EL PAíS
Caselli sueña con mantener su poder poniendo un protegido en el Vaticano
El ex funcionario de Carlos Menem y Carlos Ruckauf fue embajador ante la Santa Sede. Ahora, sin llegada a Kirchner, va por un premio mayor: que el Gobierno termine designando en el Vaticano a un embajador de confianza del propio Caselli, Stok Capella.
Por Martín Granovsky
El diplomático que peor relación trabó con el presidente Néstor Kirchner en su última gira por Europa es el principal candidato del operador todoterreno Esteban Caselli para representar a Kirchner ante el Vaticano. Se llama Jorge Alberto Stok Capella y es el actual director de Ceremonial de la Cancillería.
Funcionarios que participaron del viaje de Kirchner por el Reino Unido, Francia y España comentaron los chisporroteos con Stok. Como hay pocos lugares tan expuestos a la relación directa con el Presidente, la gira precipitó la decisión de reemplazar al director de Ceremonial. Lo curioso es que, si los deseos de Caselli se cumplen, Stok terminaría con el premio mayor de ser el hombre de Kirchner en el Vaticano.
Caselli conoce bien la importancia de controlar esa embajada. El mismo fue el delegado de Carlos Menem y allí pudo trabar una fluida relación con Angelo Sodano, el virtual primer ministro del Papa Juan Pablo II. Caselli usó esos contactos para jugar fuerte a favor de Menem dentro de la Iglesia católica argentina. En ese momento su obispo insignia era Emilio Ogñeñovich, del mismo modo en que hoy estimula al obispo platense Héctor Aguer para que combata al arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio.
Hipermenemista primero, Caselli fue después el más grande de los ruckaufistas, tanto en la gobernación de Buenos Aires como en la Secretaría de Culto de la Cancillería. Desde ese último puesto destronó al último embajador en el Vaticano, el diplomático de carrera y ex director del Departamento de Laicos del Episcopado Vicente Espeche Gil, ordenando a una junta calificadora que lo sancionara por una supuesta crítica de Espeche contra Caselli incluida en un libro de la periodista Olga Wornat. La junta integrada por María Esther Bondanza, José María Berro Madero, Jorge Hugo Herrera Vegas y Jorge Lapsenson (el quinto, Federico Bartfeld, estaba de licencia) cumplió la orden con la rapidez de un pelotón de fusilamiento, y solo la revisó más tarde por pedido del entonces presidente Eduardo Duhalde.
En la Cancillería Caselli no solo usó el palo. También la zanahoria. Algunos diplomáticos todavía recuerdan con asombro cómo el secretario podía regalar una corbata Versace o preocuparse por un ascenso. No hay constancia de que Stok Capella se haya beneficiado por lo primero, pero sí por lo segundo. La intercesión de Caselli resultó crucial para que a fin del 2002 que fuese incluido en la lista de ministros que llegaban a embajadores.
Los diplomáticos menos informados mencionan que Stok es un buen candidato para el Vaticano por su presunta pertenencia al Opus Dei, o sea que se trataría de un hombre que revista en un ala poderosa de la Iglesia. Los más informados comentaron a Página/12 que la relación con el Opus funcionaría en verdad como coartada. Ya que Caselli no es una buena carta de presentación frente a Kirchner, un lobbyista más astuto podría intentar convencer al Presidente de que convendría designar a Stok para congraciarse con el Vaticano. Esto equivaldría a presentarle a Kirchner una propuesta envenenada.
Los funcionarios consultados por este diario dijeron estar frente a un hecho a la vez previsible y sorprendente. Previsible porque era sabida la vinculación de Stok con su padrino de carrera. Sorprendente porque creían terminada la Era Caselli y no acertaban a comprender cómo el mismo “Cacho” de Menem y Ruckauf seguía en operaciones a tan alto nivel. Sin embargo, olvidaban un dato: el canciller Rafael Bielsa mantuvo como subsecretario de Culto, un cargo superfluo, a Fernando Jesús González. Así fue que otro funcionario fiel a Caselli (González) terminó secundando a un político sin relación alguna con Caselli, como el secretario de Culto Guillermo Oliveri.