Domingo, 1 de febrero de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Horacio Verbitsky
El acuerdo electoral entre Maurizio Macrì y Elisa Carrió pone al candidato que elija el oficialismo a las puertas de la victoria en primera vuelta porque consagra la dispersión de las fuerzas opositoras en tres bloques inconciliables. Como jugueteaba Carlos Saura, Stress es tres.
Por un lado, ratifica la dificultad que Macrì ha tenido hasta ahora para crecer atrayendo votantes justicialistas y en cambio consagra la estrategia de apuntar al caudal histórico del radicalismo. La simultánea designación como director del teatro Colón del yerno de Bartolomé Mitre y ex secretario de Cultura de Fernando de la Rúa ratifica esa modesta opción.
Al mismo tiempo, cierra la posibilidad de un entendimiento con Sergio Tomás Massa, que era la única combinación viable para competir con el Frente para la Victoria. Pero eso hubiera exigido que Massa postergara sus aspiraciones presidenciales y, como propuso el radical Gustavo Posse, eligiera postularse por la provincia de Buenos Aires, la única donde se ha hecho fuerte. De no ser así, el Frente Renovador ni siquiera tendría asegurado un rol importante en ese distrito que congrega casi el 40 por ciento del padrón nacional. Ni Macrì ni Massa tienen allí candidatos fuertes y el hombre de las mil tonadas tampoco ha conseguido hacer pie en la Ciudad Autónoma.
Por último, la entente carrimacrista acelera la descomposición del FAUNEN y de su principal fuerza, la Unión Cívica Radical. Entre Sanz que la saludó con alegría y Cobos que se propone formar pareja con el socialista Hermes Binner, cuyo repliegue a Santa Fe fue bloqueado por la candidatura a la gobernación de Miguel Lifschitz, la convivencia es más difícil que en el primer hogar del odontólogo Barreda.
El Papa Francisco y San Lorenzetti deben estar agarrándose la cabeza.
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