Martes, 27 de marzo de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Débora Giorgi *
La irrupción violenta de los militares en el gobierno, el quiebre del orden democrático, el genocidio y secuestro de bebés conllevó un plan sistemático de destrucción del aparato productivo nacional. El 24 de marzo de 1976 se rompió la estabilidad institucional y toda posibilidad de desarrollo industrial de la mano del comienzo del régimen neoliberal, cuyos cimientos permanecieron inalterables durante más de 25 años.
Fue en 2003 cuando Néstor Kirchner recuperó el valor de la industria, como generadora de recursos genuinos pero, además, fundamentalmente en el rol de columna vertebral de la sociedad, de herramienta de inclusión social. Sin industria no hay trabajo y sin trabajo volvemos a una sociedad fragmentada al borde de la desintegración.
La política económica neoliberal de la dictadura impulsó el vaciamiento de las empresas, cuyos capitales fueron a la especulación, y así se destruyó la cultura del trabajo. De este modo se sucedieron la concentración del ingreso, el aumento de la deuda externa, el incremento de la fuga de capitales, la desindustrialización de la economía argentina, la suba del desempleo, la pobreza y la indigencia.
Entre el ’76 y el ’82 la producción industrial cayó a un promedio anual del 2,3 por ciento. El año 1982 finalizó con un PBI industrial 15,1 por ciento inferior al de 1975, lo que marca claramente el proceso de desindustrialización que se vivió en el período. En esos siete años, hubo cinco con caída de la actividad industrial y en dos se superaron los dos dígitos de descenso, marcando el record histórico en 1981, con una reducción del 12 por ciento. No por casualidad fue a fines de la década del ’90 cuando volvimos a transitar un período tan grave de caída de la producción industrial, asociado a otro proceso neoliberal. Entre 1976 y 1983 la ocupación en el sector cayó casi un 35 por ciento.
La historia nos muestra que los que devastaron la industria nacional fueron aquellos dictadores genocidas que buscaron todos los elementos para también destruir el orgullo que teníamos por los productos nacionales.
El slogan que la dictadura utilizó los primeros meses fue: “Achicar el Estado es agrandar la Nación”. Y en “achicar el Estado” ciertamente se referían a destruir todo lo que fuera nacional: las políticas económicas de mediados de los ’70 fueron el veneno que generó el “industricidio”.
El modelo productivo se basa en un Estado presente, que realmente controla y dirige al mercado en aquellas cuestiones donde realmente falle. Tenemos un Estado que gestiona, que vela por la mejor distribución del ingreso y calidad de vida para todos los argentinos.
Tenemos un Estado que interviene para defender el trabajo nacional y evita la importación con competencia desleal, importaciones que muchas veces contienen, lamentablemente, salarios de hambre, eso que no queremos para nuestra Argentina.
Fue la dictadura la que facilitó e incentivó el endeudamiento, al que podían acceder las grandes empresas o grupos económicos, y esa fue la génesis de la deuda externa, la que nos condicionó por los subsiguientes 25 años. Fue, en 2003, el gobierno de Néstor Kirchner el que tomó la decisión de salir del cepo del endeudamiento. Así, un Estado que paga sus deudas es independiente en las decisiones, que ahora son tomadas por argentinos y para los argentinos.
* Ministra de Industria de la Nación.
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