Martes, 25 de junio de 2013 | Hoy
EL PAíS › UN ESTUDIO DE ADN MOSTRó QUE DEBAJO DE LAS UñAS DE ANGELES RAWSON HABíA MATERIAL GENéTICO DEL ENCARGADO
La situación de Jorge Mangeri quedó muy comprometida después de ser conocido el resultado de las pruebas genéticas. Faltan otros peritajes, pero en la fiscalía ya hablan de que el caso está resuelto. De todos modos, los abogados del portero sembraron dudas.
Por Emilio Ruchansky
Los nuevos defensores de Jorge Mangeri debutaron ayer con la noticia de una “prueba irremontable”, según describió una fuente del caso: en una uña de Angeles Rawson, asesinada hace dos semanas, hay rastros de ADN del encargado del edificio donde vivían ambos. Aunque faltan resultados de otros cotejos genéticos, entrecruzamiento de llamadas y peritajes sobre las heridas en el cuerpo del acusado, los investigadores consideran que el caso está resuelto y desestiman la necesidad de un cómplice. “Pudo hacerlo solo, tranquilamente”, dijo anoche una fuente judicial. Pablo Lanusse, abogado del padre de la víctima, sostuvo que ya está “contundentemente acreditada” la participación de Mangeri como agresor. Marcelo Biondi, uno de los flamantes defensores, aseguró que revisará la “cadena de custodia” de la muestra de ADN para descartar que la prueba haya sido “plantada”. De todos modos, a última hora, Miguel Angel Pierri, el otro abogado, pronunció una frase sugerente: “Mangeri encubre, calla u oculta algo”.
Según confirmaron fuentes de la investigación, el material genético atribuido a Mangeri fue recolectado bajo la uña del dedo índice de la mano derecha de la víctima, durante la autopsia realizada en la morgue judicial porteña, un día después de que el cuerpo de la joven fuera descubierto por un operario de la planta de clasificación de basura de la Ceamse, en José León Suárez. El hallazgo fue informado al juez de Instrucción, Javier Ríos, por peritos de la Unidad de Identificación por ADN del Cuerpo Médico Forense, que depende de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
“Se trata de una prueba autónoma, recolectada antes de que el portero se autoincriminara ante la fiscal, por eso no corre la nulidad que cabría si se llegaba a esta prueba por sus dichos, la famosa teoría del fruto del árbol envenenado”, aclaró una fuente judicial. Mangeri, según consta en un acta labrada por la fiscal Paula Asaro, reconoció ser el autor del crimen y desvinculó a su esposa, tras declarar como testigo; nunca confirmó esto ante el juez porque evitó someterse a indagatoria dos veces. Sin embargo, desde la fiscalía lo habían imputado mediante indicios.
Para el abogado querellante, los restos de material genético del sospechoso proveniente de la uña de Angeles son “típicas secuelas” de actos concretos de defensa. “Frente a una agresión o un intento de ahorcamiento, la víctima habitualmente se defiende con sus manos y debajo de sus uñas puede quedar resto de material genético, y en este caso así ha sido y ha permitido con un grado contundente de certeza identificar ese ADN”, dijo Lanusse. La ciencia, agregó, es la que “ahora coloca a Mangeri en la escena del crimen como agresor de Angeles”.
El cotejo avalaría el dictamen emitido tras la primera revisación de las heridas del imputado, hecha la madrugada del sábado 15 de junio pasado por cuatro peritos de la Policía Federal en la fiscalía interviniente: esas heridas las provocó la víctima y no quienes, como denunció, lo habrían apretado antes de declarar. Ese sábado, agregó una fuente del caso, el encargado quería mostrarle las marcas sólo a la fiscal y cuando supo que debían verlas los médicos, se negó. “Al final accedió; cuando se determinó que no eran heridas por apremios, sumado a las contradicciones de su relato, se lo detuvo”, detalló la fuente.
Los supuestos apremios ilegales fueron denunciados ante la Justicia. Por lo que pudo saber este diario, no lo hicieron la fiscalía ni la defensa –oficial por entonces–; se deduce entonces que fue el juez subrogante Roberto Ponce. Ayer por la mañana, cuando todavía no se había difundido el resultado del ADN, los nuevos abogados del portero insistían en esta versión: Mangeri intentó autoincriminarse porque dos hombres lo secuestraron en un auto cerca de su casa y lo amenazaron con armas de fuego, diciéndole que iban a matar a su esposa.
Biondi, socio del estudio de abogados de Miguel Angel Pierri, también aseguró que la noche en que el imputado declaró como testigo en un momento estuvo dos horas con “tres policías que se encontraban a solas con él, uno con rango de subcomisario”, y también fue presionado para que se autoincriminara. “Hacete cargo. Vas a tener problemas, tu mujer va a quedar detenida, vas a tener problemas vos también, no seas...”, le habrían dicho según el flamante defensor, quien adelantó que presentará una “denuncia por coacción”.
Antes de conocer el resultado del ADN, este abogado preveía que los especialistas convocados por el estudio iban a verificar que los peritajes “se hayan llevado a cabo en debida forma”. Además, Biondi contó que el acusado, con quien estuvo en dos oportunidades, le habría dicho que era inocente y estaba “atemorizado” por lo que pudiera ocurrirle a su esposa. Luego reconoció que el ADN es “una prueba incriminatoria”, y aseguró que en una de las cuerdas usadas para atar a la víctima había dos perfiles genéticos masculinos, lo que no fue confirmado por fuentes judiciales.
La hipótesis de la participación de otra persona en el crimen no fue descartada por los investigadores, pero no se profundizará hasta que aparezcan indicios contundentes. “Tam-
poco se dio prioridad a los rastros en el auto del encargado y a los videos, donde podría constatarse si fue hacia algún lugar el día del crimen. En esta instancia lo que se busca probar es quién es el culpable, más que los motivos o la forma en que después se deshizo de la víctima. El caso se está cerrando, está resuelto”, dijo anoche una fuente de la investigación.
En la fiscalía están convencidos de que, más allá del ADN, había indicios suficientes para demostrar la culpabilidad de Mangeri. Además de las heridas compatibles con un acto defensivo de la víctima, dato que aún debe ser corroborado por la junta médica que analizó al implicado la semana pasada, se tuvo en cuenta que “el imputado mintió respecto de su situación en los primeros días después del asesinato: dijo que estaba trabajando en un edificio de enfrente, cuando el portero que lo reemplazó nunca lo vio. La coartada que tenía se fue desvaneciendo”, comentó una fuente judicial.
Otros indicios, expresados en un comunicado oficial de la Procuración General, están relacionados con el conocimiento que tiene el imputado sobre los horarios de recolección de basura y las bolsas utilizadas para descartar el cuerpo de la joven, aún con vida, en un contenedor de basura. Como Mangeri había trabajado en un edificio cercano donde se hacían refacciones, tenía acceso a bolsas de basura más resistentes para envolver el cuerpo y, además, la otra bolsa hallada en el cadáver era similar a la del supermercado donde hacía sus compras el encargado.
¿Actuó entonces con descuido o había planificado el asesinato? A lo largo de estas dos semanas, varias fuentes consultadas llegaron a una misma conclusión: el asesino, sea o no Mangeri, actuó creyendo que el cuerpo nunca sería hallado. Y así hubiera pasado si no fuera por esa planta de separación de residuos en José León Suárez, inaugurada el 3 de enero pasado por las autoridades porteñas y bonaerenses para reducir el 10 por ciento de lo que se manda a enterrar desde la Ciudad hacia la periferia.
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