Lunes, 2 de noviembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › UN HOMENAJE A LOS DESAPARECIDOS DE FIORITO, UN BARRIO HUMILDE DE LOMAS DE ZAMORA
Un baldosón vertical rinde el primer tributo formal de los vecinos a nueve desaparecidos durante la última dictadura. Fue ubicado entre los bustos de Perón y Evita en la estación del Belgrano Sur. Dos compañeros de aquellos militantes los recuerdan y explican su lucha.
Por Adrián Figueroa Díaz
“Fiorito tiene memoria”, dice la baldosa multicolor que ahora luce en la vieja estación de trenes de ese barrio de Lomas de Zamora, y que es el primer homenaje formal que los vecinos les dedicaron a nueve militantes políticos y sociales desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Según los impulsores de la iniciativa, esos nueve no son todos. Pero recordarlos y visibilizar sus nombres servirá para desandar una tarea de reconstrucción de la historia de lo que fue la militancia de base en los barrios más pobres del conurbano.
El recordatorio fue colocado vertical, como si fuera una placa, en medio de los bustos de Juan Domingo Perón y de Eva ubicados al lado de uno de los accesos a la estación, un lugar casi abandonado no solo por el inconstante Belgrano Sur sino también por la falta de mantenimiento. “A pesar de que al acto lo hicimos temprano, la respuesta de la gente fue muy buena”, evaluó Antonio Jorge “Cubito” Amarilla, militante barrial y mentor del homenaje.
En los años 70, él fue miliciano montonero, un nexo entre la organización y el barrio, y sufrió la persecución al igual que su hermano Fernando Ulises, uno de los homenajeados en la baldosa hecha por Barrios por la Memoria y la Justicia, de Lomas de Zamora. Los demás nombres mencionados allí son Ramona “Bety” Benítez, Lorenzo “Poroto” Gerzel, Horacio “Gatica” Galván, Elena “Coca” Kristal, Norma Marcela Cerrota, Alfredito Paquinelli, Daniel “Paraguayito” Esquivel y Oscar “Botita” Udabe.
“Son pibes que se convirtieron en bandera de lucha”, sintetiza Cubito, cuyo apodo proviene de su oficio de reparador de heladeras. Sin embargo, como se dijo, esos nueve nombres no son los de todos. “Faltan muchos más”, supone y cuenta que su intención es hacer una investigación para establecer fehacientemente cuántos y quiénes más fueron las víctimas del terrorismo de Estado en Fiorito, en tiempos en que su vecino más ilustre, Diego Maradona, comenzaba a hacer historia.
La tarea de juntar nombres y testimonios de esa época no es ni va a ser fácil. “A pesar de que hay 32 años de democracia y 12 años de fuerte reivindicación de la militancia de aquellos años, hay que tener en cuenta que hubo un sistema de terror muy fuerte que hizo que muchos vecinos militantes no cuenten sus historias”, señaló Domingo López, ex miembro de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y otro de los que trabajó para la instalación del homenaje.
Para Amarilla, López y todos los que acompañaron en “la movida de la baldosa” es importante contar lo que fue la militancia en esa barriada por dos razones: porque “la historia no continuó igual para todos los compañeros”, y porque los militantes de las villas no tuvieron la misma trascendencia ni el mismo reconocimiento que otros de otros rangos y lugares.
“Lo que pasa es que algunos referentes se dedicaron a rendir justo homenaje a los cuadros más reconocidos pero no volvieron a los barrios donde militaron, no se reinsertaron y están distanciados del lugar y del pensamiento de entonces”, analizó Amarilla.
La pared de un metro por un metro donde fue colocada la baldosa fue hecha por la Delegación Municipal de Fiorito. Esta tarea y la “declaración de interés municipal” aprobada por el Concejo Deliberante fueron las únicas participaciones que tuvo la comuna. Ni funcionarios ni concejales estuvieron durante el descubrimiento del homenaje. Eso sí, participaron vecinos. “Se nos fueron sumando como semillas”, metaforizó Cubito con entonación lírica. Fue un día de reencuentros porque varios volvieron a verse con las familias de las víctimas, que por entonces los habían ayudado y refugiado.
“Verlos fue como reencontrarnos con esos pibes con los que compartimos un proyecto común, igualador y de intercambio”, dijo López. Y ver en esa baldosa los nombres de sus compañeros fue también recordar los bailes para juntar fondos para alguna tarea social, los noviazgos, la lucha por el agua potable, los zanjeos, las reparaciones en escuelas, los operativos para repartir comida gratis, la construcción de veredas, y las pintadas nocturnas. Todo lo cotidiano, todo lo debatido con los mismos vecinos en clubes y sociedades de fomento. Todo fue frescura y organización hasta que pasó lo que pasó.
“Hay que tener en cuenta que algunos empezamos a militar de chicos en la primavera camporista y al año siguiente ya empezamos a recibir los sogazos”, recalcó Amarilla.
Pasaron 40 años de aquellas historias. ¿Qué quedó de todo eso para él? “Que los vecinos se acuerdan de nosotros y que seguimos resistiendo.” ¿Qué quedó de todo eso para Domingo? “Jóvenes que se referencian en los desaparecidos, aunque no los hayan conocido.”
“En algunos casos –concede Cubito– hay equivocadamente una imagen de heroicidad de los que militamos, y también están los que siguen contando una historia de la que no fueron partícipes. De ellos digo que haber sido parte de algo, no es garantía de nada. Y de los que desaparecieron y de los que militamos de verdad digo que tal vez no fuimos héroes, pero al menos luchamos por un barrio mejor.”
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