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“La educación verdadera es la que construye ciudadanía crítica”

Carlos Núñez es un pedagogo mexicano, heredero y continuador de la tradición de Paulo Freire. Habló con Página/12 de la vigencia de la pedagogía del oprimido, aun en el siglo XXI.

“Sin educación no llegaré a mi sueño”, asegura sin nostalgia de una época en la que esas utopías parecían estar más cerca. Para Carlos Núñez enseñar no es transmitir conocimientos, y lo demuestra día tras día en la práctica. Enseñar es, para él, “aprender en un eterno diálogo con los más humildes”. Desde su experiencia en el Estado mexicano de Michoacán, este especialista en Educación Popular y Etica Política logró continuar el pensamiento de Paulo Freire, uno de los creadores de la Pedagogía del Oprimido. Durante su visita a la Argentina, donde realizó una serie de encuentros y talleres, Página/12 conversó con el educador mexicano para quien “los sueños nos siguen sirviendo para caminar”.
–¿Es posible aplicar las ideas de Paulo Freire más de treinta años después?
–La educación popular es un concepto teórico-práctico que se desarrolló en América latina a partir del pensamiento de Paulo Freire a fines de la década del ‘60. Su principal característica fue y sigue siendo el compromiso con los sectores más humildes, con los marginados. Por lo tanto, la mayoría de sus prácticas se desarrollan desde comunidades campesinas, indígenas o suburbanas. En la actualidad, luego de la madurez que se adquiere en el aprendizaje, hemos podido proyectarla en el campo de lo público al que antes no llegaba. Esto se debe a que, dentro de su marco ético, sostiene un compromiso irrenunciable con las causas y los valores que la originan: miseria, soledad e injusticia. Pero siempre vistas desde una perspectiva que no es de derrota sino que pone al ser humano en el centro del proceso pedagógico. Por eso entendemos el conocimiento no como un don que se entrega gratuitamente a quienes no saben sino como un diálogo de saberes. Por lo tanto, el hecho educativo es un proceso de enseñanza y aprendizaje que tiene como base el conocimiento de la gente que está participando en él. Este proceso es totalmente posible actualmente, incluso aprovechando los nuevos recursos tecnológicos como Internet.
–¿Cuál es la diferencia entre la educación popular y la formal?
–Esta teoría del conocimiento es totalmente diferente a la establecida, que entrega verticalmente los conocimientos. La educación popular, en cambio, parte desde la gente, desde el diálogo y los procesos participativos. Es la antítesis de lo que conocemos. Tú no puedes partir del otro si tú eres el que hablas, no puedes reconocer la práctica del otro si le impones tu propia práctica.
–¿Qué rol debería cumplir el Estado en la educación?
–El Estado debería humanizar a la sociedad, provocar procesos de desarrollo sustentable y participativos. Aunque estamos muy lejos de eso, existen espacios en diferentes lugares de América latina donde los gobiernos tienen conciencia. Pero que el Estado le dé la espalda al pueblo no significa que esos espacios no sean lugares para pelear. Al contrario, son justamente los espacios para conquistar lo que soñamos. Yo entiendo al Estado como un servidor con responsabilidad pública irrenunciable que no se debe doblegar ante el mercado. Es cierto que ya no podemos hacer concepciones tradicionales de un Estado populista, pero tampoco podemos pensar que el Estado no debe existir y convertirlo en un policía al servicio de los intereses del mercado.
–Uno de sus libros se titula “Educar para transformar”, ¿qué es lo que quisiera transformar?
–Esa realidad de la que recién hablaba. Me refiero a una parte de la sociedad que rechazo por inhumana e injusta, por depredadora. Una sociedad que debe ser transformada en una más humana, más justa. Quizás es un sueño, pero los sueños, como dice Galeano, sirven para caminar. Yo considero que la educación no es la alternativa del cambio, pero también estoy seguro de que sin educación no se llegará al cambio que anhelo. La educación como nosotros la entendemos, es una educación que construye conciencia, sujetos, protagonismo social y político, que construye ciudadanía crítica. Es decir, que distribuye y comparte el poder y que,por lo tanto, equilibra los poderes hegemónicos tradicionales del Estado, la Iglesia, el mercado. Entonces, sin educación no llegaré a mi sueño, pero mi sueño no se logra tan sólo con educación.
–¿Y con qué se logra?
–Para eso usted tienes que entrar al campo de las transformaciones estructurales, políticas y económicas, a los modelos de desarrollo, al marco jurídico. Pero en todo eso, irrenunciablemente, está la sal de una educación liberadora, como decía Paulo.
–¿La educación tradicional es uno de los espacios desde donde se reproduce el poder hegemónico?
–Usted toca un viejo tema en el que la educación popular vino encontrando un equilibrio. Las concepciones más tradicionales decían que la educación era simplemente el aparato de dominación ideológica del Estado. Pero esa idea te aleja de la trinchera y deja el campo libre para que te sigan haciendo lo mismo que tú no quieres. Ahora podemos entender que esa fue una interpretación producto del tiempo, pero errónea.
–¿Existe democracia en América Latina si los chicos no tienen acceso a la educación?
–No, lo que existe es una democracia formal. Aunque nadie podrá negar que es mejor que una dictadura. Pero no podemos estar satisfechos con una democracia ritualista, electorera, donde sólo juegan los actores tradicionales con mentiras vendidas como publicidad a través del marketing. Eso sería como desnaturalizarla. Hay que resignificar muchos conceptos, entre ellos el de democracia.

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Carlos Núñez considera que la educación es un campo de batalla que no debe ser cedido al adversario.
 
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