EL PAíS › MARCHA POR LA NOCHE DE LOS APAGONES EN LEDESMA, JUJUY, POR LA RUTA 34
“Sólo se escucharon ruidos de sirenas”
El 27 de julio de 1977 cortaron la luz en Ledesma y Calilegua. Se llevaron a cerca de 400 vecinos. Treinta de ellos siguen desaparecidos. Olga Aredes, de las Madres de Ledesma, convoca todos los años para esa fecha a una marcha por la ruta 34. Un acto en la Escuela Normal Superior.
Por Luis Bruschtein
Desde Ledesma, Jujuy
“Varios chicos del establecimiento fueron encarcelados por estar vinculados a ideologías políticas y sociales que iban en contra de lo impuesto por los militares o simplemente por ser integrantes de la comisión estudiantil. Los profesores no fueron la excepción. También los detuvieron; algunos tuvieron la suerte de solamente ser destituidos de sus cargos y no soportar amenazas ni torturas.” Así reconstruyeron el golpe militar de 1976 tres chicas de 5ª año de la Escuela Normal Superior de Libertador General San Martín, que la gente sigue llamando simplemente Ledesma, en Jujuy. “Pero eso no fue todo –agregaron–, faltaba algo de lo que nadie se pudo olvidar, los terribles y sucesivos apagones que acecharon a la ciudad en aquel mes de julio del ‘77 en el que Libertador y Calilegua quedaron en penumbras. Sólo se escucharon ruidos de sirenas, gritos perturbadores y llantos, que hicieron eco en las oscuras calles del olvido. Entraron en las casas y secuestraron a diestra y a siniestra. Por desgracia hubo algunos a los que se los llevaron y jamás los hicieron regresar”.
En este mes de julio no son los apagones los que conmueven al pueblo, sino las marchas y actos que todos los años se empeña en convocar la Madre de Plaza de Mayo Olga Aredes, esposa de Luis Aredes, el ex intendente de Ledesma que figura en la lista de desaparecidos del pueblo. Llega gente de Jujuy, de Salta, de Buenos Aires y de otras provincias, además de los lugareños que cada año se animan más a participar en esta marcha que va desde Calilegua hasta Ledesma por la ruta 34. Una marcha que molesta e irrita al poderoso ingenio de la familia Blaquier, el más grande de América latina.
Es imposible estar en Ledesma sin sentir la presencia ominosa del ingenio. Las columnas de humo de las dos grandes chimeneas se ciernen sobre la ciudad y el olor pestilente y dulzón del bagazo de la caña de azúcar flota en las calles y penetra las casas. El sistema de explotación feudal de los grandes ingenios del Norte fue alterado en Ledesma en los años ‘70 por el surgimiento de una corriente clasista de trabajadores liderada por Jorge Weisz, y por el triunfo en las elecciones de 1973 del médico rural, militante de la UCR, Luis Aredes, el único radical que integró las listas del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) en todo el país.
“En la noche del apagón, se los llevaron en un furgón” es la letra con música de carnavalito que comienzan a cantar los más de tres mil manifestantes que salen de Calilegua para ocupar la ruta 34 hacia Ledesma. El 27 de julio de 1977 se llevaron cerca de 400 personas de Calilegua y Ledesma en los furgones del ingenio. La mayoría fueron obreros del surco, pero también hubo estudiantes y vecinos.
Este año, por primera vez Olga pudo hacer un acto en la escuela normal que ella ayudó a fundar. Había 800 chicos en el patio de la escuela, contentos más que nada porque de esa forma evitaban una hora de sus clases. Pero el rumor de los pibes movedizos e inquietos se fue apagando cuando vieron a Olga y al grupo de Madres de Plaza de Mayo y las fotos de los estudiantes desaparecidos. Olga les contó que durante muchos años había sido profesora en la escuela, que muchos de los chicos desaparecidos habían sido sus alumnos y les explicó sus luchas y sus sueños. El silencio y la atención en ese patio fue total. Olga habló del golpe militar, de la Noche de los Apagones, de los secuestros y finalmente de las Madres. “Cuando empezamos hace 20 años, éramos 30 Madres, pero hoy sólo quedamos vivas tres y dos vivimos aquí en Ledesma”. Amanda, otra Madre, ya anciana y muy pequeñita, había aceptado a regañadientes subir al estrado y se encontraba con su pañuelo junto a Olga. “Ustedes seguramente me han visto todos estos años hacer sola la ronda de los jueves en la plaza de Ledesma –les dijo Olga– y siempre me preguntaba qué pensaban cuando me veían. Yo espero que ahora, cuando me vean, se puedan acercar para hablar o saludarme”. Después, las Madres Josefina Murphy, de Ushuaia; Edna Ricetti, de La Plata y Nair Amuedo, de Buenos Aires, relataron sus historias, al igual que María Adela Antokoletz, cuya madre, del mismo nombre, fue una de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo y de Línea Fundadora y también fue la primera que desde Buenos Aires reconoció la lucha de las Madres de Ledesma y participó junto a ellas en las primeras y solitarias marchas.
También habló Margarita Noia de la agrupación Hermanos de Detenidos Desaparecidos y Raúl Bartoletti, compañero de los estudiantes desaparecidos. Quebrado por la emoción, recordó el sentido solidario y la lealtad de sus compañeros. “Quiero decirles que estoy vivo gracias a uno de ellos, Johny Vargas –relató–, cuya madre fue portera de esta escuela muchos años. Cuando nos llevaron al campo de concentración de Guerrero, nos sacaban para torturarnos y hacer que nos delatáramos unos contra otros. Ninguno lo hizo y, cuando le preguntaron por mí, Johny Vargas les dijo: ‘solamente es mi amigo, no tiene nada que ver’”. Bartoletti estuvo preso hasta el fin de la dictadura. De los pobladores que se llevaron en la Noche de los Apagones, algunos fueron liberados y muchos otros sufrieron varios años de cárcel, pero 30 de ellos nunca más regresaron y están desaparecidos. Un grupo de compañeros de Bartoletti siguió con emoción sus palabras junto a los retratos de los estudiantes desaparecidos, cuyos rostros eternamente juveniles, contrastaban con las canas y los años de sus viejos compañeros.
Al principio, en esta marcha que se hace todos los años participaba sólo un puñado de personas que debían caminar por la banquina para evitar el continuo tránsito de los camiones cargados de caña. Pero ahora la marcha ocupa toda la ruta con el cartel de las Madres de Ledesma en la cabeza y una bandera argentina con las fotografías de los vecinos desaparecidos. La gente ya está acostumbrada y algunos esperan en el trayecto para sumarse o saludan a los que caminan. Están los organismos de derechos humanos con gente de Ledesma y Calilegua y las delegaciones que llegaron desde distintos puntos del país, como La Colifata, del Borda, la murga Los Verdes de Monserrat y el grupo Escrache. Luego marchan las columnas de la CTA, con sus dirigentes Nando Acosta y Milagro Sala; de la CCC, con el Perro Santillán; de Izquierda Unida, a cuya cabeza marcha la diputada Patricia Walsh, y del Movimiento Sin Trabajo Teresa Vive. También marchan las diputadas María José Lubertino y Marcela Bordenave que han llegado de Buenos Aires, al igual que Ana González, delegada de la Secretaría de Derechos Humanos del gobierno nacional. Hay un grupo de muchachos de Greenpeace que están empeñados en una campaña para impedir el desmonte de la selva. “Entre Salta y Jujuy van a desmontar 2800 hectáreas de yunga para plantar caña de azúcar y soja” denuncian. Antes de sumarse a la marcha, estaban en la finca El Erundel y fueron salvados por la llegada de la diputada Lubertino de una situación difícil que se había creado con los peones y el capataz. También flamea la bandera multicolor de los pueblos originarios que lleva un grupo de indígenas wichis de la zona.
En la vanguardia marchan Olga con sus hijos Luis, Adriana y Ricardo, y una afónica Beatriz Zardaín que viaja desde la Capital para apoyar a Olga en la organización. En la entrada al pueblo se suman unas mil personas, la mayoría de ellas de la CCC de la zona. Es la primera vez que participa tanta gente de Ledesma. “La gente está perdiendo el miedo” señala Olga. Al pasar frente al camping municipal, un grupo de manifestantes se separó de la columna para rebautizarlo: tachan con pintura el nombre del cura Aurelio Martínez, acusado de delatar a presos y desaparecidos, y escriben los de Jorge Weisz y Crescencio Vargas, dos de los gremialistas clasistas desaparecidos. En el camino, la Juventud Independiente de Ledesma inauguró otro monolito en homenaje a los desaparecidos y los chicos y chicas del grupo Escrache colgaron carteles en los postes de luz que denuncian a la dictadura y al ingenio.
En el acto en la plaza colmada hablaron los representantes de los organismos de derechos humanos, las legisladoras y dirigentes de las agrupaciones gremiales y políticas. Al finalizar, las Madres de Ledesma entregaron sus pañuelos a representantes de la agrupación H.I.J.O.S. de todo el país, como reconocimiento a la continuidad de sus luchas. Las Madres marcharon todas con barbijos para denunciar la contaminación que produce el ingenio Ledesma. El pueblo tiene uno de los índices de mortalidad infantil por enfermedades de las vías respiratorias más altos del país. Como una parábola de la injusticia, a Olga le acaban de detectar enfisema pulmonar y una bagazoosis producida por un bacilo del bagazo de caña que le ha infectado los pulmones.