Sábado, 30 de julio de 2011 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
Por Luis Bruschtein
“La luna de miel se terminó”, salieron a decir algunos de los periodistas y analistas que militan en la oposición. “Por primera vez se vuelve a sentir otra vez la bronca en el ambiente”, se dijo por otro lado. “Es algo que no se había vuelto a sentir desde la muerte de Néstor Kirchner”, insistieron. Y salió alguna que otra encuesta cercana a la oposición a anunciar que habrá segunda vuelta. Hacer malabares con los resultados electorales provinciales para elucubrar proyecciones sobre las elecciones presidenciales de octubre parece más una maniobra política que un análisis con sentido profesional. Por supuesto que el gobierno nacional tampoco tiene la vaca atada y que ninguna elección se gana o se pierde hasta que no está ganada o perdida, pero la desproporción entre los resultados y las conclusiones huele a campaña mediática para generar un clima antikirchnerista de bronca que no existe pero que pronostican todo el tiempo.
Desde que comenzó el proceso de elecciones, en todos los distritos, menos uno (Catamarca), ganó el oficialismo local. Y además, dos de ellos (Chubut y Catamarca) fueron recuperados por el kirchnerismo. Es decir que tras este proceso de elecciones provinciales, el kirchnerismo no perdió ninguna provincia y, en cambio, tendrá injerencia en dos que antes manejaba la oposición: el radicalismo en Catamarca y el duhaldismo en Chubut.
Las elecciones porteñas hicieron que dos candidatos se bajaran de sus aspiraciones presidenciales. A Pino Solanas lo hundieron en la primera vuelta. A Mauricio Macri lo salvaron. Del candidato que estaba a punto de perder todo, sin llegada a las provincias y sin nadie de su fuerza en la Ciudad en condiciones de ganarle al candidato del oficialismo nacional, Macri pasó a ganador de la primera vuelta en la ciudad con el 47 por ciento de los votos. Pero para ganarle a Daniel Filmus tuvo que bajarse de la competencia por el premio mayor.
Con el 25 por ciento que había logrado el 28 de junio del 2009 en la Capital Federal, Pino Solanas se proyectaba con mucha fuerza hacia el plano nacional desde el centroizquierda antikirchnerista. Podría haber intentado ocupar ese espacio encabezando una campaña presidencial para darle dimensión nacional, pero consideró que tampoco tenía un candidato de su agrupación en la Ciudad que pudiera contener la gran cantidad de votos que él había cosechado. Así decidió resignar la posibilidad de promover ese espacio en todo el país. La magra cifra de votos que obtuvo –y que ya anunciaban las encuestas– debilitó su lugar como referente nacional, donde de hecho fue reemplazado por la candidatura del socialista santafesino Hermes Binner. Se alejaron sus principales aliados en la Ciudad: Claudio Lozano y el grupo Libres del Sur, que viene de un largo periplo que pasó por el kirchnerismo, siguió con Sabbatella, estuvo con Solanas y ahora son flamantes militantes de Binner.
En la primera etapa de la competencia, o sea antes de las elecciones, Filmus les ganó a todos los candidatos de Macri y de Pino, sus dos principales competidores. Ninguno de los dos estaba seguro de que el mejor de sus pollos pudiera ganarle a Filmus y tuvieron que dar ellos la pelea. De salida, el candidato del Frente para la Victoria les había ganado a los candidatos que hubieran querido poner Solanas y Macri.
En la confrontación con Macri, Filmus, con su 28 por ciento, logró la marca más alta del kirchnerismo en la ciudad de Buenos Aires y más del doble de la que había obtenido el Frente para la Victoria en la elección anterior. Pero era menos de lo que esperaba. Macri, por el contrario, sacó bastante más de lo que creía que iba a sacar. El gran ganador de esa disputa fue Mauricio Macri, sin ninguna duda. Aunque le quedará por resolver quién sería su reemplazante cuando compita por la presidencial la próxima vez. Se puede decir que es adelantarse demasiado, lo cual es real porque faltan cuatro años, pero lo cierto es que el comportamiento del voto en su caso fue muy personalista. Fue un voto a su persona. A Horacio Rodríguez Larreta o a Gabriela Michetti les hubiera costado mucho atraerlo. En las encuestas, Michetti, que era la que mejor medía, apenas pasaba del 30 por ciento. Hubiera sido una puja diferente para Filmus. Macri logró 17 puntos por encima de esa cifra. A Filmus le resultará muy difícil remontar una diferencia tan grande en la segunda vuelta de mañana. Sin embargo, no quedó tan mal parado para esta segunda vuelta o para las próximas elecciones, porque el consenso de mayoría que respaldó a Macri no tiene un sesgo esencialmente antikirchnerista.
Algo parecido sucedió en las elecciones de Santa Fe. Hubo un voto antikirchnerista, repartido entre Miguel Del Sel y el Frente Progresista, pero en ninguno de los casos puede decirse que ese fuera el sentido predominante en la elección. En el caso del Frente Progresista, había una gestión que estaba siendo refrendada y con Miguel Del Sel jugó muy a su favor el altísimo nivel de conocimiento de su persona, su fama como artista. Hay un voto antikirchnerista entreverado a izquierda y derecha, pero resulta difícil cuantificarlo y en todo caso no alcanzó a darle ese tono al resultado general de la elección.
Para Agustín Rossi, el resultado fue desfavorable. No pudo contener una gran cantidad de votos peronistas que, solamente en el rubro de gobernador y vice, se volcó a Del Sel. Su situación fue particularmente difícil, porque María Eugenia Bielsa, que encabezaba la lista de candidatos a Diputados, fue la más votada frente a las otras listas. Bielsa es una dirigente del justicialismo que también está muy identificada con el kirchnerismo. El sentido de ese voto (Rossi no, Bielsa sí) tiene una sutileza que hace a la relación evidentemente compleja de un sector del electorado santafesino, incluyendo una parte del sector rural, con el kirchnerismo. De todas maneras, esa complejidad tan clara impide que con los resultados santafesinos se pueda hacer una proyección mecánica hacia el escenario de las presidenciales de octubre. En las elecciones del 2007, que Cristina Kirchner ganó en primera vuelta, en Santa Fe ganó, pero con poco más del 30 por ciento de los votos. Pero en las elecciones del 2009 el kirchnerismo apenas arañó el 10 por ciento. Es difícil decir cuánto ganó y cuánto perdió en relación con una nueva puja por la presidencia en un distrito donde su marca más alta ha sido la de 2007.
En las elecciones cordobesas, el kirchnerismo no llegó a cerrar con el jefe del PJ cordobés, José Manuel de la Sota, aunque no hubo un quiebre en la relación, porque tampoco hubo nunca tanta proximidad. El kirchnerismo no lleva candidato propio a la gobernación y tiene algunos de sus dirigentes en las listas delasotistas. Pero lo que gane De la Sota, será su ganancia, y si hay un gobierno kirchnerista después de octubre, tendrá que negociar con los diputados delasotistas cada vez que envíe un proyecto. Pero eso hubiera sido así con acuerdo o sin él. De todos modos, esa distancia con De la Sota le servirá a Cristina Kirchner para atraer votos de otras fuerzas políticas cordobesas, en especial del juecismo, en la elección presidencial.
Desde la oposición mediática se pone énfasis en el voto no kirchnerista distrital para darle un contenido antikirchnerista. Para lograr ese cambio necesitan insuflarle una fuerte carga de bronca y desprecio, cosa que no se manifestó hasta ahora en las campañas ni en los electores de Buenos Aires ni en las de Santa Fe, las que por otra parte tuvieron poca proyección nacional en los debates. Hasta ahora todas fueron elecciones tranquilas, sin la crispación que quisieron transmitir después algunos comentaristas.
Para generar este clima desfavorable a Cristina Kirchner necesitan también exagerar los números, como si fueran inesperados en distritos donde ya se sabía que siempre han sido muy difíciles para el gobierno nacional. La falsa crispación y esta exageración de resultados esperados constituyen otros recursos de campaña disfrazados de vidrios de colores.
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