Jueves, 14 de noviembre de 2013 | Hoy
EL PAíS › EL TESTIMONIO DE JAIME NUGUER EN EL JUICIO POR CRíMENES EN LA ESMA
En su declaración ante el tribunal, el abogado Jaime Nuguer contó cómo fueron secuestrados en 1977 su hermano Hernán Nuguer, Pablo Horacio Galarcep e Inés Olleros, por grupos de tareas de la Marina.
Por Alejandra Dandan
“Sí, quiero aclarar una cosa”, dijo Jaime Nuguer cuando el presidente del Tribunal Oral Federal Nº 5 le preguntó si deseaba agregar algo luego de casi una hora y media de testimonio en el que condensó más de 35 años de múltiples búsquedas de justicia. “Quiero aclarar que nuestra lucha sigue siendo por saber cuál fue el destino de mi hermano Hernán Nuguer, el de (su amigo) Pablo Horacio Galarcep, el de Inés Olleros y el de todos los demás desaparecidos. Es una deuda que la sociedad argentina todavía tiene con nosotros y también con la propia sociedad.”
Jaime Nuguer ya era abogado y firmaba habeas corpus por los de-saparecidos cuando secuestraron a su hermano. En la audiencia de ayer por el juicio a los marinos de la ESMA reconstruyó tres historias en simultáneo: la de su hermano Hernán y su amigo Pablo que eran de la Fede, estudiantes de Arquitectura, activos en el centro de estudiantes y parte de las caras más conocidas de la “minoría” –la “mayoría” era de la JUP–. Pero además de ellos, reconstruyó el caso de Inés Olleros, emblemático en la tramitación de los expedientes judiciales de la dictadura porque fue uno de los primeros casos en llegar a la OEA y porque, pese a las trabas, la causa logró avanzar y reunir pruebas y declaraciones valiosas para esta etapa.
“Mi hermano Hernán fue capturado en la puerta de su domicilio el 27 de octubre de 1977, a la mañana temprano, a eso de las 8.30 o 9, cuando salía junto con nuestra madre”, explicó Jaime. “Hernán la iba a llevar al trabajo y luego se iba para la facultad, pero creo que tengo que señalar antes que mi hermano había sufrido un accidente en el trabajo a mediados del ’75.” Había quedado parapléjico, luego se había ido recuperando de a poco, anduvo en silla de ruedas, con muletas y a mediados de 1977 tenía un auto con comandos que facilitaba sus desplazamientos. Esa mañana hacía lo de todos los días. Pero la patota lo frenó antes de arrancar. Estaba en Avenida La Plata 165.
“Cuando abordaron el auto ellos estaban sentados, se acercaron personas armadas. Se trató de unas ocho personas que se movían por lo menos en tres autos, dos en la misma mano y otros en la mano contraria.”
Hernán se negó a bajar y acompañarlos. “Se armó un revuelo durante el cual el portero del edificio prestó atención; el vecino que estaba comprando el diario se quedó mirando; el comerciante de la esquina se acercó; el hombre que hacía un trabajo de pintura en el edificio de enfrente se acercó”, dijo Jaime y no eran sólo ejemplos: el testimonio de cada una de esas personas sirvió para armar el habeas corpus que se presentó mas tarde.
A Hernán finalmente se lo llevaron. Le dijeron a su madre, Juana Matilde Sigaloff de Nuguer, que se lo llevaban al Departamento de Policía. Juana, que ayer estaba en la sala, fue más tarde al Departamento de Policía y Jaime presentó el habeas corpus. “Hice un breve habeas corpus en el que señalé muy sucintamente los hechos. Y el estado de salud de mi hermano, porque como consecuencia de la paraplejia tenía escaras, estaba con período de infección y tenía serio peligro de infección urinaria.” En el juzgado de turno, el juez no lo invitó ni siquiera a sentarse.
Jaime recordó enseguida que el secuestro estaba ligado al de Pablo Galarcerp. A Pablo lo habían secuestrado un día antes de su casa en un operativo que incluyó toma de casas vecinas y terrazas, bombas de estruendo, reflectores e intimación a la familia a que saliera con los brazos en alto y a los vecinos a no mirar. A Pablo se lo llevaron de madrugada. Días después, Jaime, su madre y la familia de Pablo fueron a Arquitectura invitados por los estudiantes y se encontraron con un dato del que hablaron otros testigos en estas audiencias. En Arquitectura hubo más de cien estudiantes desaparecidos, entre ellos más de cuarenta eran de la JUP y son “casos” de ESMA. “Fuimos a la facultad y los compañeros insistían en que creían que los dos casos estaban vinculados entre sí y que estaban motivados –dijo– porque los dos habían presentado petitorios ante el decano con reclamos académicos. El decano era el arquitecto Héctor Corbacho, que además era profesor en la ESMA. Por eso genero la convicción que tenía que ver con esto.”
Corbacho fue nombrado por otros testigos. Jaime confirmó tiempo después en la causa esa filiación con la ESMA. Otro dato importante para la causa es la ubicación de la casa de Pablo, en O’Hi-ggins casi esquina Congreso, Belgrano. El habeas corpus que se presentó por él no se interrumpió durante toda la dictadura. Alrededor del mes de septiembre de 1979 en esa causa, dijo Jaime, declaró por escrito el entonces nuevo director de la ESMA José Suppisich y allí dijo que el domicilio de Pablo “correspondía con el área jurisdiccional bajo su comando”. Aunque parezca mentira, un argumento que aún usan los marinos para defenderse es el cuestionamiento de su jurisdicción y la autonomía o subordinación con el Ejército. El dato de Suppisich refuerza la presencia de la ESMA, pero ayer sobre todo lo hizo el caso de Inés Olleros.
A Inés, que también era de la Fede, la secuestraron el 19 de julio de 1977 a la noche, cuando viajaba en el colectivo 187, interno 13, después de una clase de biología en Ciudad Universitaria. El colectivo fue interceptado en la esquina de Alvarellos y Constituyentes, en un operativo hecho por la ESMA, según se acreditó más tarde. “El pasaje fue obligado a descender y, según dijeron las autoridades de la Seccional 49ª más tarde, había panfletos ‘subversivos’ en el colectivo y todo indica que se los atribuyeron a Inés”, dijo Jaime. El colectivo con los pasajeros fue trasladado a la 49ª. Al llegar, los hombres quedaron en el patio y las cuatro o cinco mujeres en una habitación. Según relataron ellas más tarde, Inés ya no estaba. Un mes más tarde, la familia de Inés y Jaime iniciaron un habeas corpus con buena parte de los datos que habían logrado reunir. Localizaron a dos pasajeros y al chofer que reconocía a Inés porque siempre viajaba en el mismo horario.
El trámite estuvo frenado, pero finalmente se consiguió incorporar, luego de una resolución de la Corte, el libro de guardia de la comisaría 49ª que dejó registro de todos los pasajeros, incluida Inés. En la foja cuatro de ese libro se indicaba además que “personal de la ESMA había conducido a pasajeros de un colectivo donde fueron interrogados”. Todos los datos de Inés eran correctos. En la causa se llamó a declarar a todos los policías, confirmaron que “habitualmente concurría a la seccional (personal de) la ESMA” para diversas diligencias como estas. No dieron nombres del grupo de tareas porque supuestamente no los conocían. Pero el dato importante en términos de “jurisdicción” apareció más tarde, ya en democracia, con una declaración de José Montes, jefe de la subzona Capital. “Hizo una extensa declaración donde describió todas las relaciones operacionales entre la ESMA y el Comando, donde dijo que no había subordinación, sino control operacional, como planteando una cierta autonomía y una especie de obligación de rendir cuentas.” El director de la ESMA, Jacinto Chamorro (1975-1979), fue detenido y procesado por primera vez, y antes de su muerte, por esta causa.
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