado salteño recién separado de su mujer y a cargo de dos hijos, que en medio de su desesperación amenazaba con matarse si algún funcionario del Ministerio de Trabajo no respondía a su pedido. Al enterarse de la situación del hombre, Camaño intervino en el rescate y convenció a Mamani de que bajara del árbol para charlar. Abrazado por la ministra, quien lo llevó hacia su despacho ofreciéndole un desayuno, el salteño no salía de su asombro. Se sentó en el mullido sillón del gran escritorio de la titular del ministerio y, entre sorbo y sorbo de café con leche, le contó su historia. Su mujer lo había abandonado con sus dos hijos y junto a ella se había ido el plan Jefas y Jefes de Hogar con el que sobrevivía la familia. La titular del plan era su esposa y él, sin trabajo, ya no tenía cómo mantener a sus hijos. La ministra, que minutos antes le había salvado la vida, ahora intentaba calmar su desesperación. Ante la mirada atenta de Mamani, explicó que una vez que los funcionarios salteños comprobaran que él había quedado a cargo de sus pequeños hijos, tan sólo un trámite en su provincia le devolvería el beneficio del plan.
El hombre salió del despacho, un poco más tranquilo, con la soga y la promesa debajo del brazo.