Lunes, 20 de junio de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Luis Bruschtein
Es una verdad a medias, algo supuestamente confirmado, pero no declarado oficialmente ni incorporado subjetivamente. Falta el acto de proclamación. Hay un candidato que falta, aunque ya se da por descontado de que se presentará y tiene que ser esta semana.
La puerta de los plazos se va cerrando y queda una sola incógnita. Queda un vacío en el podio de los que tienen más posibilidades. A pesar de eso, y aunque no se ha presentado, la han medido todas las encuestas y todas la pusieron al frente, la mayoría con un triunfo en primera vuelta. Oficialmente no existe para los pronósticos, algunos especulan con que no se presentará. Duhalde y su esposa Chiche así lo dicen. Arriesgan una estrategia que se puede dar vuelta como panqueque, porque el intento de mostrar debilidad de la Presidenta se le puede convertir en temor a que no se presente y en reclamo para que lo haga. En algunos medios se especula y especula. Alguien del “entorno más íntimo” o “el más íntimo del entorno” o algún personaje tan misteriosamente definido, por lo que habla tan bien del que tiene un contacto tan íntimo, en fin, como se decía, alguien del entorno más íntimo, seguramente del periodista que lo cita, asegura recontra extraoff que no se presentará a la reelección, que está cansada, deprimida, debilitada, estresada. O sea, que no puede ser presidente porque está hecha una piltrafa.
Otro esquema es el de la duda. Un viaje obligado a El Calafate este fin de semana para tomar la decisión en la intimidad, con Carlos Zannini, su asesor más cercano, y sus dos hijos. Un viaje casi mítico a El Calafate atravesando nubes de cenizas volcánicas o eludiéndolas vía Chile para llegar al lugar, convencer a sus hijos Máximo y Florencia o dejarse convencer por ellos.
Pero otro personaje de la más íntima intimidad se ríe y dice que Máximo y Florencia, ambos referenciados en La Cámpora, que está pidiendo la reelección de Cristina, conocen la naturaleza y el carácter de su madre, bromean entre ellos sobre ese tema y la apoyan. Que todo está decidido ya hace tiempo y que la familia está unida en esa decisión. El viaje mítico de decisión a El Calafate sería pura ceniza.
Se da por descontado que Cristina Fernández de Kirchner se presentará para su reelección. Entonces se da por descontado que la demora es parte de una estrategia para generar expectativa o para decidir la forma y sus acompañantes con un escenario más claro. Todos los demás ya están en carrera y con muchas dificultades. Mauricio Macri y Pino Solanas se tuvieron que bajar al distrito porteño. La candidatura del socialista Hermes Binner provocó el enojo de Pino y de los radicales. La candidatura de Ricardo Alfonsín con Francisco de Narváez hizo enojar a Hermes Binner. Eduardo Duhalde se peleó con Alberto Rodríguez Saá y va con un depreciado Mario Das Neves. Macri se quedó sin candidato y Pino estuvo a punto de tener que inventar uno.
En ese escenario, que poco a poco se va estabilizando, falta el lanzamiento oficial de la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner a su reelección. No hay filtraciones, ni oficiosos, ni datos en off. No se sabe. “Mi lista va a llevar la candidatura de Cristina a presidente”, dijo Martín Sabbatella, el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por Nuevo Encuentro, después de una larga reunión con Zannini para ensamblar sus listas de adhesión. “No está lanzada, pero allí todos hablan como si fuera un hecho”, agregó.
Ese pequeño movimiento, o lanzamiento, que no se hizo y que genera esa pequeña ausencia, inocula una pequeña inquietud. Para engañar esa inquietud se da por hecho algo que no se da por hecho con otros candidatos. Hasta que no se presentaron nadie los dio por presentados. En cambio, Cristina ya es la candidata. Eso se produce hasta en los mismos medios que la critican. Sobre todo en ellos. El cosquilleo de la incertidumbre está tanto en los que votarán en contra como en los que votarán a favor.
Cualquier político no produce esas sensaciones. Esa leve incertidumbre extendida habla de una presencia política importante que ha sido construida en gran parte, y paradójicamente, por quienes la detractaron, los que involuntariamente indujeron la sensación de que debía ser defendida o atacada. En algún punto la guerra granmediática contra la Presidenta, con agresiones de grueso calibre y groserías humillantes, despertó una reacción activa, más militante, entre sus simpatizantes, que se acentuó con la muerte de Néstor Kirchner.
Pese a que estas elecciones ya no se presentan tan polarizadas como las del 2009, si no estuviera su candidatura, los que votarían en su contra, no tendrían a quién votar. No son tantos. La imagen negativa de la Presidenta es bastante baja después del fuerte desgaste de cuatro años de gobierno. Tendrían que ser más, en algún momento lo fueron, pero esos pocos, que de alguna manera son los que expresan la crispación de los grandes medios, la de varios de sus periodistas y de algunos dirigentes de la oposición, son los que quedarían huérfanos. Ellos la extrañarían porque no han podido generar un discurso independiente de la figura de Cristina Kirchner. Son dirigentes que existen porque existe lo que asumen como su contracara. Han elegido con sus furias proféticas ser un reflejo en el espejo antes que ellos mismos.
Ese ha sido un riesgo permanente para toda la oposición, incluso para los más razonables que incluso se han esforzado por evitarlo, pero es posible que se acentúe cuando comience definitivamente la campaña y todos se afanen para diferenciarse de la misma manera, con lo cual, la única diferente sería ella. Es paradójico, porque todos los candidatos tienden a inclinarse hacia la derecha, incluso los partidos con algunas tradiciones de centroizquierda. Ricardo Alfonsín prefirió a De Narváez y a Javier González Fraga como sus acompañantes. Y en el caso del Frente Amplio Progresista, las primeras declaraciones de Hermes Binner fueron para anunciar que bajaría las retenciones, incluyendo las de la soja. Su candidata a vice, Norma Morandini, no votó la ley de medios y votó en contra de todas las leyes progresistas. Y la candidata a gobernadora bonaerense, Margarita Stolbizer, se entusiasmó cuando dijo que con varias denuncias como la de Schoklender podrían cambiar el resultado de las elecciones. Algo similar dijo Pino Solanas, expresando un alborozo que contrasta con el ámbito de los derechos humanos, donde el hecho ha provocado más tristeza que entusiasmo.
En esa primera fotografía, la oposición aparece disputando el mismo espacio de centro y centroderecha, confiando en captar votos de centroizquierda sólo a partir de los nombres de algunos de sus candidatos o de las fuerzas que lo componen, pero, por lo menos hasta ahora, no enfocan el debate hacia ese ángulo. Ese discurso resulta confuso. Se niega que el Gobierno sea de centroizquierda y entonces generan la expectativa de que ellos propondrán a la sociedad una propuesta global a la izquierda del Gobierno para demostrar lo que sería una verdadera centroizquierda. Pero en el momento de salir al ruedo y definir posiciones, los discursos se desinflan, le ceden ese lugar al oficialismo y enfocan sus propuestas para ganar un sector del centro y del centroderecha. Como si dijeran: “Por ahora somos de centroderecha porque hay que oponerse a este gobierno que por ahora es de centroizquierda”. Y para ellos, la esperanza sería: “Cuando se le caiga la careta de centroizquierda a este gobierno, nosotros dejaremos la careta de centroderecha para mostrar lo que somos”. El tema de las caretas es discutible, pero lo real es que “por ahora” la oposición tiende a amontonarse en el centro y el centroderecha. Es una primera fotografía que seguramente irá cambiando a lo largo de la campaña, aunque no cambien los personajes y sus historias.
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