Jueves, 8 de mayo de 2014 | Hoy
EL PAíS › LA TRAYECTORIA DE LA NUEVA MINISTRA DE CULTURA
Activa militante política y cultural, Teresa Parodi nació en Corrientes y tiene más de veinte discos. Entre 2005 y 2007 fue directora de música de la ciudad de Buenos Aires. Estaba a cargo de la dirección del museo del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi).
Por Cristian Vitale
Unas cuatrocientas canciones, más de veinte discos, muchos años repartidos entre la docencia rural y una activa militancia político/cultural en diversos organismos, cinco hijos, y 66 años de vida total preceden al nombramiento de Teresa Parodi como ministra de Cultura de la Nación. Nacida en Corrientes, a orillas del Paraná, como Teresa Adelina Sellares en plena época peronista (30 de diciembre de 1947), su data temprana cuenta que a los nueve años ya había anunciado su norte: la música popular. Y actuó en consecuencia. Lo primero fue llegar a primera solista del Coro de la Orquesta Folklórica de Corrientes; luego, a fines de la década del setenta, a cantar en el Quinteto de Astor Piazzolla, y, ya instalada en Buenos Aires, donde anidó en 1980, a través de sus tempranos recitales en El Teatro del Bajo, La Manzana de las Luces, el anfiteatro de la Universidad de Belgrano, la Sala Planeta, o el Museo Larreta, y de su primer disco, auspiciado por la Dirección de Cultura de Corrientes: Teresa Parodi desde Corrientes
En la senda estrictamente musical, la por entonces joven cantautora le puso música a Llegada de un jaguar a la tranquera, la cantata de Francisco Madariaga, y en 1984 fue elegida como consagración del Festival de Cosquín, lo que determinó una instancia parteaguas en su vida artística. Al siguiente año, amparada en bellas piezas de su autoría como “Pedro Canoero” y “Apurate José”, explotó el Purajhei –tal el nombre del disco que contiene esas piezas– y empezaron a llover los premios, los Luna Park llenos, los discos de oro y platino, las giras por el mundo, más clásicos como “La negra Eulogia”, “Canción para Verónica” o “Las voces del río”, varios discos significativos en eso de tender puentes entre Corrientes y el mundo (Letra y música, junto a Antonio Tarragó Ros (hijo), otro prócer del pago; Ya está la taba en el aire; Correntinas, junto a Ramona Galarza; Con el alma en vilo y Parte de mí) y un gran reconocimiento del país folklórico que, a través de su máxima expresión (el festival de Cosquín) la premió con el Camín de Oro, en el último año del siglo pasado. “En los ’90 seguí grabando discos, pero pasé a ser una artista no mediática. Mi canción quedó atrás porque se instaló un modelo cultural que no le correspondía. En la sociedad había parálisis, silencio, una especie de complicidad preocupante. Modelo perverso como pocos fue ése, otra forma de desaparecer”, señaló en entrevista con Página/12 sobre aquellos años.
En 2002, con los aires a punto de cambiar, afianzada ya entre los artistas principales de la música popular argentina y tras una gira por Israel que protagonizó junto a Mercedes Sosa, grabó el tema “Resistiendo”, una acabada muestra de las vicisitudes políticas, económicas y sociales que atravesaba el país por aquellos años. Al año publicó Soy feliz y luego llegaron Pequeñas revoluciones (2005), Autobiografía (2007), disco en el que regrabó trece de sus grandes clásicos, y Otro cantar (2011), su última placa a la fecha. A través de ellos, se pueden rastrear piezas que, además de sus aires litoraleños, contemplan sus preocupaciones por los derechos humanos (“María Pilar”, “Nunca más”, “Que se queden quietas”, “Aún caminan conmigo”); también por personajes referentes en su vida como Eva Perón (“Ella es de octubre”) y la luchadora guatemalteca Rigoberta Menchú (“Rigoberta”) o la militancia en tiempos difíciles (“Hay gente que sueña”, “Mis compañeros”), un trascender al que sumó significativas juntadas con Liliana Herrero y Ana Prada.
Teresa también modeló su largo día de vivir a través de otros dos vectores: la docencia y la política cultural. El primero empezó en 1964, con apenas 16 años, cuando se recibió de maestra y ejerció como tal –maestra rural– en el pueblito de Eldorado, Misiones, entre otras escuelas rurales de su región. Y el segundo, a partir del segundo lustro de la primera década del siglo, cuando incursionó como directora de música de la ciudad de Buenos Aires y luego, junto a las Madres de Plaza de Mayo, como directora del museo del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), donde no hizo más que actuar acorde con su compromiso de siempre. “¿Cómo negar que ha vivido?”, dijo una vez en entrevista con Página/12, sin saber que le esperaba tan buena noticia. “Me siento invicta como la esperanza, a pesar de que vengo de una generación que tuvo muchas derrotas. Creo que la gran victoria es que no me he rendido, soy parte de un período que veo como un giro histórico”, dijo también, anticipando, tal vez inconscientemente, tamaño devenir.
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