Lunes, 12 de mayo de 2014 | Hoy
EL PAíS › A 40 AñOS DEL CRIMEN DEL SACERDOTE CARLOS MUGICA
La figura de Mugica fue recordada ayer con una multitudinaria procesión. El Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia lo definió como “un símbolo de la lucha por la justicia social”.
Por Washington Uranga
Con motivo de conmemorarse el 40º aniversario del asesinato del sacerdote Carlos Mugica, ayer se realizó una multitudinaria procesión hasta la capilla Cristo Obrero, en Retiro, con la participación de dirigentes sociales, políticos y de organismos de derechos humanos. En ese marco, el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de Buenos Aires dio a conocer una declaración afirmando que el cura asesinado el 11 de mayo de 1974 ha sido “mártir de la causa de los pobres y símbolo de la lucha por la justicia social”. Aprovecharon los curas la ocasión para plantear una serie de prioridades que deben atenderse en las villas actualmente y para señalar que “el único rival a vencer es la exclusión social”.
En el acto de recordación (ver aparte) participó también el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires. Acompañado por algunos de sus obispos auxiliares, Poli dijo que “el homicidio del padre Mugica fue un verdadero martirio” y subrayó que fue un “mártir de veras por la causa de los pobres”. Para el arzobispo porteño, “así lo revelan los cuadritos, ya que cuando entramos en las casas, en las villas, en los altarcitos, al lado de la Virgen de Luján, de San José, de San Expedito, siempre hay un cuadrito del Padre Mugica”, señalando que ése “es el mejor recuerdo, los que tienen en las casas” porque “ahí sí que se le reza, se lo quiere, se lo recuerda con cariño”.
El documento de los curas villeros está firmado 24 sacerdotes, entre ellos Guillermo Torre, Lorenzo De Vedia, Gustavo Carrara, Franco Punturo, Sebastián Sury, Pedro Baya Casal, Facundo Berretta, Enrique Evangelista, Alejandro Seijo, Rodrigo Valdez y Andrés Tocalini, todos ellos trabajando en villas de la capital, y contó también con la adhesión de José María Di Paola, actualmente en la Villa la Carcova (San Martín).
Para los curas, a “Mugica no le arrebataron la vida” porque “su martirio, más que una sorpresa, fue la consecuencia de un modo de vivir: una vida ofrendada por sus hermanos más pobres”. De allí que entiendan que “el mejor camino para entender al padre Carlos sea amar a los pobres, tener amistad con ellos”. Dicen también que “el martirio del padre Carlos se volvió un símbolo para todos nosotros” porque “a la devoción creyente que le tenemos se suma la luz que arroja su figura sobre todos los que luchan y trabajan por un mundo más justo y humano. Mugica como símbolo se dio casi espontáneamente, aconteció. Se convirtió en un icono de la lucha por la justicia social”.
Tras celebrar la “mayor conciencia” que hoy existe en la sociedad respecto de la realidad de las villas, los curas advierten sin embargo que “todavía hay gran desconocimiento y por consiguiente algunos prejuicios permanecen”. No obstante ello reconocen que, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de Mugica, hoy no sólo hay más interés por lo que se vive en las villas, sino que “empieza a aparecer mayor presencia territorial del Estado –tanto de la Ciudad como de la Nación–, aun cuando esa presencia es todavía insuficiente y no del todo articulada”. Y como advertencia se señala que “siempre está latente la tentación de confundir esta presencia del Estado (que es un derecho de todos) con el accionar voluntario de una ONG, o de reducirla a un espacio partidista”.
En el texto hay una fuerte crítica directamente dirigida a los periodistas y a los medios. “En la actualidad, los medios de comunicación hablan de las villas, pero muchas veces desde la lejanía, con un tratamiento de las noticias que estigmatiza (...). Se asocia sin más a las personas que sufren la pobreza con el delito. Pero no tendríamos que olvidar que los vecinos y vecinas de las villas tienen una vivencia más profunda de la inseguridad”, dicen los curas. Y agregan que la “inseguridad también es no saber dónde se va a vivir dentro de unas semanas, o cuándo se va a lograr un trabajo estable, o dónde conseguir el medicamento que se necesita y no se puede comprar, o dónde van a ir los hijos a la escuela, o el temor a que los hijos adolescentes puedan quedar sumergidos en la droga, porque es una oferta muy a mano, o depender de un comedor comunitario para que los chicos coman, etc.”.
Hay también una palabra para introducir el debate sobre la “urbanización de las villas”, señalando que el concepto de “integración urbana” es superador del anterior porque propone una “cultura del encuentro”, considerando que las villas pueden aportar “mucho al todo de la ciudad”. Para ello proponen, entre otros, algunos ejemplos como “la vivencia de una fe que genera historia”, “el entramado de solidaridad que sabe hacerse cargo de situaciones de dolor y de deseos de vivir mejor”, “la capacidad de fiesta aún en medio de las dificultades” y “la laboriosidad y el trabajo”. Sostienen que para integrar es necesario “un diálogo entre la cultura urbana y la cultura popular que se da en la villa. Diálogo que por ser cultural es a la vez político y social”.
Siguiendo el ejemplo de Mugica, los sacerdotes recogen el pedido popular para que “ayudemos a cuidar la máxima riqueza (del pueblo) que son sus hijos”. Es un llamado que “no puede desoírse, sobre todo si tomamos conciencia de que casi la mitad de los habitantes de la villas son niños y adolescentes, ya que el 43 por ciento tiene menos de 17 años”, dicen los curas. Para alcanzar este propósito aseguran que es necesario tener en cuenta que “el único rival a vencer es la exclusión social grave que hipoteca el futuro de los niños y adolescentes de las villas, dejándolos a merced de los hijos de las tinieblas”.
Según dicen “escuchando diariamente a los vecinos y vecinas de las villas”, los curas plantean algunas prioridades que pasan por la vivienda (“muchas familias viven en situación de emergencia habitacional”), educación (“dar educación a todos”), salud (“que se invierta en los hospitales y centros de salud cercanos a nuestros barrios”) y trabajo (“no sólo se trata de asegurar la comida, sino que hay que dar trabajo”). Con un llamado también al “mundo empresario”, que “tiene que aparecer con mucha más fuerza, apostando por los vecinos y vecinas de nuestros barrios”.
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