Lunes, 10 de febrero de 2014 | Hoy
EL PAíS › ENTREVISTA A MERCEDES SOIZA REILLY Y GUILLERMO FRIELE, FISCALES DEL JUICIO POR LOS CRíMENES EN LA ESMA
Al inicio del segundo año del proceso oral, Soiza Reilly y Friele explican cómo trabajan en la reconstrucción de las pruebas y cómo organizan los casos en conjunto, por lazos políticos o familiares, para poder dar cuenta del plan que seguía la dictadura.
Por Alejandra Dandan
Acaba de comenzar el segundo año del juicio oral que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada. La megacausa intenta probar lo que ocurrió con 789 víctimas, de las cuales un 90 por ciento se halla en juicio por primera vez. Hay, además, 65 imputados. Y los desafíos que estos datos implican son enormes para quienes trabajan con la reconstrucción de la prueba penal. Mercedes Soiza Reilly y Guillermo Friele son los fiscales de juicio. El año pasado apostaron a un novedoso tipo de reconstrucción de la prueba: el intento de reconstruir los secuestros no individualmente sino por agrupaciones políticas, sociales o entramados familiares. Grupos que fueron desguazados pieza a pieza por la Armada. En esta entrevista, los fiscales dan cuenta de los efectos de la reconstrucción; señalan el aporte que pueden hacer en estas causas los documentos desclasificados por distintos sectores del Estado y los desafíos que eso le plantea al tribunal. También hablan de algunos rituales del juicio.
–Los testigos suelen llegar a las audiencias con fotos de sus seres queridos.
Soiza Reilly: Nosotros lo vamos a valorar. Esto es ponerle cara a un nombre. En el 90 por ciento de los casos, esas imágenes acompañan al testigo. Los familiares se sientan a declarar y se sienten acompañados por esas presencias. Algunos sacan las fotos al principio. Lita Boitano, por ejemplo, necesitó que la presencia de sus dos hijos estuviera proyectada en la pantalla.
Friele: Cuando asumimos la acusación en Orletti nos pusimos un norte: que a estos juicios había que humanizarlos. Es decir, ponerles la cara a los casos. Mostrar que no eran sólo expedientes judiciales, sino que cada uno es una persona, y si es una persona, desarrollaba una vida, afectos familiares, relaciones sociales. De alguna manera, los familiares los traen para que todos los veamos.
–¿Alguna imagen del primer año de juicio?
Friele: Hay algo que no me deja de sorprender, y eso que tengo años en esto, pero es algo que se ve sólo en la ESMA: es el tema del sadismo de ese lugar. No me dejan de sorprender las historias que cuentan los cautivos, el cinismo de los imputados. El hecho de levantar a las mujeres en medio de la noche y decirles: vístanse que vamos a cenar. La mano de obra esclava. El manejo de la extorsión con los familiares. A (Pablo González) Langarica le secuestran a la mujer y a las nenas para que él fuera a Suiza, y las tuvieron cautivas mientras tanto. Un tipo como (Ricardo) Cavallo, que se infiltra en una familia como novio y después desaparece a parte de esa familia. Yo veo todo eso hoy en la sala representado en la figura de Cavallo.
–¿Por qué? Cavallo es el único represor que asiste a todas las audiencias.
–A Cavallo le dicen cualquier cosa en la cara y no saca la vista de la pantalla de la computadora. Cuando empiezan a decirle de todo, no se le mueve un músculo de la cara. Un tipo así me muestra que lo que cuentan era así. Es el gesto del torturador que no tiene sentimientos. Pero la ilustración es él mismo: está en una silla en la que en realidad aparece camuflado de abogado. ¡Viene vestido de traje y corbata, se sienta entre los abogados de la defensa! Parece un abogado. De hecho muchos se confunden. En criminología se habla de la “pena del banquillo”, es el imputado que está sentado en el banquillo de los acusados y que ya por estar ahí está estigmatizado y las víctimas lo reconocen porque está sentado en ese lugar. ¡Acá no pasa! No se puede hablar de “pena del banquillo” porque está de saco y corbata, como los abogados, con su computadora delante. Bueno, ésa es la ilustración del torturador.
–Ustedes reconstruyen los secuestros por grupos de personas. ¿Por qué?
–Esto nos permite ver que las caídas se fueron sucediendo, pero no azarosamente. Que primero decidieron ir a buscar a sectores de determinada organización política y que luego cayeron los actores de ese sector. Esto permite ver que los secuestros fueron líneas sistemáticas, como todo en este plan. Pero además permite entender mejor la historia.
–¿Por qué?
–Si uno investiga cada caso de forma aislada, mira una cosa. Si en cambio mira una serie de casos en secuencia, se entienden mejor la historia y cómo armaron el plan. Es una forma de explicar la actuación de los represores contra los militantes. Y con esta organización de la prueba se puede explicar, además, cómo pensaban los represores. La familia Lizaso no cae por generación espontánea, sino porque la ESMA dijo: vamos a desbaratar la columna norte de Montoneros. O la pata política, que era el Partido Auténtico.
–Soiza Reilly: El dato que hay en la ESMA y habla de esto son los organigramas. Todos los testigos dicen que esos organigramas eran llenados a medida que se hacían los secuestros. Pero además la reconstrucción es importante porque ofrece una comunidad probatoria: todo este grupo comparte la misma prueba, prueba testimonial o documental.
–¿Qué ventajas ofrece un megajuicio en estas causas?
–Lo importante es que estas líneas que nosotros estamos viendo ahora sólo se pueden construir en un megajuicio. Sólo porque tenemos una gran cantidad de casos que nos permiten ver a nivel macro qué ocurría con el plan sistemático de exterminio podemos hacerlo: no se ve cuando tenés sólo 80 causas elevadas.
Friele: Temas como la coordinación entre las fuerzas. O entender cómo la ESMA se dedicaba a Montoneros y se hacían los traslados de secuestrados en función de ese objetivo. El caso de (Oscar Rubén) De Gregorio, por ejemplo, que lo llevan a Campo de Mayo y luego un represor de la ESMA vuelve a “recuperarlo” a escondidas. O cómo se hacían de otra manera totalmente distinta los traslados de embarazadas. Toda esta visión macro del plan sólo se ve en una causa así. En una causa común ves una parcialidad. Reconstruís el mapa con los reglamentos. En Mar del Plata no veías el macrosistema de represión, veías cómo operaba un centro clandestino ubicado en una Base Naval. Acá lo ves. Ves todo: desde la cabeza de la Armada hasta el último “verde”.
–Para reconstruir las pruebas de la ESMA fue fundamental el rol de los sobrevivientes. Ahora hay también documentación. ¿Como se complementan?
Soiza Reilly: Saber qué ocurrió en el centro clandestino fue producto de una reconstrucción de los sobrevivientes y de sus relatos históricos. Son sobrevivientes las primeras mujeres que denuncian en el año 1979.
Friele: Y esa denuncia tiene un valor no sólo histórico sino probatorio.
Soiza Reilly: En 1979 ellos ya denunciaron todo lo que pasaba dentro de la ESMA y aportaron listas de personas que pasaron por la ESMA. Represores y víctimas. Hasta ese momento no había documentos de Defensa que dieran la razón a esos testimonios. Fueron las primeras mujeres, acompañadas de otro grupo de sobrevivientes que no están, pero también participaron en estos listados, los que nos hicieron conocer qué era la ESMA. ¿Qué pasa ahora, más de tres décadas después? Podemos completar toda esta información. Seguimos avanzando sobre la reconstrucción y hoy nos dan los documentos desclasificados, tanto de Defensa como de la ex Dipba. El trabajo de la fiscalía es reconstruir en base a esto: los documentos y los testimonios. Contar con los documentos sin hacerle caer toda la carga de la prueba al sobreviviente para que declare. De hecho, hoy con los programas de protección a veces podemos prescindir del testimonio.
–Ustedes quieren incorporar esa prueba pero advierten problemas. ¿La defensa, por ejemplo, puede oponerse?
Friele: Las defensas se van a oponer porque dicen que no es “prueba nueva”. Esto lo estamos viendo en cada audiencia. Se oponen a incorporar un recorte de diario que habla de un enfrentamiento fraguado, así que imagínese qué piensan ante esta documentación que va apareciendo a partir de la desclasificación.
–¿Qué hay que hacer según ustedes?
–Si nosotros perseguimos la verdad, tenemos que incorporar todo lo que aparece, registra e ilustra lo que pasó en esa época. No podemos prescindir de documentación secreta donde se deja constancia sobre el accionar ilegal de las Fuerzas Armadas. Estamos buscando la verdad, esto no es una revancha contra los imputados de la ESMA. Si eran documentos clasificados de secreto hasta la actualidad, su hallazgo es una “prueba nueva” por más que se haya generado en 1977, porque es justamente el carácter de secreto de Estado el que determinó que nadie pudiera acceder a ellos.
–¿Qué piensa el tribunal?
–Como ministerio público fiscal y buscando la verdad vamos a insistir con que toda la documentación que ilustre lo que pasó debe ser incorporada. Pero no sólo el acusador debe buscar la verdad. Los jueces tienen una función: conocer y juzgar. Las nuevas pruebas aportan un nuevo conocimiento, y con eso tienen mejor espectro para juzgar. Y esto es así más allá de que la víctima, por ejemplo, haya presentado un hábeas corpus en 1977 y nunca lo mostró. Hay muchos que no lo presentaron nunca ni cuando hicieron la denuncia. Recién lo traen ahora y lo muestran en la audiencia. Esa también es prueba nueva, más allá de cuándo se generó.
–¿Qué traen al juicio?
Soiza Reilly: Esto. Parecerían ser los acervos personales. Es el testigo solito que durante años y años generó un acervo documental que guardó en el placard de la casa. Construyó sus propios archivos. Ahí está lo histórico que tienen estos documentos, además del valor probatorio. Son documentos históricos que se mantuvieron en los acervos de las víctimas.
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