Lunes, 12 de diciembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › BRITA SYDHOFF, DEL CONSEJO INTERNACIONAL DE REHABILITACIóN A VíCTIMAS DE LA TORTURA
La abogada sueca Brita Sydhoff, que recibió el Premio Internacional a los Derechos Humanos Emilio Mignone, destaca que Argentina pasó por “tremendos episodios de tortura y trauma” y hoy logra “que los torturadores enfrenten a la Justicia”.
Por Ailín Bullentini
La Argentina es “un gran ejemplo para el mundo”, definió la secretaria general del Consejo Internacional de Rehabilitación a Víctimas de la Tortura (IRCT), Brita Sydhoff. ¿Por qué? Porque experimentó “tremendos episodios de tortura y trauma” y hoy se preocupa por superarlos “tratando de enfrentar al pasado, hablar sobre él y lograr que los torturadores enfrenten a la Justicia”. La abogada sueca recibió el Premio Internacional a los Derechos Humanos Emilio Mignone, otorgado por la Cancillería argentina a la organización que representa y que nuclea a más de 150 clínicas de rehabilitación a víctimas en todo el mundo. En diálogo con Página/12, Sydhoff destacó los juicios por delitos de lesa humanidad que se desarrollan en el país, alertó sobre el estado de las cárceles y sobre la policía local “que no comprende que la tortura es un delito”.
–¿Cuál es la definición de tortura con que trabaja el IRCT?
–Hacemos propia la de la ONU, que entiende que es todo acto de violencia que ejerce el Estado o algún agente del Estado sobre personas con el objetivo de obtener algún beneficio para sí; cuando el Estado sabe que existen ataques a personas cometidos por entes que no pertenecen a su esfera y no hace nada por impedirlo; o incluso lo que ocurre en los países en los que existe un conflicto, donde hay tanto lío de soldados y grupos paramilitares que los civiles que sufren maltratos no saben si viene de parte del gobierno, los soldados o los paramilitares. Somos muy liberales en este sentido. Muchos centros que integran el IRCT trabajan con violencia doméstica, contra niños y mujeres.
–Usted dice que en muchos lugares del mundo existe el “dilema de la tortura”, ¿en qué consiste?
–Aquí lo experimentaron muy fuerte y aún sigue vivo. Acuñé el concepto en un artículo publicado en Le Monde Diplomatique, cuando el mundo experimentaba las secuelas del 11/09 y veía cómo los países democráticos trataban de justificar sus torturas con el argumento de que los torturados podían ser terroristas. La idea era alertar sobre un cambio peligroso de las normas, que veíamos cercano: el umbral de aceptación de la tortura había crecido. Si se comienza a aceptar la tortura como método válido de resolución de conflictos, si se alienta a los niños a efectuar disparos aunque sea en un juego y hay series de TV que constantemente muestran la tortura y el maltrato como una cosa liviana, las sociedades y la humanidad estarán en grandes problemas.
–¿En dónde ve vivo el dilema de la tortura en Argentina?
–La impresión que me llevo es la de un país que está tratando seriamente de abordar su pasado. Están tratando de enfrentar al pasado, hablar sobre él y lograr que los torturadores enfrenten la Justicia. La Justicia también cura. Sin embargo, también escuché sobre la situación de hacinamiento de las cárceles; que la policía mal capacitada no entiende que la tortura es un delito y que piensa que golpear a otras personas forma parte del castigo. Ahí está el dilema. No es así, el castigo debería incluir la idea de que la persona que lo cumple debe, tarde o temprano, reingresar a la sociedad. No creo que alguien que reciba maltratos por 4, 6 o 10 años vaya a convertirse en un buen ciudadano.
–¿Avanzó la aceptación mundial de tortura?
–No creo que la tortura haya crecido o sea más aceptada, aunque no hemos podido hacer un relevamiento global de estas cuestiones. La impresión de la mayoría de mis colegas es que las personas responsables de la tortura usan cada vez más la tortura psicológica porque no deja en el cuerpo rastros que luego se puedan descubrir. La supresión del sueño, el aislamiento, la amenaza con perros, amenazas son torturas y maltratos que no necesitan de contacto físico para hacer daño. Con el nuevo gobierno de Estados Unidos espero realmente que las cosas mejoren. Creo que lo harán.
–¿Cuáles son los efectos que podría generar el avance de la aceptación mundial de la tortura?
–Si los países democráticos torturan, los países que no lo son tomarán eso como un ejemplo y como justificación para seguir torturando ellos también. Cuando estuvimos en algunos lugares denunciando tortura dentro de sus fronteras lo que nos contestaban las autoridades era que fuéramos a acusar a Estados Unidos.
–¿Cómo trabajan para prevenir la tortura?
–Hablamos con los gobiernos, ofrecemos nuestros servicios de capacitación a médicos y abogados. Pero no somos una organización que denuncie demasiado. Nuestro enfoque es muy práctico. Colegas que trabajan en centros de detención a diario no pueden contar ampliamente lo que sucede allí adentro. Lo comunicamos a otras organizaciones de derechos humanos, que son las que pueden denunciar. Nuestro objetivo principal es buscar la manera de avanzar en el tema: ¿tenemos la posibilidad de ayudar a las víctimas en su estado de salud? ¿Podemos capacitar policías?
–¿Cómo se trata a una persona que fue torturada?
–Tratamos de encarar el problema desde un punto de vista holístico. Somos muy sensibles al contexto cultural. Los centros no demandan nada y las víctimas no sienten que pertenecemos a un gobierno en particular, entonces se sienten seguras con nosotros. Cada vez más vemos que grupos de sobrevivientes se apoyan entre sí. Eso se da en Argentina hace mucho y es una forma fantástica de avanzar.
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