Martes, 23 de julio de 2013 | Hoy
EL PAíS › TRABAJADORES PORTUARIOS, SOBREVIVIENTES DE LA ESMA, DECLARARON Y DIERON NOMBRES DE OTROS SECUESTRADOS
Los portuarios eran integrantes del cuerpo de delegados de la Administración General de Puertos y fueron secuestrados el 16 de diciembre de 1976. Algunos de sus compañeros continúan desaparecidos.
Por Alejandra Dandan
Carlos Loza, Rodolfo Picheni y Oscar Repossi eran trabajadores del puerto de Capital Federal. El 16 de diciembre de 1976 por la mañana se vieron en el puerto y acordaron una reunión para las cuatro de la tarde en un local del PC, sobre la calle Herrera, de Barracas. A la reunión de la tarde se sumó Hector Guelfi, un cuadro del partido. El local era una casa antigua con un largo pasillo. Ellos estaban en una habitación que usaban de oficina. A las cinco o seis de la tarde entró una delegación de policías de la Comisaría 30ª con un grupo de civiles. Los sacaron de la habitación y cuando intentaron hablarles les pegaron un culatazo en la espalda. Las manos contra la pared, pasaron varias horas; la patota les revisó toda la casa. Los policías los llevaron en un patrullero hasta la comisaría, donde a las doce de la noche se produjo una discusión con el grupo de civil.
Carlos Loza declaró en el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada. Su caso es parte de lo que se trabaja como otra de las avanzadas de la marina, nombrada como las “caídas del puerto”.
Carlos Loza contó gran parte de lo que sucedió con sus compañeros durante el juicio anterior de la ESMA. Ahora volvió a este nuevo debate donde es uno de los “casos-víctimas”. Abundó sobre aspectos del centro clandestino enfocado especialmente en la reconstrucción del nombre de los prisioneros a los que pudo ver o de los que pudo saber hace más de treinta años y cuyas voces no se pudo “sacar de la cabeza”.
Carlos, Rodolfo y Oscar eran delegados de la Administración General de Puertos, en la Sección de Puerto Madero. La Sección era parte de la Seccional Puertos de Capital Federal extendida desde Dock Sud al Puerto de Olivos, con uno cuerpo de delegados de unas cien personas y unos 3700 trabajadores, muchos de los cuales fueron víctimas de la dictadura militar.
“Habíamos construido una organización con gran esfuerzo que nos representara para pelear por nuestros de derechos: salarios, ley de contrato de trabajo, paritarias, condiciones de higiene, mutuales”, dijo Carlos en su declaración anterior. Durante 1975 discutían los planes de lucha en asambleas de 1500 trabajadores, y los acuerdos no sólo se presentaban ante la dirección de la empresa sino en la calle. Carlos militaba en el PC. Entre los delegados había militantes de la JP, la JTP, el Partido Socialista de los Trabajadores y sectores independientes. En los meses previos al golpe, habían enfrentado a la conducción del gremio nucleado en la Unión Ferroviaria y encabezado por Esteban Rolando, del CdO. “Zurdos, los vamos a matar a todos”, les decía. “Ustedes van a ser boleta.” En febrero de 1976, un paro de las patronales empresarias paralizó las actividades del puerto. “Reclamaban la eliminación de la Ley de Contrato de Trabajo, volver a una legislación que les permitiera hacer mejores inversiones y consideraban perniciosos nuestros cuerpos de delegados, nuestras comisiones internas, nuestros centros de estudiantes. Este paro empresario de febrero desencadenó un profundo debate en el cuerpo de delegados y decidimos continuar con las medidas de defensa de nuestros derechos.”
El día del golpe, los portuarios fueron a los lugares de trabajo. “Nos convocamos a hacer asambleas, pero el puerto de Buenos Aires estaba ocupado militarmente. Se nos impidió el acceso por dos días y se nos atemorizó cuando volvimos a ingresar al puerto. El cuerpo de delegados fue citado por un interventor militar que pertenecía a la Armada, como todos los interventores de las empresas de la actividad portuaria que eran del Estado: la Administración General de Puertos, Líneas Marítimas Argentinas, Flota Fluvial del Estado Argentino y Tandanor, entre otras.”
El interventor los recibió con una 45 arriba de la mesa y les dijo que quería tranquilidad y que no iba a tolerar ningún reclamo. A partir del 1° de mayo, la empresa aplicó la Ley de Prescindibilidad a nueve trabajadores, muchos de ellos dirigentes del cuerpo de delegados. Entre ellos estaba José Manuel Moreno, candidato para las elecciones previstas para septiembre. El Negro Moreno es “caso” de este juicio y desapareció el 3 de febrero de 1977. “El clima de temor, de permanente hostigamiento, de presencia militar intimidatoria en los depósitos portuarios, desembocó en lo que fueron nuestros secuestros. Cuando se producen los despidos del 1º de mayo nos reunimos para reclamar por la reincorporación, elaboramos un petitorio para recorrer las secciones, pero el clima era tan intimidatorio que hasta los mismos compañeros quedaron aterrorizados y no tuvimos éxito en el reclamo.”
Picheni, Repossi, Guelfi y Loza estaban en la comisaría cuando se dieron cuenta de la discusión. “Finalmente, en horas de la madrugada, a las tres o tres y media, después de retirarnos los documentos, el llavero, el reloj, la plata, nuestras pertenencias en la seccional, nos sacan de a uno. Yo soy el primero –dijo Carlos– y me colocan en la parte de atrás de una camioneta tipo ambulancia. Me atan las manos a la espalda, con una cuerda plástica, con los pulgares libres, me arrojan adentro y luego me atan los pies, me ponen una capucha.” A Picheni, Repossi y a Guelfi los amontonaron uno arriba del otro arriba de Loza. “Suponemos que el lugar al que nos llevaron no estaba muy lejano, podríamos haber calculado media hora de viaje, era de madrugada. Finalmente ingreso al lugar y alguien que estaba conduciendo este operativo en la ambulancia formula una frase que incluía una palabra de contraseña: ‘Celenio’.” Durante las torturas les preguntaron por Montoneros. Si habían participado en alguna acción y en un atentado del día previo en el Ministerio de Planeamiento.
Durante su estadía en la ESMA, que se extendió hasta el 6 de enero de 1977, Carlos fue alojado en Capucha y el altillo donde estuvo Capuchita. En su declaración anterior había hablado de varios prisioneros, algunos todavía sin nombre. Entre ellos, una embarazada y un sacerdote, sobre los que volvió nuevamente en esta última audiencia.
A la embarazada no la vio porque estaba tabicado, pero escuchó a uno de los prisioneros hablar con ella: “A vos no te va a pasar nada porque estás embarazada”, le decía a una mujer. Esa frase –dijo Carlos en la audiencia anterior– “me resuena todos los días desde esa época hasta hoy y no me la puedo sacar de encima: ‘a vos no te va a pasar nada porque estás embarazada’”. Los fiscales le preguntaron ahora por esa mujer. “Siempre me pareció muy lejana la posibilidad de llegar a identificarla. Pero yo puedo ubicar que esa persona estuvo en la ESMA en la semana del 16 al 23 de diciembre de 1976, en Capucha, que es el día que a nosotros nos llevan ahí. Y en esa semana dentro del edificio, entre los golpes y el estado de inconsciencia, pudimos escuchar esa voz. Y se puede determinar con total claridad que esa compañera es una de las embarazadas que estuvieron en esa semana. Y existen compañeras que cayeron en esa semana y estaban embarazadas. Por ejemplo, María Elvira Motto ‘Bombón’ o (Evelina Isabel) Sabbatino ‘Muñe, ‘que es del día 14 de diciembre. Yo estoy buscando otras posibles embarazadas para tratar de darle identidad.”
Al sacerdote lo había recordado como “una persona de un nivel cultural importante”. Uno de los interrogadores le decía que él era una persona joven, que tenía futuro, que su padre se estaba muriendo y que su familia lo extrañaba mucho. También, que tenía la posibilidad de irse a Venezuela si daba cuenta de los nombres que le estaba pidiendo. El interrogador parecía darle al sacerdote algo de tiempo. “Le dijeron que lo pensara bien”, dijo Carlos. “Ese sacerdote ahora sabemos que era Pablo María Gazzarri, que cae el 27 de noviembre de 1976 y es caso de ESMA. Esto lo digo con toda claridad y no me quedan dudas, porque nosotros investigamos qué ha pasado con cada uno de nuestros compañeros para aportar al esclarecimiento de la causa y de la verdad, que es lo que necesitan los familiares y amigos.” Uno de los fiscales le preguntó si sabe qué sucedió con Gazzarri. Carlos dijo: “Está desaparecido”.
Cuando salió del centro clandestino, acudió a la farmacia de los padres de uno de los prisioneros, Hernán Abriata, militante de la JUP de Arquitectura. Hernán estaba en Capuchita, había logrado darle sus datos. En Capuchita en esos días también había una joven pareja con la que Hernán había estado en una de las quintas operativas de los marinos. Carlos y sus compañeros, que estaban depositados detrás del tanque de agua, podían oírlos. “Nos presentamos por detrás del tanque y ella mencionó su nombre, que era Viviana. Hernán nos contó que habían estado en la quinta, custodiados, pero podían hacerse de comer. Nosotros durante mucho tiempo no supimos el nombre de esta pareja. La mamá de Hernán había recibido a una persona y siempre pensamos que podía ser aquella Viviana, pero no ha sido así porque aquella pareja no apareció más. Por las investigaciones que hicimos, ahora sabemos que Viviana era Bibiana Martini y su pareja Claudio Adur; fueron secuestrados el 11 de noviembre de 1976 en la calle Ciudad de la Paz y continúan desaparecidos. Los nombres los habíamos olvidado, pero cuando vi el nombre de Bibiana no me quedó duda de que el nombre de su compañero que escuché en ese momento era el de Claudio.”
En la madrugada del 6 de enero de 1976 lo llamaron por su número. Lo mismo hicieron con Picheni, que también estaba ahí. Los pusieron adentro de un Falcon gris con dos represores. Uno les dijo que se portaran bien, si no los iban a matar. Los soltaron en San Fernando. El tiempo pasó. Los fiscales ahora le preguntaron a Carlos por Picheni.
“Mi amigo y compañero Picheni, mi compañero de cautiverio, de lugar de trabajo y del cuerpo de delegados. De estos hechos nunca pudimos separarnos; el tiempo en el campo de concentración que lleva a las personas a niveles prehumanos hace imposible que alguien pueda recuperarse.” Dentro de la ESMA, Picheni había visto a uno de los prisioneros de Capuchita totalmente fuera de sí.
“Deliraba, no recibía nada, no comía, era permanentemente golpeado, se sacaba la capucha y eso hacía que cuando los guardias subían volvieran a golpearlo. En su delirio y en estado moribundo, pedía por su papá y lo único que repetía era: ‘Oficial primero, oficial primero, Montonero, médico’.” A Picheni se le imprimió ese asesinato en la memoria: “Esa situación lo persiguió toda la vida, primero para conocer la identidad y por otro lado rechazó ir a hacerse tratamientos”. Un 5 de diciembre, poco antes de cumplirse un nuevo aniversario del secuestro, su compañero se suicidó. Les dejó una carta en la que les decía que ahora iba a ser uno de los 30.001 “que nos iba a estar cuidando”.
En 2008, Picheni logró saber el nombre de aquel médico: Jorge Mendé, hijo de Raul Mendé, también médico, peronista, ministro del primer gobierno de Juan Perón.
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