En la primera elección que se celebra en el seno del episcopado católico argentino desde que Jorge Bergoglio asumió como papa Francisco, el arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo (74 años), fue reelecto ayer como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), para el período 2014-2017. Arancedo, a quien se considera un hombre de posiciones moderadas e inclinado a la negociación, será el encargado de coordinar la labor de la jerarquía católica durante el período de las elecciones nacionales del año próximo, la llegada del nuevo gobierno y durante un acontecimiento de gran trascendencia para la Iglesia que será la venida del papa Francisco en el año 2016 para participar del congreso eucarístico que se celebrará en Tucumán. Como secretario general del Episcopado fue elegido el obispo de Chascomús, Carlos Malfa.

Mario Poli (66), cardenal de Buenos Aires nombrado por Francisco, ocupará la vicepresidencia del organismo, en tanto que el arzobispo de Salta, Mario Antonio Cargnello, fue reelecto en la vicepresidencia segunda del organismo. Días antes de la celebración de la asamblea y ante los sondeos hechos entre los obispos, Poli había pedido no asumir la presidencia de la Conferencia, un cargo que en muchos casos ha estado reservado a quien ejerce la titularidad del arzobispado porteño. Ante la insistencia de algunos de sus pares, Poli aceptó ocupar una de las vicepresidencias.

La elección se concretó rápidamente en la tarde de ayer, poniendo en evidencia el consenso que existía sobre las personas a designar. La nueva Comisión Ejecutiva del Episcopado, integrada por el presidente, los dos vicepresidentes y el secretario general, según fuentes de la propia Iglesia, representa el equilibrio de fuerzas existente actualmente dentro del máximo organismo de la jerarquía católica argentina.

En su trayectoria episcopal, el reelecto presidente ha demostrado preocupación por los temas sociales, si bien siempre se ha ubicado como un hombre de pensamiento tradicional que prefiere el bajo el perfil. Desde la llegada de Arancedo al cargo de mayor importancia de la Conferencia Episcopal –hace tres años– se produjo un reacomodamiento de las relaciones entre los obispos y el Gobierno después de las tensiones que se habían generado entre Néstor Kirchner y Jorge Bergoglio, cuando el entonces cardenal de Buenos Aires conducía el máximo organismo de la Iglesia Católica en Argentina. Tanto los voceros del Gobierno como los de la Iglesia califican hoy de “cordiales” e “institucionales” las relaciones.

El lunes, en la homilía de la misa inaugural de la asamblea episcopal, Arancedo insistió en la “reconciliación” y en “la capacidad de diálogo” en la sociedad, poniendo énfasis en que una “amistad social (...) que incluya a todos es el punto de partida para proyectarnos como comunidad, desafío que no hemos logrado construir en el transcurso de nuestra vida nacional”.

El arzobispo Cargnello (62) está considerado un hombre de mirada conservadora y es obispo desde 1994. El nuevo secretario general, el obispo Carlos Malfa (66), es obispo de Chascomús (Buenos Aires) desde el año 2000. Malfa es psicólogo y licenciado en teología y tuvo una larga trayectoria como estrecho colaborador del ya desaparecido cardenal argentino Eduardo Pironio, de prolongada actuación en la curia vaticana.

En la agenda próxima de los obispos argentinos aparece el debate sobre la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, cuyo tratamiento se encuentra en el Congreso. Si bien es conocida la posición de la Iglesia en contra del aborto –y en los últimos días el punto de vista fue ratificado por la Comisión Ejecutiva saliente–, habrá que esperar cuál es la estrategia que ahora se darán los obispos para el debate de esta cuestión, si es que finalmente su tratamiento avanza en el Poder Legislativo. Un lugar sumamente importante dentro de la agenda episcopal ocupa la preparación del congreso eucarístico de Tucumán, en el 2016. Se descuenta que, con la prevista venida del papa Francisco, la Iglesia podría generar masivas movilizaciones populares y de fervor religioso en distintos lugares del país.

En los últimos tiempos, y ante la insistencia de las Abuelas de Plaza de Mayo, de otros organismos de derechos humanos, pero también de personas y organizaciones católicas, Arancedo propició, primero en el seno de los propios obispos y luego de manera pública y abierta, la cooperación de los católicos en la búsqueda de niños desaparecidos en cautiverio durante la dictadura militar. El hecho público más significativo fue que Arancedo grabó, junto a Estela de Carlotto, un spot para televisión y radio invitando a colaborar en la búsqueda de identidad de estos niños. Esto ocurrió en los días previos a que, durante la primera semana de noviembre, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo fuera recibida en el Vaticano junto a Ignacio Guido Montoya Carlotto y parte de sus familiares, por el papa Francisco.

La estrecha relación entre Arancedo y Bergoglio es conocida en el Episcopado, también el respeto que el arzobispo santafesino tiene para con el Papa. Bergoglio respaldó la candidatura de Arancedo hace tres años y ahora habría dado su acuerdo a la postulación del santafesino para la reelección cuando ambos dialogaron en Roma durante el sínodo extraordinario de obispos celebrado en octubre pasado.

Coincidentemente en la homilía de la misa celebrada ayer por la mañana en Roma, el papa Francisco advirtió, a partir de una lectura bíblica, acerca de la actitud de los apóstoles de Jesús, que “se adueñaban del tiempo del Señor, se adueñaban del poder del Señor: lo querían para su grupito”. Y subrayó que estos discípulos, de quienes los obispos son seguidores, “se adueñaban de esta actitud de servicio, transformándola en una estructura de poder”.

Los titulares y miembros de algunas de las más de veinte comisiones en las que se divide el trabajo de los obispos fueron elegidos ayer mismo (ver aparte). Las elecciones para completar el resto de los cargos continuarán hasta mañana.