Domingo, 16 de junio de 2013 | Hoy
EL PAíS › QUEDO MUY COMPROMETIDO EL ENCARGADO DEL EDIFICIO DONDE VIVIA ANGELES RAWSON
Durante su interrogatorio como testigo, Jorge Mangeri se habría autoincriminado a tal punto que la fiscal cambió su situación y lo acusó por el homicidio. Ante el juez, se negó a declarar y quedó detenido. Su familia dice que es inocente y fue secuestrado y torturado por policías.
El encargado del edificio en el que vivía Angeles Rawson seguía anoche en el centro de la escena y de las sospechas. El punto clave es que en el cuerpo de Jorge Mangeri, de 45 años, se encontraron marcas de rasguños compatibles con lesiones que le habría producido la chica al defenderse. Mangeri argumentó que esas marcas tuvieron que ver con un picaneo al que lo sometió la policía (ver aparte) y con la caída de unas gotas de ácido. Los médicos fueron lapidarios y dijeron que las lesiones no se correspondían con shocks eléctricos y que el ácido fue vertido después de los rasguños. Fuentes de la fiscalía sostienen que, ya en la madrugada del sábado, el encargado empezó a autoincriminarse. Dicen que fue muy categórico y llegó a afirmar “yo la maté”, echándole la culpa a la joven de lo ocurrido. Eso motivó a la fiscal Paula Asaro –que trabajó en forma denodada junto a los mandos de la División Homicidios de la Policía Federal– a suspender la declaración testimonial, relevarlo del juramento y pedir su detención e indagatoria como sospechoso. A esas horas se dijo que Mangeri sería indagado mañana por el juez Roberto Ponce, pero luego se tomó la decisión de no dejar pasar tanto tiempo, con lo que magistrado y fiscal procedieron ayer mismo por la tarde. Mangeri utilizó su derecho de no declarar y el juez Ponce decidió que debe seguir detenido. Ahora tiene diez días para resolver su situación procesal. La esposa de Mangeri, Diana Saettone, defendió a su marido aunque el día de los hechos, el lunes pasado, no estuvieron juntos. Además, reiteró que efectivos policiales lo golpearon y picanearon.
Toda la investigación se centró en el edificio de la calle Ravignani dado que el viernes al anochecer la fiscal Asaro recibió las imágenes de nuevas cámaras de seguridad en las que se veía claramente a Mumi, como le decían a Angeles, entrando al inmueble después de la clase de gimnasia. Las cámaras no mostraron a la chica saliendo otra vez, de manera que la fiscal se convenció que la tragedia se desarrolló en el edificio. La investigación se centró entonces en el entorno familiar de Angeles y en el encargado. Los allegados a la chica estuvieron doce horas en la fiscalía, declararon ante Asaro, quien incluso percibió contradicciones, sobre todo entre la mamá Jimena y el hermano Juan Cruz. Hasta ese momento, estaba previsto que el padrastro, Sergio, declarara ayer, sábado, pero a las 23 del viernes entró atropelladamente al edificio del Ministerio Público. Minutos después, hubo medios que lo daban por detenido, cuando –como lo adelantó Página/12 ayer– estaba sentado, solo, afuera de la oficina de la fiscal esperando su turno.
A esa hora la fiscal empezó a inquietarse porque el encargado del edificio no se había presentado. Las cosas se hicieron todavía más nítidas cuando después de la medianoche del viernes un enorme grupo de policías allanó su vivienda, trabajó en el subsuelo del edificio y en el Renault 19 propiedad de Mangeri. A las 4 de la mañana, el encargado salió esposado y detenido, mientras los integrantes de la familia de Angeles –su mamá Jimena, su padrastro Sergio, su hermano Juan Cruz, su medio hermano Jerónimo– se fueron libremente del edificio del Ministerio Público.
La evidencia que más se conoce tiene que ver con los rasguños que tiene el encargado, especialmente en los brazos. Su esposa habló de rayas, pero los médicos que lo revisaron señalaron que se trataría de lesiones causadas por uñas y que podrían tener que ver con la defensa de Angeles en una supuesta pelea que haya desembocado en su muerte. En ese momento, ante la fiscal, Mangeri explicó que no había llegado a declarar a la fiscalía porque, cuando se disponía a tomar un taxi fue abordado por un grupo de policías que llegaron en un patrullero. El encargado afirma que fue duramente golpeado y que incluso se le aplicó picana eléctrica. Esto llevo a la fiscal a convocar a peritos médicos que entraron al edificio del Ministerio Público pasada la medianoche. Los profesionales revisaron al encargado y, según su diagnóstico, las lesiones no serían compatibles con apremios ilegales sino con posibles rasguños. El médico sostuvo que las gotas de ácido se habrían puesto sobre los rasguños para desviar la atención.
Las versiones que surgieron del edificio del Ministerio Público indican que Mangeri, ya cansado, empezó a contradecirse y luego autoincriminarse, lo que llevó a la fiscal a parar la declaración testimonial e imputarlo por el homicidio. Más en detalle, fuentes judiciales que están bastante seguras de su participación en el crimen pero que no pudieron ser contrastadas por el secreto de sumario, dejaron trascender que en ese diálogo habría contado que mantenía una “cierta” relación con la chica, la habría calificado de “provocativa”, la trataba de “la Mumi” y hasta habría admitió haberla matado, aunque “yo no quise hacerlo”.
El juez Ponce ordenó el miércoles el secreto de sumario y eso lleva a que haya puntos del caso que todavía no se conocen:
- No está claro el móvil, aunque vuelve a aparecer relacionada con lo sexual. Ello surge de la declaración interrumpida. En principio Asaro había dejado en un segundo plano el móvil del ataque sexual, pero los criminalistas siempre fueron muy cautos en este punto: podría ser un ataque que no se llegó a concretar, o que las evidencias todavía surjan de los estudios pendientes sobre la piel de los muslos. Tampoco la fiscalía puede descartar que Angeles haya llegado a su departamento y se haya encontrado con Mangeri en el interior en alguna situación comprometida. De todas maneras, es un punto que no está aclarado.
- Tampoco se sabe dónde ocurrieron los hechos exactamente. No parece ser el departamento de la familia, pero podría ser otro parte del edificio, el subsuelo o el departamento del encargado. Hay pericias hechas en ambos lugares. Aquí las llaves plantean una incógnita: la chica pudo haber abierto la puerta, supuestamente al encargado, pero si salió, habría salido con las llaves. En el allanamiento del miércoles se encontró mucho desorden, pero no compatible con una pelea.
- Se esperan pruebas de las uñas de Angeles para ver si hay rastros de ADN del agresor.
- No se conoce cómo se tiró el cuerpo. La mayor sospecha es que se cargó en el auto y se llevó a un contenedor relativamente cercano. La lógica indica que se hizo al atardecer del lunes, pero no trascendió evidencia científica. Además, en el informe de la autopsia se decía que la chica podría haber estado aún con vida cuando la tiraron en un container y que terminó muriendo por asfixia. Todo esto habrá que ratificarlo.
- Tampoco se termina de aclarar la cuestión de los golpes. En principio parece haber uno en la cabeza y varios en la espalda, pero no trascendió cómo se creen que fueron los últimos minutos de Angeles. La lógica indica una pelea en la que terminó desmayada.
Con este cuadro de situación, en la fiscalía afirman que el caso está muy encaminado, pero admiten que se requiere de pruebas científicas que redondeen la investigación. Por ejemplo, que aparezca ADN de Mangeri en el cuerpo de la chica, o ADN, pelo, de Angeles en el subsuelo o el departamento del encargado. También sería decisiva la detección de huellas digitales en alguna de las bolsas en las que se puso el cuerpo.
Las sospechas sobre la familia pasaron –para la fiscalía– a un segundo plano. La evidencia más nítida es que todos están en libertad y nadie fue llamado a declarar ayer. Prácticamente nadie cree que pudo existir complicidad entre un familiar y el encargado o viceversa. En un crimen de esta naturaleza, en general las chances de complicidad son muy bajas.
Quienes tienen vasta experiencia en casos criminales afirman que es normal que haya contradicciones sobre los movimientos familiares en declaraciones ante la Justicia. Por ejemplo, si el morral estaba a la vista o no, el cambio de zapatillas, la mochila. Las sospechas se instalaron esencialmente por el cariz de la declaraciones a los medios de la mamá y sobre todo del padrastro, pero quedaron relegadas después de la vorágine que se dirigió al encargado. En la fiscalía admiten que, de todas maneras, no había vecinos ni testigos que hablaran de una guerra familiar o de una situación de crisis que pudiera de-satar semejante tragedia. Aun así, faltan todavía los elementos científicos –sangre, ADN, huellas– que ratifiquen las sospechas sobre Mangeri, así como el resultado de sus denuncias por apremios. Si la ciencia no confirma el rumbo de la fiscalía, habrá que rever todo lo referido a la familia.
El encargado, asistido por un defensor oficial, ayer se negó a declarar, un derecho que le asiste. Es posible que haya resuelto actuar de esa manera por consejo del letrado hasta tanto éste pueda leer toda la causa. Su familia, en especial su esposa, amigos y vecinos salieron a defenderlo y a sostener su inocencia.
Parece indudable que el próximo movimiento en este expediente provendrá de la ciencia. Como insisten en decir desde la fiscalía y desde Homicidios, tienen la convicción de que la investigación está encaminada y que prácticamente hay una confesión. Pero el punto determinante es que haya un ADN, sangre, pelo, huellas digitales que confirmen la imputación al encargado. De lo contrario, habrá que revisar todo.
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